Injustamente olvidado durante muchos años, con una vida sorprendente, Nikola Tesla ha sido revalorado como el padre de la tecnología moderna.
Nikola Tesla. El genio al que le robaron la luz y Yo y la energía son dos títulos de la editorial Turner que recuerdan al científico nacido en 1856 en Smiljan, un pueblo del Imperio Austrohúngaro, en la actual Croacia, quien desde muy pequeño se interesó en los misterios de la electricidad y en la búsqueda de nuevas fuentes de energía.
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Tesla estudió en la escuela politécnica de Graz, en Austria, pero no se graduó. En 1884, a los 28 años, después de haber trabajado en la Continental Edison Company de París, llegó a Nueva York para unirse al equipo del inventor estadunidense, con quien poco después de enfrentaría en la llamada “guerra de las corrientes”, que perdería en un primer momento.
Edison fue creador de la corriente continua, con la que un tiempo iluminó Nueva York. Tesla de la corriente alterna, que iluminó Chicago y continúa iluminando el mundo. La corriente alterna encontró múltiples usos, uno de ellos en los motores eléctricos que transformaron el transporte y, en general, la vida cotidiana.
Tesla entregó su vida a la ciencia y la tecnología, pero que también disfrutaba la belleza y era amigo de artistas, músicos y poetas.
Nikola Tesla era un tipo extraño, lleno de fobias y manías; era un idealista que amaba a las palomas y no conocía el descanso ni se preocupaba por las exigencias de la vida práctica. Por eso gente como Edison, J.P. Morgan y los descendientes de George Westinghouse, se apropiaron de sus inventos, que olvidaba patentar o les vendía a precios ridículos.
Gracias a Tesla —dice Miguel A. Delgado en el prólogo de Yo y la energía— fue posible construir la primera central hidroeléctrica del mundo, en las cataratas del Niágara. Desarrolló un transmisor inalámbrico de corriente eléctrica; diseñó el aeroplano de despegue y aterrizaje vertical, nuestro helicóptero; inventó el control remoto, la terapia mecánica y un arma terrible llamada el rayo de la muerte.
Fue también el inventor de la radio, invento que se apropió el italiano Guglielmo Marconi, quien ganó el Premio Nobel de Física en 1909. Después de un largo litigio, los derechos de Tesla fueron reconocidos por la Suprema Corte de los Estados Unidos en junio de 1943. Para entonces, el visionario iniciador de la robótica y las armas teledirigidas había muerto. Falleció el 7 de enero de ese año en un hotel de Nueva York, pobre, solo y olvidado.
Nikola Tesla. El genio al que le robaron la luz y Yo y la energía son dos libros que nos acercan al devenir del hombre que iluminó el mundo.
AQ