Katya Adaui nació en Lima en 1977, vive en Buenos Aires y es autora de los libros de cuentos Aquí hay icebergs y Algo se nos ha escapado, y de la novela Nunca sabré lo que entiendo. Es considerada una de las narradoras peruanas más potentes de la actualidad, lo que confirma con su reciente cuentario: Geografía de la oscuridad (Páginas de Espuma, 2022), dieciséis relatos desconcertantes, extraños, en los que los progenitores son vistos bajo la lupa implacable de los hijos, con sus manías, torpezas, miedos, crueldad, apatía, inquina.
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Las historias de Adaui, ha escrito su compatriota Gabriela Wiener, autora de Huaco retrato, “pueden partirte en dos. O dejarte con el corazón lleno de dudas”. La pluma y la mirada de Katya están bien afiladas, tanto como para cortar de tajo cualquier atisbo de felicidad.
En el primer cuento, “Los pulpos tienen tres corazones”, un hijo visita a su padre, que vive en condiciones precarias, enfermo y lleno de rencor. El encuentro no es agradable, con el padre orgulloso, sarcástico, ofensivo. El hijo, escribe Adaui: “Lo miró, se prometió nunca parecerse a él. ¿Cómo iba a lograrlo? No sabía. Demasiados años observándolo. Observando se aprende”.
En otro, llamado “En lugar seguro”, una madre se encuentra con su hija hospitalizada, quien está prácticamente sin movimiento y lleva puesto un collarín. La hija piensa en el carácter agrio y posesivo de su madre, en sus constantes reproches y su perpetuo egoísmo. Están solas, la hija comenta: “Ojalá papá estuviera aquí conmigo”. La madre dice: “Y ojalá tú fueras como tu hermano”. “Mamá”, continúa la hija. “¿Qué?”, responde la madre. “Si pudiera te ahorcaría”. “Y yo a ti”, concluye la madre.
No hay lugar para los afectos en este libro poblado de seres rencorosos, desdichados, en el que también cabe el abuso infantil y los sueños se estrellan una y otra vez en el piso duro del desamor. Adaui juega con la atención del lector, a veces solo insinúa, otras realiza atrevidas elipsis, corta la secuencia para lanzar un nuevo anzuelo. Siempre deja una sensación de desasosiego. En “Nosotros, los náufragos”, el narrador dice: “La amargura de mi padre me enfurece y poder odiarlo me consuela”. De eso se trata este libro.
AQ