Primero con “el fin de las ideologías”; posteriormente, con el colapso del bloque soviético y la instauración del consenso neoliberal, en política se hizo moneda corriente afirmar que la distinción entre derecha e izquierda carecía de sentido, pues había perdido su sustancia al menguar uno de sus polos y consagrar al mercado y la democracia liberal como formas idóneas y universales del entramado social posthistórico.
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Norberto Bobbio (1909-2004) confrontó en Derecha e izquierda, título publicado por primera vez en 1994 con varias ediciones que lo mantienen todavía vigente en el mercado editorial, a quienes adelantaron las exequias de la diada que de antiguo había ordenado el mapa político y facilitado su comprensión. De acuerdo con el politólogo turinés, tanto “el árbol de las ideologías está siempre reverdeciendo”, como es operante la vieja cartografía política, siempre y cuando entendamos para qué sirve y sepamos cómo funciona. Con respecto de aquello, la diada clarifica el espectro político, precisa la naturaleza de las fuerzas participantes y hace visibles las diferencias y los parecidos. En relación con el funcionamiento, la oposición derecha/izquierda es fluctuante, admite múltiples posiciones intermedias (centro) sin invalidar la tensión entre aquellas, puede dar lugar a perspectivas democráticas o autoritarias independientemente de la corriente provengan, lo que supone la existencia de una multiplicidad de ambas. El fascismo histórico, por ejemplo, sería resultado de la alianza de las derechas extremas con las moderadas bajo la batuta de las primeras. Dada la polaridad señalada, más difícil sería la asociación de la extrema derecha con la extrema izquierda que, en el siglo XX, no fue más allá de “la formación de un pequeño grupo, políticamente insignificante, de bolcheviques nazis” (Bobbio menciona de pasada a Aleksandr Duguin, cofundador del Partido Nacional Bolchevique en la Federación Rusa y muy influyente actualmente en el círculo de Vladimir Putin).
A despecho del movimiento del eje político, Derecha e izquierda considera que existe una “estrella polar” que da sentido a sus luchas y es una frontera infranqueable entre dos concepciones contrapuestas de cómo debe ser la sociedad; se refiere a la coordenada igualdad/desigualdad, elemento constitutivo cada uno de la izquierda y la derecha, respectivamente, en el entendido de que las tres fuentes principales de la desigualdad son la clase, la raza y el sexo. El principio igualitario prescribe “los mismo para todos” y al socialismo desde el siglo XIX se le ha identificado por “el reconocimiento de los derechos sociales al lado de los de la libertad”. La izquierda, bajo distintas formas (revolución, reforma, autogestión), privilegiará “lo que convierte a los hombres en iguales respecto a lo que los convierte en desiguales, y por otra, en la práctica, a favorecer las políticas que tienden a convertir en más iguales a los desiguales”, en tanto que la otra intentará perpetuar las jerarquías.
Ahora bien, Bobbio vincula la diada igualdad/desigualdad con la no menos importante de libertad/autoridad para dar cuenta de cómo se ejerce el poder. Aquí el abanico se abre desde la democracia hasta el autoritarismo y cruza por igual a izquierdas y derechas, porque ninguna está exenta de adoptar formas extremas. El jacobinismo y el bolchevismo serían ejemplos a la izquierda, mientras que el fascismo y el nacionalsocialismo corresponderían al otro polo. Quedarían en medio los socialismos democráticos (igualitarios y libertarios), lo que llama el politólogo italiano “socialismo liberal”, y los partidos conservadores (no igualitarios y libertarios), que no pasan de un igualitarismo mínimo (la igualdad ante la ley). Y quizá los populismos contemporáneos se situarían en los límites de ese centro. Precisados los conceptos, Bobbio concluyó entonces que la “cuestión social” estaba irresuelta a escala global, por lo que “la izquierda no solo no ha concluido su propio camino, sino que apenas lo ha comenzado”. Algunas notas de Derecha e izquierda podrían iluminar ese trayecto.
AQ