‘El norte sobre el vacío’: un argumento simple hace una película memorable

Cine

Su directora, Alejandra Márquez Abella, sólo necesita de un rancho en el norte de México y un grupo de buenos actores para hacer cine y contar, más que una historia, una parábola.

Fotograma de 'El norte sobre el vacío', de Alejandra Márquez Abella, estrenada en el Festival Internacional de Cine de Morelia.
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Hay que meditar el cine mexicano. Sobre todo ahora que Bardo ha puesto sobre la mesa una visión particular de lo que el cine mexicano debe ser.

El norte sobre el vacío (disponible en Amazon Prime) es una pequeña joya que hay que meditar por lo escueto de una trama que, sin embargo, produce tantos significados. Como toda obra con aquel espíritu que el cine nacional heredó del neorrealismo italiano, El norte sobre el vacío deja de lado la grandilocuencia y se concentra, por convicción, en una historia simple. Lo hace porque la directora y su guionista, en la simplicidad de la vida cotidiana, son capaces de encontrar una profunda reflexión existencial.

Que la austeridad en la historia es una convicción de Alejandra Márquez Abella lo demuestra lo complejo del diseño sonoro a cargo de Pablo Betancourt y los movimientos de la cámara de Claudia Becerril Bulos que resultan espectaculares a pesar de lo escaso de los recursos de producción. Márquez Abella sólo necesita de un rancho en el norte de México y un grupo de buenos actores para hacer cine y contar, más que una historia, una parábola.

Ganadora en este año del Festival Internacional de Cine de Morelia, El norte sobre el vacío se concentra en dos arquetipos: don Rey es un hombre de ciudad y Rosa representa al campo o, mejor, al desierto que aquí descubre a la naturaleza humana. Un par de veces la cámara transita desde la cara adusta de Rosa hasta los insectos venenosos que habitan el desierto. Ella es el desierto, el sitio en el que habita el diablo y habita dios. Y Reynaldo, claro, es solo un hombre de Monterrey, un millonario que se ha apegado a su rancho pues sueña con la historia mítica de que aquí, su padre, un día, cazó a un puma, símbolo del mal.

¿Es Rosa una traidora? Tengo la impresión de que la directora y su guionista, Gabriel Nuncio, la piensan más bien como una víctima que, sin embargo, tiene la entereza de cambiar. Y de eso trata la película, de una metamorfosis que se produce no en Rey sino en Rosa. Es necesario subrayarlo porque parece que este personaje, Rosa, se ha escapado de las manos de sus creadores. Y lo ha hecho para bien.

El trayecto narrativo de Rey es más o menos evidente: es un hombre que, enfrentado a la decadencia física se encuentra dispuesto, por primera vez en su vida, a enfrentar al mal, a estos chantajistas que se aparecen un día en una fiesta familiar para pedirle eso que con cinismo llaman los criminales “derecho de piso”. El trayecto de Rosa es más complejo. Por eso vale la pena, antes de mirar esta película, hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué Rosa decide volver? El título de esta obra ha sido tomado del libro de Job que, como se sabe, en la Biblia reflexiona en torno al misterio del mal. Y el mal, aprendemos allí, es una oscura invitación a convertirse, a cambiar de rumbo y mirar hacia el bien.

A pesar de las humillaciones, a pesar de la miseria económica y espiritual de Rosa en este desierto en el que a veces se aparecen los patrones para “vestirse de monte y gastar bala” (como dice ella) el personaje, interpretado por Paloma Petra, tiene la oportunidad de transformarse.

La directora y el guionista han dicho que su película “denuncia al heteropatriarcado”, pero yo creo que va más allá. Porque cuando Rey le regala a Rosa lo que más quiere, el rifle que perteneció a su papá, ella deja de ser la misma. Como muestra Víctor Hugo con Jean Valjean en Los Miserables, un gesto de amor cambia la vida. Invita a la metamorfosis, la conversión.

El norte sobre el vacío

Alejandra Márquez Abella | México | 2022

AQ

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