Una bola dentro del cráneo: ¿nos ha servido de algo el encierro?

Toscanadas | Nuestros columnistas

Chéjov narró en uno de sus mejores cuentos la historia de un hombre que pasa 15 años recluido y aprende tanto como el pensamiento humano fue capaz de crear.

“No hay nada más aburrido que beber un buen vino sin compañía”. (Shutterstock)
David Toscana
Ciudad de México /

Chéjov tiene un cuento que en español se ha publicado como “Una apuesta” o “La apuesta”, pues poco se sabe del artículo determinado o indeterminado cuando en ruso apenas se titula “Apuesta”. Luego de una discusión en la que algunos piensan que es preferible la muerte que el confinamiento perpetuo, un banquero hace una apuesta con un joven abogado: si el joven permanece encerrado durante quince años, el magnate financiero le dará dos millones de rublos.

La reclusión no es la de un preso cualquiera, pues aunque sólo podía relacionarse con el mundo a través de un ventanuco, en su amplia celda tiene un piano y “cualquier cosa que necesitara, libros, partituras, vino y demás, le sería procurada mediante petición escrita, en las cantidades que solicitara”.

En un principio, el abogado sufre “los fuertes embates de la soledad y el tedio”. Rechaza el vino porque “no hay nada más aburrido que beber un buen vino sin compañía”.

Durante el segundo año, cesó de tocar música y comenzó a solicitar obras de autores clásicos. En el quinto, volvieron a oírse las notas del piano y el prisionero pidió vino. Pasa por distintos estados de ánimo y ya para el sexto año “empezó a ocuparse seriamente del estudio de idiomas, de filosofía e historia”. En el curso de los siguientes cuatro años, le compraron seiscientos volúmenes. El abogado llega a dominar seis idiomas, y escribe a su carcelero: “¡Oh si supiera usted la celestial felicidad que embarga ahora mi alma al poder comprenderlos!”.

De ahí pasa a los evangelios, a la historia de las religiones y a la teología. Luego se ocupa de Byron, Shakespeare, ciencias, medicina, filosofía…

Justo un día antes de cumplirse los quince años, el abogado escribe una carta al banquero. Le expresa las maravillas que encontró en los libros, con los que se “arrojaba a precipicios sin fondo, incendiaba ciudades, predicaba nuevas religiones, conquistaba reinos enteros…”, y concluye que “cuanto el pensamiento humano fue capaz de crear a través de los siglos está comprimido como una bola dentro de mi cráneo”.

Se sabe más inteligente y sabio que todos, y acaba por despreciar los dos millones de rublos, por lo que sale de su encierro una hora antes de lo pactado para así perder la apuesta.

Desocupado lector: ahí está el cuento de Chéjov, listo para leerse. Así me evito hacer moralejas obvias sobre nuestro confinamiento, que no es permanente, o sobre este año, que no fueron quince. Y ya cada quien hará su balance anual: si algún conocimiento se comprimió como bola dentro del cráneo, o si éste se fue vaciando ante la implacable succión de la apatía.

Y con esto, Dios te dé salud, y a mí no olvide. Vale.

AQ​ | ÁSS

LAS MÁS VISTAS