Notre-Dame: lo que dejó el fuego

Notre-Dame

La verdadera pérdida va más allá de lo particular, pues el conjunto se ha dañado: la catedral gótica más importante del mundo no volverá a ser la misma.

La noche del 15 de abril en París. (Foto. EFE)
José Abdón Flores
París, Francia /

Símbolo del cristianismo, Notre-Dame de París es el monumento más visitado de Europa. También es el “punto cero” para Francia, es decir, el sitio desde donde se miden todas las distancias. Testigo de la historia gala, Notre-Dame ha visto los siglos desfilar ante ella. Una estimación optimista de las pérdidas presupone un costo millonario para la reconstrucción y un lapso de tiempo que, dicen los expertos, llevaría al menos quince años.

La magnitud del incendio parecía colosal, por lo que el rescate se concentró en las reliquias de la Pasión de Cristo (la Santa Corona de espinas, un trozo de la Cruz y un clavo de la crucifixión) y en la túnica de San Luis. El resto de las piezas en la Sala del Tesoro, objetos litúrgicos principalmente, también pudo ser salvado y trasladado al ayuntamiento de París.

Tal vez la imagen emblemática de esta tragedia sea la aguja de la catedral abatida por el fuego. Diseñada en 1852 por el arquitecto Viollet-le-Duc, tenía una altura de 93 metros, lo que originó que no pudiera ser alcanzada por el agua de los camiones cisterna. Su armazón cayó dentro de la iglesia y con ella el pararrayos espiritual, un gallo de bronce que contenía tres reliquias: una espina de la Santa Corona, una reliquia de San Denis y una más de Santa Geneviève. Cabe mencionar que las dieciséis estatuas de bronce que circundaban la aguja habían sido removidas para su restauración tan solo cuatro días antes.

La imagen de la aguja de Notre-Dame en llamas. (Especial)

La parte más afectada fue el techo de la nave, que estaba por ser sometido a una restauración. Fue construido en el siglo XIII con encinos y otros elementos que datan del siglo VIII. Esta maravillosa armazón de vigas y trabes que medía 110 metros por 13 de ancho y 10 de alto, y que era referida como “el bosque”, fue consumida por las llamas. De hecho, cada viga era un árbol; para conformar este bosque arquitectónico se talaron 21 hectáreas de foresta. Una techumbre formada por 1326 láminas de plomo recubría este armazón. La violencia del incendio las consumió de igual modo.

Apenas en 2013 había concluido la restauración del Gran Órgano (que data del siglo XV) a la entrada del recinto. El incendio generó una temperatura de aproximadamente 800 grados centígrados al interior de la catedral, situación delicada no solo para los tres órganos existentes sino para los objetos valiosos como cuadros y piezas de madera que alberga Notre-Dame. Según uno de los organistas titulares, “el órgano no sufrió quemaduras pero quedó cubierto por una mezcla de escombros, polvo y agua”. En efecto, después de las llamas el agua es otro enemigo que debe afrontar la catedral ya que tras horas de intervención de los bomberos, y pese a un trabajo escrupuloso, la humedad generada fue demasiada.

Imaginados como flores del Paraíso, los tres rosetones de Notre-Dame se cuentan entre los más importantes y bellos del mundo. Se sabe que el rosetón sur o del mediodía no sufrió daños; sin embargo, el plomo que separa cada una de las láminas de vidrio es sensible a las altas temperaturas. Por ello, existe la posibilidad de que el rosetón oeste sea removido. Hasta el momento se sabe que los vitrales que se han perdido son los del siglo XIX.

Los Mayos son trece pinturas religiosas de gran formato. Deben su nombre a que eran ofrecidos por la corporación de orfebres parisinos a la Virgen el 1 de mayo de cada año. El más antiguo es de 1634 (El descenso del Espíritu Santo), pintado por Jacques Blanchard, y el más reciente es de 1702. Hasta el momento no hay un comunicado oficial sobre su estado, pero sus dimensiones de más de tres metros comprometen su integridad pues están diseminados en las 30 capillas de la catedral. Será una semana después cuando puedan ser descolgados para ser sometidos a un proceso de deshumidificación.

Pero la verdadera pérdida en Notre Dame va más allá de lo particular, pues el conjunto se ha dañado: la catedral gótica más importante del mundo no volverá a ser la misma.

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