Durante medio siglo, Octavio Paz y Carlos Fuentes cultivaron una amistad que se sustentaba en afinidades, pero también en diferencias, si bien al final de sus vidas aquella relación se deterioró de tal manera que los llevó al rompimiento.
Poeta, ensayista, investigadora, Malva Flores se dio a la tarea de ofrecer una mirada sobre ese pasaje fundamental de la cultura mexicana, lo que se refleja en el libro Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes: crónica de una amistad (Ariel, 2020).
—Este es un trabajo que muy poca gente ha abordado, ¿por qué decidiste hacerlo?
Cuando escribí Viaje de Vuelta me di cuenta de que la fractura en la relación entre Paz y Fuentes podía leerse como el parteaguas del final de la cultura del siglo XX mexicano. Quise averiguar más. Quise saber si antes de ese distanciamiento visible existía una historia que yo —y quizá muchos otros— no conocía. Quise contarla y me tardé diez años en hacerlo. Sin embargo, no soy la única que se ha ocupado del asunto. Guillermo Sheridan, tanto en Por la calle de la amargura como en Breve revistero mexicano, ha hablado ya de esta historia, así como Christopher Domínguez Michael en Octavio Paz en su siglo. Muchos otros también la han abordado, aunque quizá no de manera tan extensa.
—Había admiración entre ambos, respeto, pero también diferencias. ¿Se habrán pensado ellos mismos como puntas de una misma estrella?
No creo que se hayan visto como las puntas de una estrella. Creo, sí, que lo fueron y que la estrella fue su amistad, y —más importante aún— esa estrella definió medio siglo de la cultura mexicana. Sus coincidencias, pero también sus divergencias, hicieron posible la existencia de un México más abierto al mundo. Un México que, como quería Alfonso Reyes —maestro de ambos—, podía sentarse a la mesa de las grandes naciones o, como quería Paz, hacernos contemporáneos de todos los hombres.
—Entre ellos había una gran amistad, pero al mismo tiempo marcadas diferencias ideológicas, literarias... ¿Qué piensas al respecto?
Ambos pensaban que tenían muchas diferencias entre sí, pero, dijo Fuentes en 1984: “siempre hemos estado de acuerdo en estar en desacuerdo. Sin embargo, como escritores y como mexicanos, es mucho más lo que nos une que lo que puede separarnos. Nos une la confianza en los valores de la vida democrática”. Pienso que al final de los varios distanciamientos que tuvieron, y más que las diferencias literarias, esos valores de la vida democrática fueron los que resultaron muy diferentes a los ojos de ambos.
—¿Hasta qué punto fueron “otros” los que contribuyeron a separar a ambos escritores?
No sostengo esa idea, por el contrario. En su relación hubo varias faltas a la amistad que no pueden atribuírsele a otras personas. En el libro dejo claras cuáles fueron esas faltas y me encantará que los lectores puedan hacerse su propia opinión. Por otro lado, no podríamos culpar a Elena Garro y a su severísima reseña sobre La región más transparente de la separación; tampoco a Alfonso Reyes, que se sintió ofendido por esta novela y se lo dijo a Fuentes; menos a José Revueltas, quien hizo críticas importantes al narrador, o a Gabriel Zaid, con quien debatió en los años setenta. En ese sentido, el ensayo de Enrique Krauze (“La comedia mexicana de Carlos Fuentes”) fue, como lo demuestro en más de 600 páginas, el capítulo final de una larga historia.
—Además de ser la crónica de una amistad, también es el relato de su relación con el país y, sobre todo, con los intelectuales.
Quise hacer un mosaico que diera cuenta del clima intelectual y político de México y de Hispanoamérica, principalmente, porque tanto Fuentes como Paz fueron protagonistas de su tiempo y sus vidas se relacionaron directamente con la cultura, la política y los intelectuales de estas regiones.
—¿Qué tan complejo fue tratar de contar esta historia de la cultura mexicana?
Es un deber ético de todo investigador, biógrafo o crítico observar las dos caras de la moneda, al margen de las simpatías o diferencias que se sientan por alguno de sus personajes. Ese fue mi propósito.
—¿Cómo definir la importancia de ambos escritores en el contexto de la cultura mexicana contemporánea?
Durante 50 años definieron el rumbo de la cultura mexicana y creo que hoy, justo hoy, tienen mucho que decir a las generaciones actuales.
—¿Dónde encuentras los ejes de este distanciamiento: en las divergencias ideológicas, la confianza o desconfianza en ciertos gobiernos; en las culturales, su lugar en el ámbito literario y cultural mexicano e hispanoamericano?
No creo que su lugar en el ámbito literario o cultural fuera una razón de peso. Sí, en cambio, la distinta concepción de la democracia y de la forma en que México y América Latina debían transitar hacia ella. En este sentido, el apoyo de Fuentes al gobierno sandinista y su silencio tras los ataques sufridos por Paz al pedir elecciones libres en Nicaragua (que, por cierto, hoy sigue gobernada por la misma persona que hace 30 años) lastimaron duramente al poeta; tanto, quizá, como el hecho de que Fuentes divulgara entre los miembros del boom el proyecto de hacer una revista, proyecto acariciado por ambos y Tomás Segovia durante muchos años.
—Durante muchos años parecía que había que colocarse del lado de alguno de ellos. ¿Sentiste ese peso como poeta? ¿Qué tan difícil es no tomar partido?
Mi mayor preocupación fue realizar un trabajo documental que fuera comprobable, y más que peso sentí una gran emoción al escribirlo.
Orillas del mundo literario
Literatura, autobiografía, elogio de los maestros, las orillas del mundo literario… se lee en la contraportada de Sombras en el campus. (Notas sobre literatura, crítica y academia), libro de Malva Flores publicado por Bonilla Artigas Editores. Es una breve colección de ensayos, algunos de ellos publicados en una primera versión en las revistas Cuadernos Hispanoamericanos, Letras Libres y Literal American Voices, en la que Malva Flores explora una vez más el placer de la literatura como permanente conversación.“En este recorrido —escriben los editores— se enraízan lo académico y lo intelectual, lo personal, lo colectivo y lo social, que es desde donde se busca el conocimiento y se entretejen los discursos de lo real y lo literario”.
ÁSS