La iconografía definitiva de Octavio Paz debía hacerla un poeta y así sucedió.
A Rafael Vargas se debe Octavio Paz. Iconografía (Fondo de Cultura Económica / Universidad Autónoma de Querétaro, 2020), una especie de carta amorosa no de 388 páginas en papel couché sino de igual número de hojas de un árbol cuyas raíces se adentran en quien toca, mira y lee el volumen.
Si en el poema “Los fieles difuntos” Rafael Vargas dice que sus ancestros “a veces abren la puerta de algún sueño” para conversar con él, en Octavio Paz. Iconografía el premio Nobel parece que se asoma sobre el hombro del compilador para verse a sí mismo desde la niñez hasta casi sus últimos días.
Vargas llevó a cabo la investigación iconográfica y seleccionó los textos de Paz y de otros autores que contextualizan las imágenes; además, escribió el prólogo y las notas que, con información puntual y cierto aliento poético llevan de la mano al lector. Una cronología, a cargo de Diana Ylizaliturri Garza, enriquece sobremanera el estupendo paquete en el que sólo se extrañan las sonadas querellas del Nobel con varios intelectuales, al menos alusiones a las mismas.
Medio centenar de fotógrafos profesionales y amateurs aportaron imágenes para el volumen, mientras que los archivos, agencias y diarios consultados llegan a cuatro decenas.
La lista de agradecimientos a quienes colaboraron en la cristalización del volumen es larga y concluye con el nombre de la ya fallecida Marie-José Paz, “cuyo consejo y guía fueron invaluables para dar forma a esta cinta silente”.
Un buen porcentaje de las fotografías fueron tomadas por Marie-Jo, la compañera inseparable de Octavio Paz en México y en los países donde residieron. También hay instantáneas realizadas por profesionales de la lente como Manuel y Lola Álvarez Bravo, Sara Facio (incluyendo la portada), Rogelio Cuéllar, Antonio Gálvez, Rafael Doniz, Héctor García, Alicia D’Amico, Paulina Lavista, Nadine Markova, Juan Miranda y Ricardo Salazar.
En 2010, para conmemorar 20 años de la obtención del premio Nobel de literatura por parte del autor de La llama doble, Rafael Vargas ideó el volumen Octavio Paz. Entre la imagen y el nombre (Conaculta), que incluye materiales de los fotógrafos mencionados.
En la mayor parte de las fotografías de Entre la imagen y el nombre, Paz aparece a solas. Ahora, en la Iconografía se ve al personaje solo pero también rodeado de amigos, intelectuales, artistas y algún político: de Emilio Portes Gil a Nehru y del rey Juan Carlos a Indira Gandhi.
Vargas señala que no existen fotografías de Paz con personalidades como Picasso, Braque, Benjamin Péret, Henri Michaux, Albert Camus, Jean-Paul Sarte o Claude Lévi-Strauss, pero es un hecho que convivió con todos ellos en París. Algo similar sucede con figuras mexicanas como Rodolfo Usigli, José Gorostiza, Jorge Cuesta, Salvador Novo y José Revueltas, entre otros. En la actualidad, cuando millones traen una cámara fotográfica en su celular, es difícil entender tales ausencias, pero hubo un tiempo en que esas máquinas eran armatostes utilizados por muy pocas personas.
En el prólogo se lee: “Pese a que Paz frecuentó a Breton durante los dos periodos en que vivió en Francia, parece que nadie los fotografió juntos. A lo largo de dieciocho meses el escritor y cineasta Alain-Paul Mallard revisó todos los archivos públicos y privados de Francia donde cabía la posibilidad de que existiera una imagen de ambos y no encontró nada”.
Vargas se pregunta si en verdad una imagen vale más que mil palabras; responde que las fotos sólo son pistas que requieren de palabras que les otorguen sustento. A partir de esa premisa, fotografías y textos conforman un caleidoscopio que muestra el paso de Paz por el mundo y, por añadidura, el reflejo de una época.
Según el autor, Octavio Paz. Iconografía no intenta ser una biografía, pero lo es de algún modo. Imágenes y palabras corren paralelas para mostrar cronológicamente al niño con traje de marinero que a los 23 años ya es un intelectual que viaja a España al Congreso de Escritores Antifascistas, donde alterna con Pablo Neruda, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Nicolás Guillén, Luis Cardoza y Aragón, Fernando Gamboa y Carlos Pellicer.
Cargos diplomáticos llevan a Paz a Francia, donde aparece junto a José Bianco, Blanca Varela, Fernando de Szyszlo, Jaques Prévert y Jean Cocteau. En Japón con Elena Garro y Helena Paz. En Nueva Delhi con Cortázar, antes de renunciar por la masacre de Tlatelolco.
De regreso en México con los teatreros de Poesía en movimiento. En ruinas arqueológicas con André Pieyre de Mandiargues o con André Malraux junto a una cabeza olmeca perdida en París. En el vibrante auditorio Justo Sierra de la UNAM o en un plácido estudio de Televisa. Con Carlos Fuentes aquí, allá y acullá.
En Madrid recibiendo el premio Cervantes y en Estocolmo el Nobel.
Con Efraín Huerta, Tamayo, Gabo, Borges, Ida Vitale, Sabines, Vargas Llosa, Julio Scherer, Monsiváis, La Doña y un largo etcétera, todos ellos en una primera edición de dos mil ejemplares que ya está a la venta.
AQ