El aspecto conversacional del jazz conquistó al cantante y compositor anglonigeriano Ola Onabulé (Londres, 1964), quien dejó el Derecho para dedicarse a la música, con la cual buscar decir cosas que toquen el corazón humano y hagan una contribución a su comunidad, que hoy para él es todo el mundo.
“Puedes tener una conversación completa y una expresión plena con el jazz”, comenta en entrevista vía Zoom desde Inglaterra con Laberinto, el artista que regresa a cantar otra vez con la Big Band Jazz de México, de Ernesto Ramos, que celebra 25 años de existencia con sendos conciertos en el auditorio Stoa, de Cancún, el sábado 10, y el sábado 17 de agosto en El Cantoral de la Ciudad de México.
Después más de 30 años de carrera, con una decena de álbumes en su discografía, como More Soul than Sense (1994), Precious Libations for Silent Gods (1999), The Devoured Man (2007), It’s The Peace that Deafens (2015) y PointLess (2019), el Ola Onabulé habla sobre el papel que considera que la música debe tener frente a la violencia, el racismo o el autoritarismo. Cuenta que, si en principio buscaba ser famoso, ganar millones y tener hermosas mujeres, sus intereses cambiaron radicalmente.
“Quiero decir algo que resuene en la gente a un nivel muy humano y que nos haga a todos disfrutar más de la compañía de los demás”, refiere el artista que ha ido a escenarios como el Montreal Jazz Festival.
“No quiero ser parte de nada que esté propagando discordia, odio o crueldad en este mundo”, agregó.
Onabulé tuvo su primera presentación en México, en San Luis Potosí, hace una década, en noviembre de 2014, dentro del Festival Internacional de Cine CinemaFest con la Orquesta de SLP. Y ya con la Big Band Jazz de México, en marzo de 2016, interpretó temas de su disco It’s the Peace that Deafens en el IMER; y el 3 de marzo de ese año, fue invitado con ella en el Lunario del Auditorio Nacional. Su más reciente colaboración fue en noviembre de 2022 en el City of Jazz Festival de San Miguel de Allende.
Será la primera vez que ofrezca un show completo con la Big Band Jazz de México, me comentó Ernesto Ramos. Cantará los temas de su más reciente álbum, que tiene un enfoque muy social e incluso podríamos decir muy político. ¿Qué inspiró PointLess?
Una noche estaba metido en las redes sociales. Había estado escribiendo algunas canciones para lo que pensé que sería mi noveno álbum; pensaba que estaba razonablemente contento con ellas. Pero mientras tomaba un descanso y miraba las redes sociales, apareció un video en transmisión en vivo: en el interior de un auto, había un tipo sentado al volante, con una mujer y alguien filmando, obviamente. Afuera, había un uniformado, discutían; de pronto, éste sacó un revólver y disparó al conductor. En medio de la conmoción, el pánico y la desesperación, la mujer lloraba y gritaba; la cámara se movía. Y, de repente, vi a una niña en el asiento trasero del auto. La transmisión en vivo terminó. Ya está, se acabó. Estaba yo ahí sintiendo todo tipo de emociones extrañas y empecé a escribir. Primero, salió la primera canción del álbum; luego otras 30 más, que tuve que editar para dejar las 15 de PointLess.
¿Cómo explica esa repercusión en usted?
Fue simplemente una discusión sobre poder, hegemonía, violencia, estructuras sociales que dan a las personas la autoridad para quitarle la vida a otra persona sin ninguna conciencia. Estas son cosas en las que había pensado toda mi vida, pero que nunca había puesto realmente en práctica (en la música). Y fue una terapia para mí, intentar tener una idea de lo que acababa de ver. Cuando el álbum estuvo terminado, incluso consideré por un minuto no lanzarlo. Y resulta que unos meses después, no, como un año y medio después, tuvimos el incidente del asesinato de George Floyd en Estados Unidos, y se hizo evidente que lo que había escrito era en realidad muy, muy pertinente y muy relevante para el mundo. Así es como se desarrollaron todas esas canciones de ese álbum que cantaré ahora en México.
¿Qué le ha aportado el jazz? ¿Por qué eligió ese género como su identidad?
Es la conversación, es el aspecto conversacional del jazz. El hecho de que puedes improvisar, expresar lo que sientes en ese momento; y, al mismo tiempo, tal como lo sientes, puedes decirlo. Si alguien más te interrumpe o armoniza contigo, puedes estar de acuerdo con esa persona musicalmente o puedes estar en desacuerdo con ella. Puedes tener una conversación completa y una expresión plena. Y, como resultado, todos se vuelven partícipes de lo que está sucediendo, como en cualquier conversación en la vida. Si dos personas en el autobús tienen una conversación interesante y emocionante, te inclinas un poco y escuchas. Puedes estar de acuerdo o no. Tal vez aprendas algunas lecciones en lo que dicen. Lo mismo se aplica al jazz. Amo todo tipo de géneros musicales y uso elementos de ellos en mi música, pero, sin lugar a dudas, el jazz me brinda la gama más amplia para expresarme como artista.
Nina Simone decía que “el jazz es un término de los blancos para definir la música negra. Yo hago música clásica negra”. Algo similar me decían los compositores Terence Blanchard y Anthony Davis en entrevistas que tuve con ellos. ¿Qué piensa usted de eso?
Bueno, los afroamericanos tienen una perspectiva única sobre la terminología y la expresión en torno al jazz porque es su música y, cuando se originó, sirvió para muchos propósitos. Eran personas a las que les dijeron que no tenían capacidad intelectual, a las que les dijeron que no eran muy elocuentes, a las que les dijeron que tenían una inteligencia inferior y todo ese tipo de cosas. Estoy seguro de que todos estamos de acuerdo en que no hemos resuelto el problema del racismo en Estados Unidos, todavía es una conversación en curso. El jazz es la prueba evidente de que todas esas cosas que acabo de enumerar sobre los afroamericanos no son ciertas, como no lo son para ningún ser humano. Sigue siendo un desafío, en cierto modo, para mucha gente, aunque es una de las expresiones más complejas que el ser humano haya encontrado jamás, musical, armónica y melódicamente.
Todavía es un tema de controversia para mucha gente. Escucho muchas discusiones sobre la eficacia del jazz, si califica como música clásica. Bueno, tiene más de 100 años en su forma popular, y hoy hay más jazz que nunca. Y en 100 años habrá aún más y más formas experimentales de jazz, porque esa es su esencia misma, su experimentación es su esencia. No sé si estoy de acuerdo o en desacuerdo con los afroamericanos porque tienen una posición única, y creo que es su discusión. Yo, como africano occidental, en cierto sentido soy un fanático practicante del jazz, pero (los afroamericanos) tienen una base muy legítima en sus opiniones también muy firmes sobre cómo se considera el jazz.
Nació en Londres, es británico y nigeriano. ¿Cómo es el ambiente jazzístico en Reino Unido?
El jazz en Reino Unido tiene una larga historia. Uno de los clubes más famosos de Europa se llama Ronnie Scott’s Jazz Club (en el centro de Londres) y lo fundó un músico de jazz que nació en los años 30 del siglo pasado (el saxofonista Ronnie Scott) y que tuvo gran éxito en los 60 y 70. Él montó un club de jazz que se ha convertido en uno de los lugares en los que los músicos de jazz internacionales, que casi siempre tocan ahí si vienen al Reino Unido. Miles Davis tocó ahí. Irakere, de Cuba; Airto Moreira, Dianne Reeves cantó ahí, Nina Simone. Yo vi a Nina Simone en Ronnie Scott's cuando estudiaba en la universidad. Así que hay una gran historia del jazz ahí.
En los 90 parecía haber incluso más jazz que ahora. Está empezando a regresar, porque por un tiempo en Gran Bretaña prevaleció el pop. Ahora hay otra ola con otro tipo de jóvenes realmente interesados en el jazz, sus músicos y las big bands. Curiosamente, muchos tienen antecedentes similares a los míos: muchos son inmigrantes de África occidental, que están haciendo una especie de combinación entre la música de África occidental y el jazz. Y también están surgiendo algunas grandes bandas.
Estamos viendo en las noticias los enfrentamientos racistas en las ciudades inglesas, entre neonazis y gente que está protegiendo a los inmigrantes de ataques. Si el jazz es conversación, diálogo, ¿cómo podría contribuir el jazz, y la música en general, para erradicar la violencia?
Sobre el racismo en el Reino Unido, es identificable porque se limita a personas con determinados niveles educativo y económico. Y aunque de lo que hablan es de raza, es bastante obvio para cualquiera que realmente esté escuchando, que de lo que están hablando es de su entorno social, sus desventajas económicas, la falta de empleos, de perspectivas, etcétera. Y ya sea por la forma en que las personas en el poder manipulan esa discusión, o por su falta de una comprensión más amplia de cómo terminan en ese estado, (los racistas) asumen que es el inmigrante el que está aprovechando sus oportunidades, que la razón por la que perdieron ese trabajo. Y lo que hay es un médico o enfermera negros o lo que sea.
El trabajo de un músico, de un jazzista, de un cantautor como yo, es intentar poner en canciones lo que acabo de mencionar, que la gente lo escuche. Y eso impregnará su conciencia y su subconsciente. Y le dará a la gente otra oportunidad de considerar otra razón de su situación, en lugar de escuchar sólo las poderosas voces de la extrema derecha. Ese es el trabajo que la música siempre ha cumplido.
En un reciente debate, Donald Trump atacó otra vez a los inmigrantes, al afirmar que quitan a los estadounidenses “trabajos para negros”. Cuando la gimnasta Simone Biles ganó su primera medalla olímpica en París, retuiteó su foto con la presea y escribió: “I love my black job”.
Jajaja. Sí, yo lo ví. Fue muy bueno.
Ha venido a México varias veces, ¿qué opina del jazz en México y de las big bands?
Los muchachos de la Big Band Jazz de México son músicos fenomenales. Lo que más amo es que tocan música de big band jazz con una identidad mexicana muy fuerte —se lo digo a ellos y a quien me pregunte—. Es difícil describir qué es “una identidad mexicana muy fuerte”. Es el espacio entre las notas, dónde colocan las notas. Algunas culturas siguen el ritmo, es difícil, rígido, preciso; muchas culturas cambian el ritmo, de un lado a otro, no estás seguro en dónde aterrizará. Y algunas culturas tocan incluso música frenética o excitante, tocan de forma relajada. Diría que la Big Band Jazz en México está en algún lugar entre el swing y lo relajado. Y se siente muy singular. He tocado con muchas big bands en todo el mundo y en México es una sensación muy distinta y única.
Después de 30 años de carrera, a sus 60 años, ¿cómo ha cambiado la música a Ola Onabulé?
Después de 30 años tocando música, he madurado, he crecido. Cuando comencé, quería ser famoso, quería conocer muchas mujeres hermosas, quería ganar mucho dinero. No había ido muy lejos en el negocio de la música cuando me di cuenta de que lo que realmente quería hacer era decir cosas que tocaran el corazón humano e hicieran una contribución a mi comunidad. Y mi comunidad resultó ser el mundo. Quiero decir algo que resuene en la gente a un nivel muy humano y que nos haga a todos disfrutar más de la compañía de los demás. No quiero ser parte de nada que esté propagando discordia, odio o crueldad en este mundo. Quiero hacer exactamente lo contrario de eso.
AQ