Oxígeno | Por Mercedes Luna Fuentes

Desde el desierto

Las piezas que se observan en la intimidad, lo que se lee, lo que se crea y escribe en la intimidad hiere profundamente y sana al séptimo día para ser una cicatriz imperceptible que permite el habla de aquello que debió ser dicho.

“Respira”. (Fotografía: Paulina Peña Luna)
Mercedes Luna Fuentes
Ciudad de México /

Hay piezas y objetos que tenemos en lo íntimo de la casa, en un lugar donde entra solo quien tiene nuestra confianza. En la sala habrá cuadros, pinturas y fotografías que todos pueden ver; posiblemente habrá libreros y dos máquinas de escribir antiguas. Es así como se muestra lo que se desea: espejos redondos, plantas, un archivero rojo y alto. En la habitación, en lo íntimo, habrá un ramo de lirios que luego se desgajarán día a día, y sus pesados pétalos carnosos, grandes, rojos y rosas, crearán un ruido semejante a una palmada suave y sorda al caer. Tal vez en esa intimidad, en sus paredes, lucirá una réplica de Gustave Courbet, L'origine du monde (El origen del mundo, 1866). No todos conocen este valioso cuadro, de encontrarlo expuesto en el recibidor o en la sala puede provocar, aún hoy, rubor, confusión, escándalo. Lo describo: las piernas de una mujer están semiabiertas sobre la cama, con su sexo al natural en primer plano, su cintura y la parte inferior de uno de sus senos también expuestos; como si un sueño agitado la hubiese hecho girar entre las sábanas una y otra vez, para terminar de esa forma, al descubierto, durmiendo profundamente o descansando. No hay pornografía en ello, es la belleza mostrada de forma tal que no pretende la pose, no hay encajes o adornos ni en la piel ni en las sábanas. La pintura al óleo se desmarca de la estética de su tiempo, el pintor sabe que la joya es la naturaleza femenina, la perla oculta envuelta por la carne del cansancio o del reposo. Ahí palpita el origen de la vida humana y una de las fases del erotismo. Lo mismo sucede auditivamente con la banda sonora de Abel Korzeniowski, al escuchar la pieza Exhibition. Entre los violines, violas y violonchelos —instrumentos principales—, se aprecia la respiración agitada de una mujer como único “canto”.

Se suma a lo descrito el color del viento entrando por la ventana, donde otro cuerpo, uno real, yace debajo del cuadro de Courbet. En cada caso, ambos cuerpos reposan; como las heridas lineales y diminutas que son profundas, o esas otras heridas hechas inconscientemente por el pensamiento y asfixian a los cuerpos, tienden al desgarro. Habrá un momento en que el aire nos lleve a otro sitio incorpóreo al respirar, mientras se coloca la mano sobre dos heridas cercanas a la costilla derecha. Ellas se pueden describir a sí mismas en el sueño y decirnos qué tan profundas son. El oxígeno administrado a través de la mascarilla induce a un sueño negro que mantiene la vida, mientras en las venas abiertas por el bisturí, los vasos sanguíneos mutilados se vuelven manos sorprendidas que intentan alcanzar extremos, sorprendidas por el aire inesperado que entra al cuerpo abierto.

Así como los libros y la música, el arte y la naturaleza representan descanso, incendio, arrobo. Las piezas que se observan en la intimidad, lo que se lee, lo que se crea y escribe en la intimidad, tienen un efecto distinto: hiere profundamente y sana al séptimo día para ser una cicatriz imperceptible que permite el habla de aquello que debió ser dicho.

El oxígeno en primera persona es el arte máximo de la naturaleza; ayuda a las sustancias a revelar su forma, a dar amplitud a los huesos de la cadera de mujer que alberga a un ser, donde se puede apoyar a una niña de un lado y a otra niña del otro, y caminar por el desierto y el bosque. Así como se adentra en los ojos conocidos, es así como se ahonda en las heridas que devela, y sus heridas se vuelven nuestras.

Podemos dirigir nuestra mirada al pueblo Ndé Lipán, a los esfuerzos por la recuperación de su cultura iniciados en México por Iván Alexander de León Aguirre, Nan´tan (líder) de Coahuila. Él recuerda los sueños de sus ancestros, las planicies, los bosques, las luchas pasadas mientras acomoda en su cuello el choker característico de su pueblo, hecho con hueso de búfalo que simboliza protección; otro uso del choker, además de ser un artículo hermoso, es el proteger de golpes, flechas o cuchillos a quien lo porta, aminorar el peligro en una parte sensible. El nombre empleado por de León proviene de la palabra inglesa que quiere decir asfixia o ahogo, puesto que está ceñido al cuello. Su nombre es una paradoja en este caso: su función es, sobre todo, evitar las heridas que provocan la asfixia por desangramiento de la arteria carótida.

Estigmas por color de piel, asfixia. Prejuicios por vestimenta, asfixia. Creencias de superioridad sobre otras, asfixia. El pueblo Ndé Lipán sobrevivió al ahogo occidental; su descendencia proviene de Kuelgahende (Kuelgas de Castro) y de Ku ne’tsa (gente del agua grande). Llegaron a Coahuila hace más de doscientos años provenientes de las montañas del Norte de Nuevo México, y ahí se desprendieron del Abaachi Shash Nde’ (los Jicarilla Apaches). Particularmente, una de sus familias, se instaló en la Sierra de Arteaga, en Los Lirios; nombre que nos regresa a la contemplación de cada flor, de cada paisaje, de cada sustancia viva que precisa ser tomada en cuenta. Nos recuerda el oxígeno que es toda cultura si nos adentramos en su mirada, en su profundidad, y leemos: herida, cicatriz, dignidad, belleza, descanso.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.