Dice el escritor español Pablo D’Ors que para él es fundamental acercarse a los temas que aborda en su narrativa desde una perspectiva mística. “Escribir y meditar”, afirma, “son las dos caras de una misma moneda; son mis dos oficios: la práctica de la palabra y la práctica del silencio”. Ambos, observa, son ejercicios de autoconocimiento, de modo que si le preguntaran para qué escribe, diría que en última instancia lo hace para conocerse. “La escritura no tiene para mí una motivación esencialmente de comunicación, sino más bien de descubrimiento, de revelación; es decir, que no tengo una idea y escribo, sino que escribo y encuentro la idea, lo que significa que la propia praxis de la escritura me va desvelando qué tengo dentro y en ese sentido es un ejercicio de indagación y de auténtica revelación, porque hay muchas cosas que están dentro y no salen hasta que no les pongo un cauce o una plataforma para salir. Y eso es para mí la escritura”.
D'Ors agrega que escribir es también para él “un ejercicio sobre la identidad personal a partir de egos imaginarios y, por tanto, toda mi escritura es autoficticia”.
Autor de obras como Andanzas del impresor Zollinger, Biografía del silencio, Contra la juventud, El olvido de sí o Biografía de la luz, Pablo D'Ors (Madrid, 1963) expone en entrevista con Laberinto que la escritura para él no es esencialmente expresión, aunque por supuesto admita que hay un relato muy claro, pues se trata de expresar la experiencia; “pero para eso”, señala, “tienes que entrar primero en tu experiencia, así que yo pongo en correlación la poética con la mística: una tiene que ver con la experiencia interior y la otra con la expresión lingüística y literaria”.
D'Ors sostiene que la literatura contemporánea, sobre todo la novelística, “se he enamorado de la sombra, y la dimensión más luminosa, esa que busca la intuición como revelación, se ha perdido. Yo creo que el narrador tiene que hacer justicia narrativa a la realidad, y la realidad no es solamente oscuridad; la realidad también es luz. Suelo decir que hoy es casi imposible encontrar una novela donde no se diga que el autor ofrece ‘una reflexión lúcida y despiadada’ de la realidad. Así que asociamos la lucidez con lo despiadado, y en cambio en mis libros se dice que ofrezco una visión ‘lúcida y compasiva’ del ser humano. Creo que ver la sombra está bien, pero ¿qué hay cuando se supera esa sombra?”
Eso, indica, es precisamente lo que quieren indagar los relatos de Los contemplativos (Galaxia Gutenberg), su más reciente obra narrativa, un volumen en el que reúne siete relatos donde aborda temas como el autoconocimiento, el vacío, la sombra, la contemplación, la identidad, el perdón y la vida cotidiana.
Hay un asunto que parece impregnar todos los relatos de Los contemplativos: la presencia de personajes que son como ángeles. ¿Cree usted que es así?
El ángel es la figura de lo invisible. En ese sentido es un arquetipo muy cercano al escritor. De alguna manera siempre estamos con lo invisible. Pienso que hay en el mundo y en el universo imágenes y sonidos mucho más allá de lo que vemos y oímos en sentido material; hay todo un universo desconocido para el ser humano. Igual que decimos que solo conocemos el diez por ciento del cerebro, del universo no conocemos ni el uno por ciento. De modo que yo creo que sí hay algo y que es lo que representan figuras de lo invisible como son los ángeles. Y también creo que en nuestra vida, en la medida en que estamos en la clave correcta, estamos centrados y no dispersos, en esa medida se nos van abriendo muchos mundos que desde una perspectiva más crasa o literal ignoramos.
Esos personajes de sus relatos, conforme avanza uno en su lectura, van cobrando una entidad que se incrusta en el corazón del lector hasta llenarlo de emociones.
En realidad yo no escribo para amueblar las cabezas sino para alimentar el alma, que creo es el propósito esencial de la literatura. Eso significa buscar una complicidad en lo más profundo del lector; eso significa que aunque haya muchas ideas en mis libros, pues yo bebo mucho de la literatura germánica, una literatura donde hay muchas ideas, hay sobre todo imágenes. Así que mis relatos tienen un tono un tanto onírico, e incluso de realismo mágico. Lo que busco es que el lector encuentre toda esa dimensión misteriosa, sobrenatural, de otro orden de realidad que hay en nuestra vida y que nos abramos a eso desde lo concreto, desde lo cotidiano. Los míos no son cuentos fantásticos. Son cuentos que se mueven en la línea de Kundera o Murakami, donde hay una especie de irrealidad de la que se sirve al autor para contar cosas que existencialmente nos pasan y que nos abren a una comprensión más profunda.
En ese sentido, ¿cree que nuestra sociedad está intoxicada de materialismo?
Sí. Yo creo que la religión contemporánea es el capitalismo y el consumismo; pero al mismo tiempo cada vez hay minorías que se abren a un orden de realidad más profundo y que no se conforman con esto. Yo diría que a pesar de que los profetas de mal agüero presagian que el mundo va cada vez peor, creo que no es cierto, que vamos cada vez mejor, y también creo que como Humanidad estamos subiendo el nivel de consciencia. En ese sentido, debo mencionar que el tema de fondo de Los contemplativos es la consciencia. Hasta ahora nos hemos movido en un paradigma fundamentalmente racional, y ahora empezamos a movernos en un mundo donde la consciencia es el paradigma, lo cual no significa que desechemos la razón, sino que la incluimos y la trascendemos. Los contemplativos quiere ser un libro más que irracional transracional, que incluye la razón pero también la trasciende. En ese sentido yo tengo una visión esperanzada y creo que mi literatura la trasluce.
Escribe en Los contemplativos que una de las cosas más valiosas en nuestras vidas es el tiempo, y que, sin embargo, nunca tenemos tiempo, pues no sabemos manejarlo y por doquier parece que nos es robado, arrebatado, esquilmado, escondido u ocultado. El tiempo, dice uno de sus personajes, es al fin y al cabo “nuestro máximo tesoro”.
El ser humano se mueve en estas coordenadas espacio-temporales que no dejan de ser una concepción. Decimos que no tenemos tiempo pero en la realidad lo que hay es tiempo; sin embargo, desde que entraron los horarios y los relojes en la vida humana desde la Revolución Industrial, el ser humano se ha convertido en mercancía y producto con un afán de rendimiento (hoy vemos a las personas por lo que rinden y no por lo que son). Por tanto, una reconfiguración del espacio y del tiempo es necesaria, y la contemplación lo que plantea es eso: una manera diferente de relacionarse con el espacio y el tiempo. De hecho la literatura es la creación de un espacio y un tiempo diferentes. Esto me interesa mucho porque empalma con la propuesta filosófica del libro, que es la contemplación, de ahí el título, porque creo que hasta ahora hemos construido un mito del pensamiento y de la acción, y lo que yo planteo es que hay algo más importante que el pensamiento y la acción, que es la contemplación; es decir, que antes de actuar y pensar hay que recibir, escuchar, contemplar. Lo que digo en mis cuentos en sustancia es que contemplar es no actuar, dejar ese afán intervencionista que tenemos, moderarlo, pararlo, detenerlo, para actuar dentro, buscar el paradigma de la interioridad, para llegar a una mirada amorosa. Lo que está detrás es que si miramos amorosamente dentro, lo que nos pasa es que vamos generando eso que hemos creado dentro fuera, y se va conjurando la realidad, de modo que el contemplativo es el verdadero transformador de la realidad, sobre todo porque primero la ha generado dentro de sí mismo y por eso fuera puede tener fundamento.
Ferrer, uno de sus personajes, puede verse como un resumen del ser: el ser y la nada; el ser y el todo; el Uno.
Ese cuento al que se refiere se titula “La vía media”, y es como la exacerbación de lo que yo he planteado en otro cuento titulado “Iniciación al vacío”, donde se expone cómo el vacío existencial, laboral, económico o afectivo, esconde una plenitud. Con Ferrer pasa exactamente igual: cómo un hombre que tiene una actitud de no implicación en el mundo, de pronto descubre el encanto de lo cotidiano. Otra idea fundamental que aparece en los cuentos es que si se abre lo inesperado, entra en nosotros un nuevo mundo y se reconfigura lo que hemos vivido hasta entonces.
Escribe que “los mejores logros de la vida nacen de los más ruinosos desastres”, que “parece increíble que el bien pueda tener su cepa en el mal”.
En la tradición católica se dice que antes de subir al cielo, después de resucitar, Jesús visita los infiernos; es decir, que hay que llegar a un punto de saturación de sufrimiento para que se abra el despertar. Uno de mis maestros tuvo su máxima experiencia de iluminación cuando era un joven soldado en Nuremberg, donde caían las bombas sobre la ciudad, él se escondió en un sótano, y en ese momento sintió impotencia, rabia, terror, pensó que iba a morir, y ocurrió algo que hizo click dentro de él y sintió una paz profunda. Esa fue su experiencia de iluminación más importante. Así que creo que es verdad que muchas veces hay que atravesar momentos muy tenebrosos para que se abra algo nuevo. De eso hablo mucho en mi libro Biografía de la luz, donde expongo cómo la iluminación no es otra cosa que una sombra alumbrada. En general en la vida hay valles y montañas; y muchas veces tenemos que hacer la experiencia del infierno para poder subir al cielo, o al revés.
Escribe también que pensamos mucho en Dios, pero no le vemos, y esto es parte de nuestra tragedia contemporánea, no sentir lo divino, porque no sabemos ni nos preparamos para sentirlo.
Se está abriendo una nueva configuración de lo espiritual y por tanto también de lo religioso, donde la Iglesia católica está perdiendo su papel hegemónico. Pero esa es una invitación a recrear desde una perspectiva nueva y más acorde a la sensibilidad contemporánea todo ese mundo. Quizá toda esa dimensión doctrinal o litúrgica necesita una reconfiguración, y es por esta vía de silencio o la meditación donde puede haber una entrada a ese nuevo horizonte religioso.
¿Qué hay de fondo en el relato Biografía de la sombra?
Biografía de la sombra es un relato sobre el arte y cómo por medio de éste se cuela lo sombrío, no solo de lo egoico sino del mundo ilusorio. Es una reflexión narrativa sobre el poder destructivo del arte, y en última instancia es una crítica a la cultura. Hoy de las pocas cosas que tienen prestigio en nuestras sociedades son la cultura, pero hay muchas cosas que llamamos cultura que no están sirviendo al ser humano, a que seamos quienes estamos llamados a ser. ¿Cuál es la función de la cultura? Creo que es una gran pregunta.
La cultura ha sido absorbida por el capitalismo y sus industrias, por el turismo, por ejemplo, que la ha convertido en un fenómeno mercantil.
Quizá está pasando con la cultura lo que ha pasado con la religión: si no está insuflada de espíritu, de verdad, se va deteriorando, va perdiendo su sentido. Por eso creo en la contemplación como una propuesta de renovación no solo de la religión, sino también de la cultura, de la literatura. El silencio, la escucha, la mirada, esto es lo que de alguna manera puede revitalizar todo eso que está medio mortecino.
“Cuando dejes de escuchar los tambores de la sociedad”, escribe usted, “escucharás los violines del alma”.
Esa es la idea, hasta el punto de que hay gente que ha dejado de creer que en el alma suena un violín; hay gente que solamente cree que el mundo es un tambor. Por eso es importante esta propuesta que podríamos titular “El violín también existe”.
Biografía del silencio es un breve ensayo sobre meditación que le ha valido miles de lectores en todo el mundo. ¿Por qué cree que es tan necesaria la meditación en estos momentos?
Ese es un libro sobre la práctica del silencio interior; es un libro que escribí en 2012 y publiqué en 2012 y recoge mis primeros cinco años de práctica meditativa. Es un libro muy sincero donde cuento todas mis dificultades, porque enseguida que se habla de meditación la gente suele pensar en el nirvana, y la verdad es que su práctica es mucho más modesta. Y ahí cuento lo mal que lo he pasado intentando llevar a cabo esa práctica, la gente puede sentirse identificada con la humanidad de un autor que se confiesa no iluminado pero sí fascinado por una práctica que es muy transformadora.
Por último, ¿qué figuras presiden su panteón literario?
En el ámbito literario hay dos novelas que son las que más me gustan de prácticamente todo lo que he leído: una está escrita por John Williams y se titula Stoner. La otra es de un escritor húngaro llamado János Székely, titulada Tentación, una novela que mezcla Kafka y Dickens. Son mis dos libros narrativos por excelencia, aunque en general mis fuentes narrativas son centroeuropeas: Stefan Zweig, Hermann Hesse, Franz Kafka, esas son las fuentes de las que bebo. En el plano espiritual quizá el más importante es mi maestro Franz Jalics, pero también Carlos de Foucauld o el Mahatma Gandhi de Mis experimentos con la verdad; también citaría a Simone Weil y a un sueco llamado Dag Hammarskjöld, que escribió un libro de aforismo maravilloso titulado Marcas en el camino, y entre los más contemporáneos hay un psiquiatra estadunidense que se llama David Hawkins, cuya propuesta espiritual desde la filosofía perenne es muy interesante.
AQ