El editor, periodista y gestor cultural Ramón Reverté recopiló durante décadas retratos antiguos de mexicanas en mercados de pulgas capitalinos y una selección de ellos se expone ahora en un volumen “íntimo”, curado y editado por el fotógrafo Pablo Ortiz Monasterio para el sello de libros de arte RM.
“Es tiempo de mujeres”, justifica en entrevista Ortiz Monasterio sobre el por qué de Las mexicanas.
La selección en el libro de 140 páginas y 129 retratos, con prólogo en inglés y español de la escritora, socióloga y economista Brenda Navarro, muestra un gineceo de mexicanas en su diversidad cultural, social y étnica, que posaron para la cámara en un periodo de casi un siglo, de 1880 a 1960, desde los inicios de la fotografía hasta poco después de reconocerse el derecho al voto a las ciudadanas en 1955.
“Las mexicanas tiene la virtud de no ser un libro muy grande, eso nos gusta no solo porque es más accesible, sino también por la naturaleza de las fotos: buena parte de ellas son muy chiquitas”, comenta Ortiz Monasterio, editor de libros de arte y de fotografía como Frida Kahlo: sus fotos (RM, 2010).
“Las imágenes proceden de mercados. Son fotos chiquitas; hay algunas de bodas, más finas, que pueden ser más grandecitas, pero son la excepción. Al hacer el libro pequeñito, es muy íntimo, puedes verlo muy cerca, ver los detalles; un libro grande te tienes que alejar más, ponerlo en una mesa”, aduce.
El fotógrafo subraya que en los procesos de selección y edición se planteó mostrar las imágenes de las mujeres en el volumen en cierta medida por pares, algunas por similitudes o por contrastes entre ellas.
“Hay un énfasis muy grande en armar los pares, que esta foto y esta otra tengan, de ser posible, algún tipo de conexión. Por ejemplo, (en páginas contiguas) hay dos bodas: una es muy linda, coloreada; la otra tiene una atmósfera de la gente en México en esa época, en los años 20. En esa conexión, las fotos se engarzan, la lectura del libro no es foto por foto, sino que tiene una trayectoria en todo el volumen.
“Estas fotografías estaban en las casas de las mujeres; las sacas de ahí, les creas un nuevo contexto y cambian, se vuelven como una cosa interesante que habla de un periodo, de un país, de una región, de una cultura. Les estoy construyendo un contexto y la lectura de esa misma foto se va hacia un lugar determinado. Quizás si tú la viera en una casa, te da una impresión, pero con la foto que tiene al lado en el libro o antes o después, la estoy poniendo en lo que tú dices, una especie de intervención, en la que al darle un nuevo contexto cambia la lectura, la llevas para acá y para allá. Todo esto en un libro ligero”.
Uno de los guiños “pícaros” del editor son, por ejemplo, contrapuntear en páginas pares contiguas las pocas imágenes de desnudos femeninos antiguos, en blanco y negro, con hermosos retratos de monjas.
La idea de la colección y del libro de que fueran mujeres no era para mostrar imágenes que han fascinado a los hombres: los desnudos, las encueratrices, para lo que la fotografía se ha prestado mucho, según Ortiz Monasterio, sino que incluso los desnudos tuvieran que ver más con lo vernáculo.
“Las mexicanas no tiene énfasis en eso, el libro está más enfocado en lo vernáculo, en lo popular. Claro que hay alguna que otra (foto de desnudos), pero no de profesionales, no hay muchas vedettes, de las que existen bastantes fotos, sino que se trata de lo vernáculo. Y, aun en eso, en aras de ser un poco pícaro, tiene también una parte de los desnudos”, comenta el fotógrafo que muestra algunos ejemplos del libro.
“Y luego hay dos: en las que medio se alude a la sensualidad, al cuerpo, al deseo, pero no hay hombres. Si yo pongo este desnudo, esta chica, y en la otra página pongo a un hombre, aludo a una relación. Entonces, decidí, como es un libro de mujeres, en un par de casos meterles a las monjas, que son chistosas las fotos de las monjas”, añade.
También se sigue una cronología: desde las primeras fotografías del siglo XIX hasta las de mediados del siglo XX, casi todas anónimas, tanto en las mujeres retratadas como de quien tomó sus imágenes.
Ortiz Monasterio destaca la alta calidad de la impresión de las fotografías tan antiguas seleccionadas para Las mexicanas, realizada por Brizzolis, “una de las mejores imprentas en Europa”, según el fotógrafo, que igual estuvo a cargo de la fotomecánica y la dirección creativa, ésta junto con Reverté.
“Nos preocupó que hubiera distintos tipos de mujeres. Era fundamental sí tener a las indígenas, inclusive hay un par de retratos de afrodescendientes; no es que hubiera tan poquitas, pero sí hay pocas fotos”, comenta Ortiz Monasterio, que muestra retratos de familias indígenas de los dos siglos pasados.
“Esta colección viene de los mercados de pulgas, de segunda mano: la Plaza del Ángel, La Lagunilla, el jardín Pushkin… Es la colección de Ramón Reverté, unas 3 mil fotos de mujeres. ¿Por qué mujeres? Porque Ramón es coleccionista y tiene dos colecciones de fotos: una de coches y otra de mujeres”.
Quizá sobreinterpreto, pero en estas fotos siempre hay un contexto social para las mujeres; no se las tomaron solo por ocio-placer como se hacen en la actualidad. ¿Estaba planeado por usted?
Me gusta mucho lo que dices. Sí, (hay) un evento social. Pero, sobre todo, era un momento en que la fotografía tenía mucho que ver con el ritual. Se quería dejar un testimonio. Casi todas las fotos tienen un denominador común, son retratos en los que las mujeres —decía un compadre— no son tomadas a traición, sino tanto el fotógrafo como la fotografiada saben que se está haciendo la foto, están posando.
También el concepto de qué era la belleza difería del actual, no eran fotos para mostrarse bellas, los retratos se exhibían en las casas. A diferencia de las fotos que se toma la gente hoy, selfies, que son efímeras, en esos retratos hay un interés de esas mujeres por permanecer y trascender.
De: “Que yo fui ésta”. Sí, sin duda, se siente eso en el libro. Y les da una dignidad, no se presentan ellas haciendo lo que ahora las chavas guapas que se hacen fotos, mostrando gestos de moda. Y luego hay mucha variedad, mucha riqueza, mucha diversidad de mujeres en estos retratos, que reflejan también que México es un país muy rico. Hay muchos tipos de mujeres (en el libro), en diferentes circunstancias y ambientes, si no viéramos a las mujeres sino lo que hay a los lados, también hay esa lectura. Entonces (con las fotos por pares) armas como microuniversos entre ambas, que se unen.
Soy amigo de Ramón Reverté desde hace 25 años, yo fui a Barcelona a hacer la selección, me dio covid, me clavé a ver todas las fotos para hacer la selección, le dediqué muchas horas al libro. He editado como 150 libros, soy fotógrafo, tengo ese oficio de que las fotos me hablan, es un proceso de que escuchas los conjuntos y deslindas. Me costó trabajo lo que llamo yo ‘pícaro’, esta parte medio sensual, medio erótica, que es parte de la vida; se logró con las monjas, de que tiene un comentario moral o ético de poner a la encuerada con la monja, de la religión y el sexo, provocadora”.
¿Qué le dicen estas mujeres, en este periodo de casi un siglo de retratos femeninos?
Caramba. Lo que me dicen es que había una relación de todas ellas con la fotografía y con la imagen de mucho respeto. Hoy estamos haciendo miles y miles de fotos, todo mundo toma fotos, haces fotos hasta de un número de teléfono para que no se te olvide. Y esas fotos se van a perder. Ahí, la fotografía era esta idea, sobre todo, del retrato, para eso se inventó la técnica de la fotografía. Entonces, hay mucho respeto, las mujeres proyectan un interés por verse lo mejor posible, están en actitudes tales que confirman mi fe muy grande de que las mujeres son una parte fundamental de la sociedad y de que hoy en día es tiempo de mujeres. Me doy cuenta. Tengo tres hijas. Llevamos un periodo larguísimo de patriarcado y algunas cosas las hemos hecho mal —mujeres y hombres—, nos han salido mal: las guerras, etcétera. Entonces, que las mujeres tengan más protagonismo, me da optimismo de que la raza humana se va a salvar. Los hombres tuvimos chance ya, pero ahora es tiempo de mujeres.
ÁSS