La RAE la define, por su origen latino, como la capacidad de soportar el sufrimiento, de patientia o cualidad del que sufre. Sin embargo, es muy cercana a ciencia que es una palabra latina y significa conocimiento. Es de sabios aceptar la espera, soportar o tolerar, tener el tiempo de pensar antes de actuar. Eso es lo que se ha terminado, el tiempo. La virtud del progreso es la velocidad, y si algo se atrasa es ineficiente, molesto, y lo desechamos. Eso lo hemos prolongado a la vida cotidiana, todo debe ser rápido, las relaciones personales se hacen con apps, se elige y se cambia a otra app, hasta encontrar lo que en ese instante funciona.
La fama no tiene paciencia, hay más vida que fama. El olvido es más veloz que la fama, la alcanza y la fulmina, se sigue de largo y no mira para atrás. Cientos de cantantes que tuvieron una gran “fama” que llenaron estadios, se mueren, y leemos sus obituarios en los periódicos, con esa noticia vuelven a aparecer en los medios, esa efímera resurrección se desvanece, ya se irá otro, y otro más.
¿Habrá paciencia para esperar a que regrese lo perdido? ¿Cómo se pasa de los reflectores más enceguecedores a la oscuridad sorda y muda? Hay cantidad de películas que analizan esa tragedia, desde Sunset Boulevard de Wilder a Érase una vez en Hollywood de Tarantino, con el personaje de Di Caprio, que interpreta a un actor decadente, o la reciente Babylon, que termina con el suicidio del personaje rebasado por el cine sonoro y olvidado por el público. Los ultrafamosos tienen que esperar a que la muerte tenga piedad de su miserable anonimato y se los lleve a las telarañas del círculo del infierno que alberga el salón de la fama.
Es más difícil adaptarse al anonimato recién adquirido que a la fama ganada por accidente. El concepto se ha distorsionado, porque la fama ya no es privilegio de los actores o cantantes que mueven masas, las redes han inventado otra forma de fama. La viralización hace que gente que no ha realizado ningún esfuerzo se haga famosa accidentalmente, y eso está creando otro salón de la fama: los anónimos virales.
El fenómeno inició con los reality shows y ahora con las redes la realidad es virtual e instantánea. La paciencia es una virtud, soportar ese sufrimiento de regresar al vacío es una condena. ¿Existirá la ciencia, es decir el conocimiento para saber cómo vivir sin añorar eso? En una encuesta realizada en China y Alemania en 2016 preguntaron a adultos jóvenes en qué soñaban despiertos y el 60 por ciento respondió que en ser famosos, el resto en ser ricos.
Se trabajaba con paciencia para ser famoso, y sostener la fama es un trabajo, por eso es trágico cuando un artista de valor regresa a la nada. Los anónimos virales no hacen esfuerzo, y sin paciencia estallan y con la misma velocidad el olvido se los traga.
AQ