La pandemia vista a través de las ramas en primavera | Una charla con Alexandra Délano

Entrevista

Con Brotes, la escritora y académica mexicana confeccionó un documento poético que registra su tránsito en dos ciudades durante los primeros meses de pandemia.

Alexandra Délano Alonso, escritora y poeta. (Foto: Camilo Godoy)
Ángel Soto
Ciudad de México /

En marzo de 2020, cuando la pandemia de covid-19 era tan reciente que los conceptos “zoonosis”, “curva de contagio” o “inmunidad de rebaño” todavía no se integraban al léxico cotidiano, Alexandra Délano Alonso halló en la escritura un antídoto contra la zozobra.

Por aquellos días los contagios se multiplicaban a un ritmo hipertrófico. El ciclón pandémico comenzó a incitar las conversaciones tempranas —perfectas agitadoras de la incertidumbre—, la infodemia, la sensación de inseguridad ante el otro, el estremecimiento compartido… Y en medio de ese maremoto empezó a gestarse Brotes (Elefanta Editorial, 2021), un libro de estética minimalista que registra, en clave poética, la peste del siglo XXI.

“Escribir apuntes y fragmentos de lo que estaba sintiendo fue un modo de encontrar un espacio de silencio para mí misma, para darle un nombre a la incertidumbre, para tener un espacio en donde respirar”, cuenta en entrevista Alexandra Délano, investigadora y directora de la carrera de Estudios Globales en The New School, de Nueva York. “Poco a poco, esos apuntes crecieron a la par de fotografías que tomaba en mis caminatas diarias, que se convirtieron en otro espacio de pausa para sentir lo que estaba pasando en mis propios pasos, en mi propio silencio”.

—Ese silencio emerge a través de distintos elementos: los juegos de la puesta en página, los espacios en blanco entre textos y fotografías… Eso le da cierta cadencia al libro.

Sí, el silencio es un hilo constante. Para mí es muy importante cómo la pandemia nos ha impulsado a respirar y a escuchar de otra manera, escucharnos a nosotros mismos y también lo que está pasando alrededor. Por eso en el texto hay una conexión con muchos sonidos: las sirenas de las ambulancias, los pájaros, la propia respiración. Poco a poco empecé a descubrir algunos ritmos dentro de mi escritura, frases, eventos, formas de conversar, algunas preguntas de mis hijos, las cifras de muertos y de personas enfermas de covid.

—Es un libro que se percibe multisensorial, que apela a más de un sentido, porque están los sonidos, pero también los textos, las fotografías que configuran una especie de textura de ramas y flores.

Eso para mí fue un diálogo muy bello e integral. No solamente el diálogo de uno mismo en relación a su entorno, también el diálogo con la naturaleza. Yo crecí en un espacio urbano en la Ciudad de México y vivo en un espacio urbano en Nueva York, por eso vivo muy intensamente las contradicciones y posibilidades, los contrastes entre lo interno y lo externo, entre los árboles y la ciudad. Por eso en el libro existen esos espacios donde sólo hay una fotografía sin texto, o un texto sin fotografía, para abrir la posibilidad a que cada quien los llene con su respiración.

—Parece que el cronómetro del libro no mide minutos o segundos, sino contagios y muertes. Primero se cuentan centenas, luego millares. ¿Es ese el verdadero tiempo del libro?

Exacto. Como digo en uno de los poemas, es un tiempo sin tiempo. Es casi imposible medirlo. Perdimos las transiciones entre la casa y el trabajo o la escuela, eso ha cambiado nuestra manera de vivir la temporalidad. De alguna manera lo que marcó el paso del tiempo fue el aumento de muertos y enfermos. Terminé de escribir en junio del 2020, los últimos casos que incluyo son de ese tiempo, pero para mí no hay punto final. El libro termina con una pregunta abierta, no sólo para mostrar que la pandemia sigue y que los casos continúan aumentando, también para sugerir que las preguntas que nos ha generado deben quedarse con nosotros. No debemos ir hacia una nueva normalidad sin la perspectiva de lo que nos ha revelado: los sistemas que no funcionan, las desigualdades, las vulnerabilidades, la dependencia de los otros y la solidaridad que se ha manifestado en algunas maneras.

—En esa pregunta final aludes al horizonte como un elemento inalcanzable, que podemos vislumbrar pero que resulta imposible de tocar. Eso me hizo pensar en la perspectiva de tus fotografías, que siempre miran hacia arriba, como buscando algo inasible.

Fue interesante ver cómo en esos procesos de fotografía siempre terminaba mirando al cielo entre las ramas, con ganas de abrir el espacio. El árbol da la sensación de tener una raíz, transmite la idea de que aunque ahora vivamos un momento de incertidumbre, de necesidad de reconstrucción y replanteamiento, la naturaleza sigue sus ciclos y nos revela sus continuidades y certezas.

—En este punto hay que hablar del doble significado del título, Brotes. Tiene, según el contexto, una connotación negativa y otra positiva.

Es una palabra que siento muy cercana y que tiene esos dos sentidos: los brotes de una primavera que vivimos tan intensamente en todo el mundo y el brote de la enfermedad. Brotes también lo veo como un espacio de posibilidades, de regeneración, no sólo en la naturaleza, sino también de nosotros mismos.

—De este libro surgió también una obra audiovisual; cuéntame un poco sobre ella.

La película Fragmentos fue un esfuerzo de colaboración que hice con Daniela Alatorre, directora y productora de cine. Ella fue una de las primeras personas que vio el borrador, que la inspiró a querer documentar su experiencia. Se sintió muy conectada con la manera en que yo lo estaba haciendo con abstracción y mucho silencio. Entonces propuso que hiciéramos un ejercicio de montaje con algunos de los poemas y las imágenes que ella estaba filmando en México. En el cortometraje hay fragmentos del poemario e imágenes inspiradas en la conexión entre la naturaleza y la experiencia íntima del confinamiento; es un ejercicio muy minimalista. Lo mostramos en el Festival de Morelia y en FICUNAM.

—Escribiste un libro sobre la diáspora mexicana a Estados Unidos. En ese sentido, ¿cómo has percibido el impacto de la pandemia en las personas migrantes, sobre todo ahora que, con el cambio de gobierno en EU, se ha disparado el éxodo hacia el norte?

Algo muy impactantes de la pandemia en relación al tema migratorio es el hecho de que se cerraran las fronteras. Nunca nos hubiéramos imaginado que se restringiera la llegada de vuelos internacionales. Eso va a dejar un eco en términos del control migratorio. También está la relación entre las comunidades más vulnerables y su estatus migratorio. Fueron las más afectadas en contagios y muertes por falta de acceso a seguro médico, por miedo, por falta de información para acceder a las instituciones públicas.

A la vez tenemos el otro lado: la pandemia puso el acento en el papel que tienen los trabajadores migrantes en la economía, en la agricultura; la importancia de mantener la producción y la distribución de alimentos, dos sectores donde hay mucha población migrante. Eso puede ser transformador, como en el caso de Francia, donde se otorgó una regularización a los trabajadores esenciales. En el gobierno de Biden también se ha propuesto que se ofrezcan este tipo de apoyos, aunque aún tenemos sistemas en donde cualquier apoyo gubernamental excluye a las personas indocumentadas. Estamos ante la posibilidad de cambiar la manera en que se ve a las personas migrantes y el papel que ocupan en la sociedad. Tenemos que pensar que la dignidad y el bienestar de cualquier persona, migrante o no migrante, afecta al bienestar de todos.

ÁSS

LAS MÁS VISTAS