‘Paraíso: Esperanza’: una luz en el cine austriaco

Cine

La trilogía ‘Paraíso’, de Ulrich Seidl, muestra que el gran cine es capaz de trascender el artificio y mostrar la realidad.

Fotograma de ‘Paraíso: Esperanza’. (MUBI)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Dice el poeta Edgar Bayley que se cree que lo opuesto a la verdad es la mentira. Y no es así. La mentira se parece mucho a la verdad. Tanto que los poetas y artistas nos resultan más bien farsantes cuando lo que quieren es retratar la realidad de una cultura.

La trilogía Paraíso y particularmente Paraíso: Esperanza, de Ulrich Seidl (disponible en MUBI), muestra que el gran cine es capaz de trascender el artificio y mostrar la realidad. Una verdad que brilla, en este caso, gracias a la interpretación de una actriz no profesional.

Melanie Lenz hace a una muchachita con sobrepeso y muy hermosa que se enamora con pasión de adolescente de un tipo discretamente vulgar y perverso. Y el tipo, ¿qué va a hacer? Para saberlo es necesario admirar esta película que resulta al mismo tiempo graciosa y profunda, obra culminante de una trilogía que resignifica estas palabras manoseadas: fe, esperanza, caridad o —mejor— amor. Amor de bondad.

En este intento el austriaco, Ulrich Seidl pone en escena tres historias en que se burla de modo cruel de la sociedad europea post industrial. Este país que antaño produjo a Mozart vive hoy lleno de un pesimismo que, en el caso de Melanie en Paraíso: Esperanza, sólo se llena comiendo.

Es necesario advertir que, visto que en MUBI podemos gozar de la obra anterior de Ulrich Seidl, es recomendable ver Paraíso: Amor antes de adentrarse en esta pequeña joya sobre la esperanza, una esperanza que, en Melanie, está a punto de transformarse en ausencia. La misma que hizo de su madre, cazadora de hombres jóvenes y pobres en África. Si vemos Paraíso: Amor antes de Esperanza, el final de esta última nos golpeará como esos cuentos en que una frase o una palabra nos despiertan. Porque veremos entonces el futuro de esta niña adorable; esta muchachita que, cuando quiere entregarse, no acierta a otra cosa que a abrazarse al pecho del amado como si fuese una niña huérfana.

Pero, además de narrador, Seidl es un filósofo que cuestiona lo que creemos entender por amor. Para el austriaco, en esta trilogía, el amor es una suerte de metanoia, una transformación espiritual que conduce al espíritu desde el sexo como concupiscencia hasta el amor como distancia, la justa distancia entre la lujuria y la auténtica caridad, el amor de quien se atreve a hacer lo correcto. No se trata solamente de que Seidl ponga en escena que el amor auténtico necesita de cierta distancia en que habita el respeto; al reflexionar en ello, el cineasta consigue aproximarnos tanto a la vida de estos chicos que de pronto nos sentimos con ellos. Ahí metidos en un campamento dispuestos a lidiar con un ideal de belleza que no podremos lograr. Porque, en efecto, estos niños tienen un pecado original: sus cuerpos no corresponden con los estándares que la moda nos espeta a todos en la calle y la televisión. En este sentido, Seidl descorre el velo de nuestras ideas tontas, pero no lo hace dejándonos impotentes frente a un sistema que ha dinamitado por placer, no.

Si uno se fija, en esta película hay, en efecto, esperanza. Y es que, en el campamento en que Melanie ha venido para adelgazar hay también espacio para crecer y divertirse, para encontrar amigos que no nos dicen que estamos gordos y, sobre todo, hay un hombre, a todas luces medio loco, que está por transformar su existencia haciendo lo que tiene que hacer. Con ese gesto, Seidl cambia por fin el rumbo del cine austriaco, un arte que resulta espejo de un país enfermo de vergüenza y desilusión.

Paraíso: Esperanza

Ulrich Siedl | Austria | 2013

AQ

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