Darío Galicia: el infra que faltaba

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Personaje de Roberto Bolaño, leyenda urbana, puntal del infrarrealismo, el poeta reaparece tras años de penurias y una penosa situación de vida.

Darío Galicia, autor de Historias cinematográficas. (Foto: Javier Narváez)
Ana Clavel
Ciudad de México /

Si las leyendas urbanas existen, también son parte del territorio de nuestra poesía. Rubén Darío Galicia Piñón (Ciudad de México, 24 de julio de 1953) fue un poeta cercano al infrarrealismo mexicano de los años setenta. Publicó dos libros de poemas: Historias cinematográficas (BUAP, 1987) y La ciencia de la tristeza (UNAM, 1994). Fue incluido en Asamblea de poetas jóvenes de México (1980) de Gabriel Zaid. Hasta el año 2000 aparecieron, intermitentemente, poemas, traducciones, ensayos y cuentos suyos en diversos suplementos y revistas como Punto de Partida, Plural, Diálogos, El Búho, Sábado, Tierra Adentro, Gay Sunshine, Hora de Poesía, Rimbaud Vuelve a Casa. En fecha próxima el poeta Bruno Montané sacará a la luz en Barcelona una nueva edición de La ciencia de la tristeza en la editorial independiente Ediciones Sin Fin.

Desde hace años no se tenía noticia de Darío Galicia. Muchos de sus amigos y gente que lo conoció lo daban por desaparecido. El mismo Roberto Bolaño, que murió en 2003, partió con la idea de que el compañero de tantas aventuras y desplantes había sucumbido al peso de su destino. Por cierto, Darío inspira un personaje gay y transgresor en la novela Los detectives salvajes de Bolaño, no Piel Divina como algunos confunden, sino Ernesto San Epifanio.

¿Qué había pasado con Darío? Por diferentes caminos nos encontramos viejos amigos del poeta y yo, al que apenas me lo crucé en los años ochenta, en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras, con paso torpe y voz lenta, cargando a cuestas la leyenda negra de una lobotomía. Un poco como “detectives salvajes” nos dimos a la tarea de ir tras su rastro, entre recuerdos vagos de una visita a su casa en los años noventa y la aparición providencial de una ficha con una dirección en los archivos del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

Así, el sábado 6 de abril dimos con Darío Galicia. Lo encontramos en condiciones lamentables y “conversamos” con él: Luis Antonio Gómez, poeta y amigo muy cercano a Darío desde los años setenta, Mario Raúl Guzmán, editor de la revista La Zorra Vuelve al Gallinero, y yo que escribo un texto sobre este poeta marginal y legendario. En una segunda visita lo llevamos, trastabillante él, a darse un baño y cambiarse de ropas, a que le graduaran unos lentes en el Centro, a comer en un restaurante. Se nos unieron los poetas José Peguero y Juan José Oliver, también antiguos amigos infras. De ese encuentro, quedó la promesa de Oliver de conseguirle una máquina de escribir, pues Darío constantemente repetía el deseo de hacerse de una. Para cuando aparezca esta nota, Oliver y Mario Raúl habrán ya comprado la Olivetti Lettera 32 usada que quiere Darío. También un ciento de hojas bond tamaño carta y se las habrán llevado a su casa. 

“Al poeta le saldrán nuevas alas si reemprende la escritura. Ojalá…”, me dice en un mensaje Mario Raúl. Ojalá… pues aún desconocemos si Darío nos percibe como algo más que personajes de un sueño brumoso, fraguado por la soledad, la tristeza y el desamparo.

El autor de 'La ciencia de la tristeza' fotografiado el 1 de mayo de 2008. (Foto: Javier Narváez)

En 1976 Darío Galicia fue sometido a una operación por aneurismas cerebrales. Un poema de Bolaño, “Visita al convaleciente”, da cuenta del hecho. ¿Cómo fue que esa intervención quirúrgica se convirtió en la práctica bárbara de una lobotomía por su condición homosexual? Es algo que, sin duda, estremece la dignidad y la imaginación. Y si bien pudo recuperarse y volver a escribir, paulatinamente con los años fue perdiendo destrezas físicas e intelectuales. Tras la nueva visita al convaleciente, puedo afirmar que aún conserva lucidez y memoria. Pero se encuentra muy deteriorado, viviendo en condiciones paupérrimas a sus casi 66 años, con problemas de salud, alimentación y manutención, apenas al cuidado de una tía de más de 80 años, que con dificultades puede cuidarse a sí misma, en un departamento ruinoso en la colonia San Andrés Tetepilco, Iztapalapa.

A la leyenda de la lobotomía, se sumaba la de su desaparición. Como señalé antes, mucha gente lo daba por muerto, aunque los poetas Uriel Martínez Venegas y José Vicente Anaya, el librero Enrique Fuentes, el impresor Juan Pascoe dieron noticia de haberlo visto en situación de calle en diferentes momentos. La escritora Carmen Boullosa, que lo conoció cuando ambos eran jovencísimos y obtuvieron la beca Salvador Novo en 1975, escribió en un artículo publicado en Día Siete en abril de 2008, con rabia e ironía, sobre el estado de indefensión en que nuestro país podía abandonar a sus creadores caídos en desgracia. A raíz de ese artículo el fotógrafo Javier Narváez se dio a la tarea de buscarlo y registró su paso por las calles del Centro, mientras Darío se acercaba a un café al aire libre y tomaba restos de los vasos desechados. Encorvado, envejecido, indigente, fue un milagro que Javier descubriera en este personaje los rasgos del poeta más joven.

Darío deambulaba por las calles de la CdMx en 2008. (Foto: Javier Narváez)

Darío Galicia es una figura singular en la poesía mexicana y en particular homosexual, que le dijo a las cosas por su nombre y se asumió con honestidad y rebeldía desde los tempranos años setenta, cuando ni siquiera estaban en boga las palabras “homosexual” o “gay”. Así lo reconocen autores como Isabel Fraire, Braulio Peralta, Vera Larrosa, José Falconi, entre otros escritores. Su poesía se inscribe en la tradición de los poetas salvajes que, en particular desde Rimbaud, han enfrentado con belleza despiadada y temeridad luciferina los convencionalismos y la estrechez de miras de una sociedad conservadora y represiva. Una brecha que marcaron un Pedro Lemebel en la tradición latinoamericana en años semejantes a los de Darío, y un Abigael Bohórquez en la tradición mexicana unas décadas antes.

Vaya ironía la del título de su segundo libro. Y es que, en “la ciencia de la tristeza”, el poeta Darío Galicia ha obtenido, al parecer, un cruel diploma de honor. Ojalá que mediante una justicia poética y más humana logremos rescatarlo, restituirlo, y asistamos a su resurrección. Sí… que Darío vuelva a casa.

Bienvenida la ayuda

Para aquellos que desconocen la figura de Darío Galicia presentamos una breve muestra de su poesía. Y para aquellos que lo conocieron y deseen ayudar a este poeta a quien los hados literarios han tenido en el olvido y el abandono más ingentes, pueden escribir al correo de Mario Raúl Guzmán (mrguzz@hotmail.com) o al mío (anaclavel@yahoo.com).


De manera urgente agradeceremos apoyo para que pueda ser asistido en alguna institución médica a fin de determinar sus condiciones reales de salud y darle el debido tratamiento, así como la colaboración para gestionar algún tipo de pensión que le permita vivir con decoro. Por supuesto, cualquier otro tipo de ayuda será bienvenida.

ÁSS

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