Lo más parecido a una autobiografía fragmentada, incompleta y un poco críptica”, así define Pedro Almodóvar su libro El último sueño (Reservoir Books, 2023), colección de relatos que perfilan sus intereses, sus amores, su irremediable pasión por el cine. En todo lo que escribe —dice Almodóvar— hay una estrecha relación con lo que filma, por eso estas historias “son un complemento de mis trabajos cinematográficos: a veces me han servido como reflejo inmediato del momento que estaba viviendo y, o bien han acabado convirtiéndose en películas muchos años después (La mala educación, algunas secuencias de Dolor y gloria), o bien acabarán haciéndolo”.
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Almodóvar dedica a la muerte de su madre el relato que da título al libro: “El último sueño”, cuyo inicio es estrujante: “Cuando salgo a la calle, el sábado, descubro que hace un día muy soleado. Es el primer día con sol y sin mi madre. Lloro bajo las gafas. A lo largo del día lo haré muchas veces”. En “La visita” es imposible no sentir indignación y vergüenza ante lo que sucede en colegios religiosos donde se abusa, con frecuencia impunemente, de los alumnos. Es una historia donde el suspenso es una compañía constante: una mujer joven vestida con sofisticada anacronía llega a un colegio de Padres Salesianos exigiendo ver al director, a quien pondrá frente al espejo de su ignominia. Y así continúan los demás relatos, abriendo las rendijas por las cuales el lector puede observar amores desaforados, episodios de locura, delirios metafísicos, guiños constantes al mundo de la farándula, notables y delirantes brotes de narcisismo, como sucede en “Confesiones de una sex-symbol”, que devela a uno de los personajes más divertidos de Almodóvar: Paty Diphusa, una estrella de fotonovelas porno, quien como antes Andy Warhol y ahora con las redes sociales, piensa que el camino hacia la fama no exige otro esfuerzo que hablar de uno mismo hasta la saciedad. Porque, para ella, como para tantos otros actualmente, el sentido de su vida está en exponerla a cada instante ante los demás.
Uno de los momentos más altos del libro ocurre con “Adiós, volcán”, una crónica de su amistad con Chavela Vargas, un recorrido por la segunda vida de la cantante, cuando con más de setenta años llegó a España para conquistar el mundo. Habitual cantante en muchas de sus películas, Almodóvar acompañó a Chavela por varias ciudades, entre ellas la Ciudad de México, donde la presentó en su debut en Bellas Artes y después se fueron a festejar al Tenampa de Garibaldi con “el inconmensurable” José Alfredo Jiménez. Ahí, con Chavela bebiendo solo agua, dice el artista manchego: “Cantamos hasta el delirio todos los que tuvimos la suerte de acompañarla esa noche, pero sobre todo cantó Chavela, con uno de los mariachis que alquilamos para la ocasión. Era la primera vez que la escuchábamos acompañada por la formación original y típica de las rancheras. Y fue un milagro de los tantos que he vivido a su lado”.
Quién lo duda, además de gran cineasta, Almódovar es un gran fabulador.
AQ