Aparecer y desaparecer en tu propia historia

Literatura

En su novela 'Un corazón extraviado', la escritora y académica María de Alva recrea la vida del poeta ultraísta Pedro Garfías, quien fue parte de la Generación del 27 y que, como exiliado republicano, vivió y murió en Monterrey.

Pedro Garfias, 1901-1967. (Archivo)
Armando Alanís Pulido
Ciudad de México /

Estrofas urgentes

Pocos le ven a la ciudad de Monterrey un carácter literario, más allá de las figuras y los mitos alrededor de Alfonso Reyes y Samuel Noyola, escasos críticos y pocos autores la toman y la retoman para narrarla y poetizarla, para narrarse y poetizarse a través de ella, algunos incluso adjetivarán injustamente todo el amor o el conocimiento histórico de un autor por su geografía con el simple término de “tropicalización”, en lo personal me niego a eso, entonces lucho y escribo para tratar de visualizarla; Gabriel Zaid escribe en La poesía en la práctica: Una de las cosas que hacen importante a Monterrey es que Pedro Garfias haya andado por aquí.

En 2016 la editorial Planeta lanzó la campaña titulada “Leer es regio”, se había dado la coincidencia (la hermosa coincidencia) de que publicaban al mismo tiempo a cuatro autores regiomontanos, tres narradores y un poeta.

El periodista cultural e investigador de la literatura hecha desde Monterrey, Daniel de la Fuente, bautizó al acontecimiento como La primavera regia, Planeta hizo una campaña publicitaria que incluía anuncios en unidades del transporte urbano, de esta manera las portadas de los libros y los nombres de los autores pasearon por toda la ciudad al lado de marcas de refresco y cerveza; a mi parecer fue un éxito, los autores tuvieron un poquito de atención: presentaciones y entrevistas a nivel local y nacional aunque se escuchaban muchos peros: Están muy regios los libros y ese pero era cierto, tanto las tres novelas como el libro de poemas tenían en común dos cosas: la primera era obvia, Monterrey era el lugar donde acontecían las historias, la segunda también lo era, todos los libros hablaban sobre la violencia.

María de Alva y quien esto escribe éramos dos de los cuatro autores de La primavera regia, realizamos algunas presentaciones en conjunto; ella participaba con su novela Lo que guarda el río, y en ese entonces me comentó que escribía la historia de Pedro Garfias, el poeta ultraísta español que fue parte de la Generación del 27 y que nunca salió en la famosa foto oficial. El autor se exilió, terminó viviendo en una librería en Monterrey, ciudad donde murió en 1967. Aquí se encuentra su tumba y parte de su historia enlazada a algunos lectores y escritores regiomontanos, a los exiliados y a la Universidad de Nuevo León en su época más humanista.

Observaciones que a nadie le importan

Había leído a Garfias desde mis primeras lecturas porque en Monterrey era habitual encontrarte en librerías de viejo las antiguas publicaciones que la UANL y el municipio de Monterrey hacían frecuentemente del autor, incluso en algunas antologías de poesía regiomontana el poeta nacido el 27 de mayo de 1901 en Salamanca, España, también estaba incluido. Recuerdo que le comenté a María varias cosas sobre Garfias, entre ellas que yo era el afortunado poseedor de un antiguo escritorio de esos que traen un espacio oculto para la máquina de escribir, que adquirí hacia a finales de los años ochenta en una tienda de antigüedades. El vendedor, después de una breve charla, me comentó: “Mire qué casualidad que usted es escritor, como el antiguo dueño que me dijeron era poeta, no me acuerdo como se llamaba, algo así como Capitán Garfio. Aquí tiene —continuó— estas iniciales talladas”, mientras me señalaba con una linterna en un lugar recóndito de un cajón donde se leían las iniciales PG. Me comentó además que el escritorio venía con muchos papeles “amarillentos” en los cajones y muchas servilletas pero que no les dio importancia y un buen día los tiró a la basura. El otro comentario “garfiano” que le hice a la autora fue que alguna vez con el proyecto de Acción Poética, había escrito a manera de homenaje en una barda un verso del poema de Garfias “Motivos de la ciudad”. El verso dice: “La ciudad suspendida del cielo como un fruto” y María, amablemente, incluyó una fotografía de esa intervención en la página 391 de su libro (pero, bueno, esta es una observación que a nadie le importa).

Extravío vital

La autora padece de nacimiento una afección cardiaca en la que el corazón apunta hacia el lado derecho del tórax en lugar del izquierdo, esa condición se llama dextrocardia; al contar esto no estoy cometiendo ninguna indiscreción sobre la salud de María, sino que con este hecho ella enlaza la historia de Garfias con la suya. De esta manera, libros, librerías, poesía, corazones extraviados, Monterrey (por supuesto) empiezan a encontrar sus lados con una narración inteligente escrita en dos primeras personas que tienen muchas diferencias. Pedro llevaba una vida desordenada y errabunda, escribía en el abandono y en el descuido siempre lleno de borrascas interiores; María, formal, académica, ordenada, firme, cuidadosa y meticulosa en la investigación, no lamenta las ataduras de nadie y “quitándose el sombrero” descarga una poderosa narración en donde se devela el misterio: ¿En realidad Garfias (todo él, su obra y su vida) penan por algo que no cometieron?

Yo entiendo después de leer Un corazón extraviado (Harper Collins, 2022) que la poesía, que la literatura es un reordenamiento de los seres y de las cosas y como lector busco las vértebras de las palabras que incluyen recorridos múltiples y por supuesto fracturas.

Portada de 'Un corazón extraviado', de María de Alva. (Harper Collins)

Aquí está el poeta contra todos contra él mismo

Esta definición de Juan Rejano sobre Garfias, me marcó; no era tan atrevido para usarla como tarjeta de presentación, pero la llevaba con mi silencio móvil cada vez que luchaba contra la página en blanco intentando ser poeta.

De Alva saca del exilio a Garfias porque recuerda que está olvidado, lo saca del exilio solo con una cosa en la que coinciden que es que cuando escriben, ambos se dejan llevar por el corazón, entonces insisto, aclaro, decreto: Aquí en estas páginas está el poeta contra todos, y está contra él mismo.

Perdido (en el y) en la Cosmos

El título de este apartado no es un agregado a la discutida moda del lenguaje inclusivo. “La Cosmos”, como cariñosamente se le conoció a la librería Cosmos, se ubicaba en el centro de la ciudad y fue propiedad de Alfredo Gracia Vicente, otro español exiliado que también tiene una vida de novela y que vino a dar a Monterrey y que dejaba amablemente que Garfias se quedara por días en el tercer piso, ahí el poeta habitó el en vida y en muerte, este evento le da certeza a una de mis creencias favoritas: siempre debe de haber un fantasma habitando una librería, por lo tanto siempre convocados por los fantasmas debemos descubrir con intensidad algunas cosas que desconocemos de la vida y de nosotros mismos, esas cosas se encuentran por supuesto en los libros.

Observaciones que a nadie le importan

Rara vez uso un separador para recordar donde dejé mi lectura de un libro, me guío más por los subrayados o las observaciones que escribo al lado de la hoja; ya no acostumbro doblar la hoja desde que leí una clasificación y descripción de los lectores y a los que doblábamos las hojas no nos bajaban de maltratadores y monstruos, en fin, desde entonces, el “voy en la página tal”… se lo dejo a mi memoria, aunque siempre me regreso y vuelvo a leer algunos párrafos u hojas para volver a agarrar el hilo, pero resulta que para fines prácticos la autora dividió la novela en 56 partes o digámoslo así, capítulos, incluyendo unas interesantísimas observaciones guía, que ella tituló “Observaciones que a nadie le importan” pero resulta que de esas 56 partes, 13 se titulan como lo mencioné antes, “Observaciones que a nadie le importan”; 11 se titulan “El mar“ y de igual número “Corazones”; 10, “Fantasmas” y 11, de nuevo, tituló con versos del propio Garfias, entonces corrijo: para fines imprácticos (para mí) la autora dividió la novela en 56 partes repitiendo cuatro de los nombres de los capítulos más de una decena de veces y yo regresé al uso de un separador para saber en dónde iba mi lectura.

Al final del pasillo siempre hay una puerta de vaivén que te lleva al fin del mundo

Donde he sentido más soledad es sin duda en los hospitales, ahí siempre uno quiere llorar o llora, María nos lo recuerda en una parte de la novela, luego pienso que esta novela es como el mar y quiero pensar una metáfora o hacer un verso sobre el mar, entonces en un mar de palabras navego y me exilio, y recuerdo los sinónimos de esa palabra: asilo o refugio y entiendo profundamente a todos las fantasmas y a todos los corazones y a todos los mares.

La posición de las aurículas y ventrículos y un sistema de arterias y de venas que hacen las conexiones

Quiero pensar, mejor dicho tengo la corazonada de que esta novela nos mide el ritmo cardiaco y que nos explica latido a latido nuestro lugar en el mundo, Asturias o Monterrey, una librería o una cantina, una canción o un poema, fotografías en las que no aparecemos o la certeza de un himno, un manifiesto o pasear contigo por la superficie, todos esos mundos explorados con una inteligencia narrativa que ya distingue a la autora, están presentes, retenidos y a la vez reteniendo (ahora cito a Garfias ) la sombra de la sombra de un olvido.

Otra conexión. Un poeta es alguien que se extraña en un doble sentido, situado ante el mundo y el lenguaje: se asombra y por otra parte reconoce en la palabra un extrañamiento, una potencia que puede catapultar al ser humano muy lejos en el seno de la realidad.

Pero el recuerdo y la esperanza (temas comunes del poeta) abundan en la vida y en la obra de la autora, el equilibrio y los límites se esclarecen en todos los extravíos tratados en la novela ya que una de las vetas señeras de todo extravío es la posibilidad de perderse y observar desde esa condición las posibilidades de salvación, la guerra fue inevitable pero a la par las almas creativas, los sentimientos que provocaron acciones de justicia (todo el arte es un acto de justicia) fueron el equilibrio ante la destrucción, Sigfred Giedion en El presente eterno, los comienzos del arte, comenta: “Nuestra época exige actualmente un tipo de hombre, actualmente perdido, que sea capaz de restaurar el equilibrio actualmente perdido entre la realidad interior y exterior, un equilibrio sometido a un cambio continuo… Es hora de volver a ser humanos y dejar que la escala humana rija todas nuestras empresas”.

Corazones como el de Pedro Garfias narrados por corazones como los de María de Alva, nos dan la certeza de que somos más reales de lo que pensamos, es decir en lo real siempre está la semilla de lo posible. ¿Podemos imaginar ahora, podemos imaginar mejor ahora por qué Pedro no salió en la foto? Claro, porque la imaginación es uno de los compromisos más profundos con la realidad del mundo.

AQ

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