Teléfonos alados: Pegasus vuelve a escena

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En México, las herramientas de vigilancia del Estado se aplican con fines ilegítimos, en tanto que la impunidad de los cárteles o de las policías campea a sus anchas.

LOS PAISAJES INVISIBLES: Pegasus vuelve a escena
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

Septiembre, 2017. El celular vibra a las 3:30 AM. A esa hora sólo puede ser algún amigo(a) en plena parranda o quizá otra emergencia por el estilo, pero caigo en la cuenta de que en México son seis menos, o sea, cuando yo dormía allá, aquí daban las tempraneras 9:30 PM, así que no era irregular que alguien me escribiera. Miro la pantalla. Es un SMS: “Estos son los integrantes. Conoce a la mafia del senado”, y a continuación un link. No hago caso, vuelvo tiritando al edredón. El otoño en Edimburgo es como el invierno más crudo de Toluca.

Al día siguiente releí el SMS, despachado por un incierto remitente de cuatro dígitos. Lo borro, no caigo en el link. Recordé la polémica de Pegasus, el software espía que adquirió el gobierno de Felipe Calderón para su fallida guerra contra el narco, affaire que en tiempos de Enrique Peña Nieto quedó hibernando en la memoria de la opinión pública pero, por si las moscas, al regresar del Reino Unido compré un nuevo aparato.

En los meses ulteriores, ya 2018, volvieron los SMS: uno, en inglés, sobre un presunto escándalo de Donald Trump y el link; otro de una supuesta liga a CNN, uno más invitándome a “conocer” la mensajería de texto de WhatsApp con un click. Volví a ignorarlos, tal como hago con las llamadas spam que, al igual que millones de compatriotas, recibo cotidianamente (tarjetas, créditos, servicios varios, bufetes de picapleitos que reclaman deudas que no tienes, mudos y chillones).

A la fecha no sé si aquellos SMS traían alguna sucia pluma de las alas del Pegasus (¿y yo por qué?, como implora la tristemente célebre y cándida pregunta que caracterizó a Vicente Fox y todo su sexenio, si sólo soy un humilde columnista de cultura, un escritor aún más humilde, y únicamente me ocupé de política en la radio, en el extinto programa “Colección nocturna” que conducía mi amigo William Hiarmes), mas de lo que sí estoy seguro es que esos mensajes traían esporas de algún malware.

Ahora, Pegasus vuelve a escena con la investigación de Forbidden Stories y Human Rights Watch (de 50 mil celulares espiados en el mundo por el sistema israelí, en México se hurgaron 15 mil y tal vez siga la mata dando), y con él vuelven, también, las maniobras turbias de personajes del sexenio anterior, de Peña Nieto a Miguel Ángel Osorio Chong y Tomás Zerón, aunque en lodazales de la misma ralea, no olvidemos que Javier Tejado Dondé denunció en un artículo que el espionaje sigue viento en popa en la administración actual, enfocado en los periodistas “adversarios” y los detractores de la peligrosa iniciativa de imponer que los usuarios de telefonía celular entreguen sus datos biométricos como dudosa estrategia de seguridad nacional, rubro cuya Ley carece de lagunas, es insuficiente y hasta omisa en aspectos delicados de garantías constitucionales y derechos humanos (¿no es una abominable paradoja que en un país asediado por el crimen organizado, se pretenda que la ciudadanía otorgue su identidad a “resguardo” de una oscura burocracia?)

La reflexión es inevitable. En México, la enclenque democracia entra en shock a cada tanto, y quizá nunca salga de terapia intensiva. En el caso Pegasus, sistema de fisgoneo que llegó para quedarse, las herramientas de vigilancia del Estado se aplican con fines distintos e ilegítimos para las que se adquirieron, en tanto que la impunidad de los cárteles o de las policías campea a sus anchas. En manos equivocadas (¿hay o habrá manos correctas? Yo digo que no), ese software es como un auto tripulado por un borracho, aunque gobiernos vayan y vengan pregonando que no son iguales. Los hermana ese eslogan que Orwell adjudicó al Partido en 1984: “El que controla el pasado, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado”. Y qué mejor, sencillo y abusivo recurso de control que un celular, ese aparatejo que Julian Assange denomina “dispositivo de rastreo que permite también hacer llamadas”.

AQ

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