Quedarnos con la anécdota de Una película de policías, con el hecho de que es un documental para Netflix, con partes dramatizadas que consiguen que la gente interesada en el cine dirija su atención hacia los policías de Ciudad de México es quedarse muy cortos.
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Una película de policías tiene, cuando menos, dos niveles más de lectura que nos llevan a lo profundo de lo que es la obsesión del arte por lo humano. En el primero de ellos, la película, ganadora del Oso de Plata en Berlín por la edición de Yibran Asuad, es en realidad un documental sobre la filmación de un documental. Habiendo trabajado en televisión y luego de construir piezas tan eficaces como Güeros (2014), es evidente que Alonso Ruizpalacios tiene ya todo lo necesario para incursionar en el metalenguaje y salir victorioso en una exploración estética en la que algunos de los más importantes directores suelen fallar. Para conseguir esta puesta en escena sobre el acto de hacer cine, Ruizpalacios trabaja con actores que encarnan a policías de carne y hueso. Y ello ha sido muy elogiado por la crítica internacional, pero la verdad es que lo que hace el director de Una película de policías es llevar una serie de artificios propios de los documentales más desangelados al nivel del arte. No es poco. Conseguir que el espectador más avezado se haga preguntas en torno a la realidad en el cine y en la vida diaria a partir de la reconstrucción de la cotidianeidad de dos uniformados mexicanos es, en realidad, un extraordinario triunfo. Aún más si consideramos la propuesta visual: la profundidad de foco, la iluminación y, en suma, el arte visible.
Pero, más allá de este nivel, hay otra ruptura. Se demuele de nuevo la cuarta pared y los versos que sirven al autor como epígrafe adquieren nuevos sentidos. “Oirás las sirenas cantando más y más cerca de aquí”, reza el poema, ganador del Tercer Concurso Regional de Poesía Policial en una sugestiva alusión al camino de Odiseo hacia Ítaca. Y sí, los actores Raúl Briones y Mónica del Carmen, sometidos al rigor de meterse en la piel de dos policías de Ciudad de México y siguiendo el más estricto “método” Strasberg, nos conducen por un mar de historias hasta desembocar en un lugar improbable. Antes, en el camino hacia Ítaca, el espectador ha sentido, como los actores mismos, el rigor de los entrenamientos, la miseria y las injusticias sociales de un cuerpo policiaco que, más que propiciar, padece la corrupción de México, pero si el público llegase por fin al destino propuesto por Ruizpalacios puede que se encuentre con algo mucho más grande que sólo una mirada nueva hacia la policía nacional.
Y es que, en un tercer nivel de lectura, Una película de policías documenta una historia de amor. “Los policías introdujimos en México la palabra pareja”, afirma uno de los protagonistas. Y puede que sea cierto. Antes de que se utilizara para designar a un compañero sentimental, en México la palabra “pareja” refería a la relación entre dos policías en lo que Ruizpalacios llama “la patrulla del amor”. La pareja de un policía es su compinche, su valedor, su cómplice y, a menudo, su compañero sexual. Sin el esnobismo de quienes denuncian realidades sociales situándose por encima de sus protagonistas, Alonso Ruizpalacios ha conseguido un documental capaz de producir en los mexicanos algo increíble: mirar con curiosidad e incluso afecto a estos policías que sufren, ante todo, una improbable y apasionada historia de amor.
Una película de policías
Dirección: Alonso Ruizpalacios | México | 2021
AQ