Comienzo otra vez citando el libro sagrado: Don Quijote habla sobre un poeta que hizo una “maliciosa sátira contra todas las damas cortesanas”, pero no nombró a una que “se podía dudar si lo era o no”. Tal dama, al sentirse desairada por la fama, buena o mala, pidió al poeta que la incluyera en la siguiente edición. El tema que trata don Quijote con Sancho es el deseo de ser famoso, sea o no por las razones correctas. Por eso menciona a Eróstrato, “que puso fuego y abrasó el templo de Diana, contado por una de las siete maravillas del mundo, sólo porque quedase vivo su nombre en los siglos venideros”.
Curioso es que la propia novela de Miguel de Cervantes, hablando mal de algunos hombres, los ha salvado del olvido.
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En Úbeda hay una calle llamada Pintor Orbaneja, que conmemora a un pésimo pintor de ese lugar, que habría sido borrado de la historia si no fuese porque lo menciona don Quijote. Un pintor que “si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: «Este es gallo», porque no pensasen que era zorra”. Hoy valdría mucho el tal cuadro si apareciese en una subasta. Cosa normal, pues en el mundo del arte, vale más lo famoso que lo bello, aun cuando la fama se gane por lo bello.
Algunas novelas de caballería conservan la vida gracias a la supuesta intención cervantina de que fuesen aborrecidas. La poca vida que tiene El Quijote de Avellaneda se la debe a El Quijote de Cervantes. Y nunca Feliciano de Silva fue tan famoso como cuando se le cita en Don Quijote: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”.
Esto del bien de hablar mal lo hizo popular Oscar Wilde, que en El retrato de Dorian Gray escribe: “La única cosa peor en el mundo a que hablen mal de ti, es que no hablen de ti”. Pero tal máxima ha sido la lápida o la cancelación de muchos.
Chéjov indaga los mecanismos de la fama en su cuento “Pasajeros de primera”, en el que un personaje pregunta: “¿Qué debe entenderse por gloria y por fama? Pushkin decía que la gloria era un remiendo sobre un andrajo”, y se lamenta de que la banalidad pueda volverse más famosa que el talento. “Debo confesarle, caballero, que en alguna época más temprana de mi vida buscaba la fama con todas las fibras de mi ser. La popularidad constituía mi locura, por así decirlo. Por ella estudié, trabajé, pasé noches en vela, comía poco y perdí la salud”.
¿Mas por qué lamentarse? Ningún artista de talento ha de pensar que está llamado a la fama, cuando lo natural es que el talento sea elitista y la banalidad vaya para para el chiquero. Everywhere there's lots of piggies living piggy lives.
AQ