Pisar callos

Toscanadas | Nuestros columnistas

Muchos clásicos vienen en versión vegana, pero la soya no sabe a carne.

El inicio de 'Pinocho' es claro en italiano, pero muchas ediciones lo cambian por completo. (Imagen generada con DALL E)
David Toscana
Ciudad de México /

Parece que a mucha gente le irritó que la magna empresa comercializadora de libros pretendiera mondar la obra de Roald Dahl. Y tal parece que el asunto se resolvió bonitamente porque los ablandadores de texto, que no entendían razones de letras, entendieron las de números.

Pero eso de dar gato por liebre es común en el mundo de los libros. Hace algunas décadas, cuando por primera vez visité Italia, comencé mi aprendizaje de italiano memorizando las primeras líneas de Pinocho, de Carlo Collodi. Comienza así:

C'era una volta... – Un re! – diranno subito i miei piccoli lettori. No, ragazzi, avete sbagliato. C'era una volta un pezzo di legno.

De manera justa, algunas ediciones en español comienzan así:

Había una vez… –¡Un rey! –dirán enseguida mis pequeños lectores. No, chicos, se han equivocado. Había una vez un trozo de madera.

Pero otras, ostentando a Collodi como autor, toman el camino de simplificar y torcer el libro para entaradar a los piccoli lettori. Pongo cinco de estos inicios.

1. Había una vez un hábil carpintero llamado Geppetto que un día encontró un bonito tronco y decidió hacer un muñeco de madera.

2. La vida de Geppetto, fabricante de marionetas, no era muy alegre. Estaba solo, con la única compañía de un gato y un pez y veía transcurrir los días sin ningún aliciente.

3. Érase una vez un viejo carpintero llamado Gepeto. Un día construyó un muñeco con un trozo de madera y le llamó Pinocho.

4. ¿Alguna vez has oído hablar de Pinocho? Era un títere con capacidades que no tenía casi ningún otro títere del mundo.

5. Esta es la extraña historia de un tronco que se convirtió en un muñeco, que a su vez se convirtió en un chico de carne y hueso. Todo empezó cuando Antonio, el carpintero…

Muchos clásicos vienen en versión vegana, pero la soya no sabe a carne. Algunos traductores o editores tienen el gusto de aligerar las cosas. Hace treinta años que no voy al cine, pero según recuerdo los subtítulos estaban pasados por agua. “Motherfucker” era “pícaro”. Sin citar la fuente, para que un energúmeno no se ponga a insultarme, les doy unos ejemplos que he apuntado en libros traducidos del inglés al español.

“Fucking feet” traducido como “pies”, “shit” como “chifosca”, “no more faggots in British warmers”, borrado por completo; “fucking for boogies”, también borrado; “fuckface” como “gatito mío”, y algunas otras linduras. Mas lo cierto es que comento tales cosas como mera curiosidad y no enfermedad, pues dichos ejemplos no son botón que basten para muestra.

Después del asunto Roald Dahl, lo que en verdad debemos preguntarnos es ¿cuántos escritores nos pondremos a escribir de puntitas, cuidando de no pisar los callos a nadie?

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.