A Gabriela, en su danza
Señor mío, demonio, o divinidad
atmosférica, te pido: deja
que el aire sea siempre
lo que siempre ha sido, aire
hecho de naderías respirables.
No permitas su radical mutación,
no lo vuelvas sólido muro,
pared intraspasable.
Deja que yo vaya y venga
en él, a través de él, transparentito,
con mis veloces pasos concertada.
No dejes que interrumpa mi vaivén
de siglos, mi puntiaguda carrera,
con un STOP de dura piedra encalada;
mira que rota llevo la nariz,
que fragmentado el múltiple tobillo,
que de sangre y hospital vengo rendida.
Acompaña, ángel o nahual, mis andanzas
de pájaro rasante aquí en la tierra;
que a través del aire yo pueda y pase,
elástica de silueta, ligera de clavícula,
y en aire dócil todo lo que soy aliente,
y me despliegue airosa, y transfigure en vuelo.
ÁSS