La noche se enreda en la penumbra más clara.
Avanza furtiva la ciudad.
Una paloma se instala en el horizonte
y el frágil aleteo de un mar en calma
se encalla en mis ojos.
La sangre me sabe a sangre
y tú renaces entre los huesos.
He aquí el cadáver, el animal que me corroe
en sueños.
Los amantes se piensan en las aguas de lo humano.
Escombros, oquedad del alba.
Oruga del amor,
la madrugada se devora a sí misma.
ÁSS