Las portadas de los discos de vinil eran una seductora travesía hacia la música que se encontraba dentro de cada empaque. En el caso de los discos de jazz, resultan inolvidables sus cubiertas con fotos o ilustraciones que resguardaban la gozosa experiencia de la música sincopada. Por eso resulta entrañable un libro como Jazz covers, de Joaquim Paulo, editado por Julius Wiedemann y publicado por Taschen. En él se habla de música pero también del arte del diseño desplegado en cada uno de los discos producidos en Estados Unidos entre 1940 y 1990, cuando comienza el auge de los discos compactos y los diseños de las cubiertas se vuelven más simples, mucho menos seductores.
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Este libro, dicen sus editores, “es un tesoro de inspiración creativa y cultural. Reúne medio siglo de carátulas de jazz, las más atrevidas y dinámicas, que ayudaron a crear y dar forma no solo a un género musical, sino también a un modo especial de vivir la vida”.
Para hablar de este mundo que se niega a morir, Joaquim Paulo entrevista a un director artístico, un coleccionista, un productor, un ingeniero de sonido, un historiador. Todos ellos le hablan del trabajo, la imaginación y el talento contenidos en cada cubierta, muchas de ellas legendarias y parte indisociable de un lugar y una época.
El veterano productor Michael Cuscuna, un auténtico arqueólogo del jazz cuyos hallazgos han enriquecido notablemente el catálogo de Blue Note, dice: “Creo que el auténtico aficionado al jazz gusta de coleccionar los discos; le gusta el envoltorio, le gustan los comentarios del interior…”. Este libro está pensando para gente como él, como tantos de nosotros que añoramos esos discos con portadas, a veces dobles, llenas de color y de vida.
Jazz covers coquetea con la nostalgia, pero no deja de lado datos fundamentales para acercarse a la historia, cada disco que se presenta “va acompañado por una completa ficha técnica que incluye el nombre del artista y del disco, el director artístico, el fotógrafo, el año y el sello discográfico”, entre otros datos indispensables en el soundtrack de cada melómano, de cada uno de los amantes de los sonidos y las leyendas del jazz.
La comunión entre la música y su envoltura, entre el genio de los músicos y el talento de los diseñadores se hace evidente en este libro, no exento de un halo romántico, como cuando el historiador Ashley Kahn le cuenta a Joaquim Paulo qué lo llevo a un disco de Charles Mingus. Le dice: “Lo sostuve entre las manos y pensé: ‘Dios mío, tiene un tacto y un aspecto de calidad’. Fue el envoltorio lo que me hizo comprar el álbum.
Recorrer el devenir del jazz siempre es apasionante, lo es más cuando se miran los trabajos icónicos de artistas muchas veces condenados al olvido, y sin embargo fue su talento el que en innumerables ocasiones nos condujo a la magia del jazz, envuelta en el celofán del diseño, la fotografía o la ilustración.
Jazz covers es un justo tributo al diseño y a las fotografías o ilustraciones de esas portadas que son parte imprescindible de la historia de la música popular.
AQ