¿Rayuela es el mejor libro de Julio Cortázar?, se preguntó Mario Vargas Llosa en el Teatro Real de Córdoba, donde esta noche se presentó la edición conmemorativa de la célebre novela aparecida en 1963, en un mundo convulso que reclamaba y recibía expresiones de rebeldía e inconformidad en el arte, la literatura, la música, la poesía.
“Creo que no —dijo el escritor de Conversación en La Catedral—. El Cortázar eterno será el de los cuentos”, señaló contundente ante un auditorio repleto. Fue el último en hacer uso de la palabra en el acto conducido por el director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, y en el que también participaron Luis García Montero, la editora Núria Cabutí, Sergio Ramírez y José Luis Moure, director de la Academia Argentina de las Letras y responsable de la edición de este volumen que incluye textos de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Adolfo Bioy Casares, de Vargas Llosa y Ramírez, entre otros autores.
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La presentación comenzó y terminó con música de jazz, uno de los géneros preferidos del Gran Cronopio. Fue un acto de inevitable nostalgia, de un libro enclavado en la memoria y el corazón de los jóvenes de los años sesenta. Por eso, dijo García Montero: “Rayuela fue una bandera, una enciclopedia de la rebeldía”. Nacía, dijo, con la necesidad rebelde que encontró espacios en la literatura y la historia. “Estaba de parte de la energía violente y dulce” que alentó la revolución sandinista y el espíritu de los movimientos estudiantiles de París y México en 1968.
Para Julio Ortega, uno de los líderes históricos del sandinismo, ese sueño que se volvió pesadilla, Cortázar es un héroe y “los héroes verdaderos nunca envejecen, y según la leyenda nunca dejó de crecer”. Los años sesenta fueron los años de la muerte del Che, de los Beatles, de Woodstock, del radicalismo implacable en la lucha por los derechos civiles, “campeaba la rebeldía frente al orden establecido”, y en esa atmósfera surgió Rayuela, con su promesa de un mundo nuevo.
Núria Cabutí recordó que desde 2004 el sello Alfaguara se encarga de las ediciones conmemorativas de la RAE, a precios populares y con tirajes que, en el caso de El Quijote alcanza los tres millones de ejemplares y un millón en el de Cien años de soledad.
Vargas Llosa dijo que conoció a Cortázar en 1958, en París. Estaba casado con Aurora Bernárdez y formaban una pareja apasionada por la literatura, la música, el arte. Le dijo que había publicado un libro de cuentos y que Juan José Arreola le iba a publicar otro en México. Era flaco y muy alto, y no supo que se llamaba Julio Cortázar hasta que se despidieron.
Cortázar, rememoró, vivía con su mujer en un mundo aparte, vivían con una gran sencillez, trabajando ambos como traductores en la Unesco, donde les ofrecieron un trabajo fijo que no aceptaron, querían tener tiempo para leer y escribir.
Una novela buena gente
“El mundo de los Cortázar estaba hecho de libros, de pinturas”. Un día, Julio lo invitó a un congreso de brujas y adivinadoras; así era él, siempre dispuesto a lo inesperado. En 1963 publicó Rayuela, que lo catapultó a la fama internacional y es una novela de una extraordinaria libertad, “una novela buena gente”, como era Cortázar. "Una novela desprovista de maldad” y la primera en nuestro idioma que introducía la idea del juego de manera esencial. “Todos sus personajes se entregan, sin excepción, a algún tipo de juego”.
La normalidad, continuó, no existe dentro de esa novela”. Es una novela difícil de leer y, sin embargo, llegó incluso a gente poco habituada a leer, porque “nos tocó una fibra que nos devolvía a la niñez”.
"¿Es la mejor obra de Cortázar”, se preguntó. No, creo que el Cortázar eterno será el de los cuentos, con pocas equivalencias en nuestro idioma”.
Rayuela propone un mundo de una riqueza extraordinaria, “pero el efecto novedoso, la gran sorpresa que fue Rayuela al aparecer, de alguna manera se va a ir, no despareciendo pero sí empequeñeciendo, aquello ya no es una sorpresa y en gran parte es por efecto explosivo y por la imitaciones y por la obras que no fueron imitaciones pero que quedaron profundamente impregnados en la experiencia revolucionaria que significó esa novela”.
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