Púrpura encendida | Por Aída López Sosa

Adelanto

Con autorización de la autora, publicamos este fragmento de la novela sobre la vida del ‘Vate’ Ricardo López Méndez, en el que se muestra la relación entre el joven poeta y los hermanos Felipe y Wilfrido Carrillo Puerto.

Portada de 'Púrpura encendida', de Aída López Sosa. (Lectorum)
Aída López Sosa
Ciudad de México /

Todo está listo para que Felipe inicie su campaña rumbo a la gubernatura de Yucatán. Wilfrido y Ricardo están presentes para el lanzamiento de El Popular, periódico matutino que encauzará las preferencias electorales. El Congreso Obrero urgió a contrarrestar la influencia de La Revista de Yucatán que, hasta ese momento, no había tenido una fuerte oposición. Era necesario un medio que difundiera las bases en las que se fundamenta el Partido Socialista del Sureste y, en particular, el proyecto de gobierno de Felipe Carrillo Puerto. Ricardo redactó en la primera edición la semblanza del candidato y sus intenciones de transformar a la sociedad yucateca con valores socialistas.

A las tres de la tarde del 18 de octubre de 1921, Felipe desembarca en el puerto de Progreso procedente de Tamaulipas. Después de varios días en altamar, baja mareado y con malestar estomacal. Wilfrido va a recibirlo mientras Ricardo se queda en la sede del partido organizando el mitin. Un templete de madera se coloca mirando a la calle. Con letras enormes en el frente del edificio se lee TIERRA Y LIBERTAD. Ese día, el segundo tiraje de El Popular tiene en la primera plana la fotografía del aspirante y al pie de la imagen el lugar y la hora en que se llevará a efecto el inicio oficial de la campaña electoral rumbo a la gubernatura del estado de Yucatán, la cual culminará con las elecciones del 6 de noviembre del mismo año.

A las cuatro de la tarde, a invitación de unos simpatizantes, los oferentes del Mercado Grande levantan sus puestos para dirigirse a la sede del partido. Llegan hombres a pie, a caballo, en bicicleta, hasta abarrotar el espacio con más de quinientas almas esperanzadas en la justicia del Suku´un Felipe. La opresión padecida en las haciendas henequeneras como peones acasillados ha dejado marcas profundas de resentimiento. Muchos perdieron a sus padres bajo la explotación de los caciques. Los más accidentados son los que manejan el tren de raspa, al perder los dedos o la mano. Los bagaceros y los cargadores de penca también fallecen por las altas temperaturas en las que trabajan. Por ello, en honor a la justicia que no tuvieron sus antepasados, quieren apoyar a Felipe para que llegue a gobernarlos.

A las cinco en punto, desciende de un coche de caballo el candidato vestido de blanco impoluto, botas de cuero y un sombrero gris de pelo de nutria real tipo Panamá, hecho en John B. Stetson Company, Philadelphia, especialmente para él como se lee en letras doradas en la cintilla interna. Va acompañado de Wilfrido. Queda sorprendido ante la multitud que lo ovaciona a su llegada. Suku´un Felipe, Suku´un Felipe… vitorean. Antes de subir al templete ve a Ricardo de pie en una de las esquinas y con una leve inclinación de cabeza se lleva la mano derecha al corazón agradeciendo el recibimiento. En medio de la ventolera otoñal da su discurso en maya. Promete, de ganar la gubernatura, el reparto de las tierras, alfabetización, bibliotecas y una universidad para sus hijos, lo cual ayudará a que alcancen su libertad.

—¡El pueblo, el verdadero pueblo sufrido, el que trabaja, va a tener instrucción!

Sus palabras retumban. Los aplausos redundan por varios segundos, se oyen hasta el mercado. Honrará la memoria de Emiliano Zapata, restituyendo los derechos de su pueblo y devolviéndoles la dignidad mancillada por los poderosos. En Yucatán se tiene que abolir el esclavismo. Hace público que “El Caudillo del Sur” fue su gran maestro. Mucho le aprendió cuando se sumó a su insurrección en Morelos en plena Revolución. Al recordar la refriega en Chinameca que le quitó la vida se le aguan los ojos. No descansará hasta que los valores socialistas se enseñen en las escuelas desde los primeros años. Para ello, reformará el programa educativo impuesto por personajes siniestros desde el centro del país, quienes le apuestan al analfabetismo con tal de seguir teniendo mano de obra barata. “La escuela capitalista destruye la libertad individual”. A través de las Ligas de Resistencia promete darles todo tipo de apoyos a los “esclavos de la miseria”. El eco de los aplausos incesantes recorre varios kilómetros.

En la plata se acuña un sentido de Patria; el águila y su nopalera se aburren en el círculo del peso como en una jaula. ¡Por eso el indígena los rescata!

Cuando termina de hablar, las miradas están encendidas, tienen luz de esperanza. Las palabras del candidato les llegan al fondo del corazón. Ahora como nunca están seguros de que Yucatán necesita un nuevo rumbo, una nueva visión, y el único que los ha estado reivindicando es Felipe Carrillo Puerto. Ahora toca apoyarlo.

A iniciativa de Ricardo, vasos de cebada perla y panes de leche están colocados en una larga mesa a un costado de la explanada. Felipe es el primero que se sirve para que entren en confianza y lo sigan. Lo rodean para prometerle lealtad, llevarán su mensaje a sus comunidades para que lo conozcan. Por primera vez sienten esperanzas. Imaginan sus vidas cuando sean dueños de las tierras y hasta puedan vender sus productos a los extranjeros como lo hacían los hacendados. Por eso necesitan aprender a leer y a escribir.

Cuando la explanada se queda vacía, Felipe felicita a Ricardo. Nunca se imaginó que tanta gente lo estuviera esperando. El refrigerio del final fue el broche de oro de la tarde, incluso la cebada le había asentado el estómago. Ricardo sabe cómo se organizan esos eventos políticos, pues desde siempre acompañó a su papá a los mítines de su tío Antonio cuando era candidato a la presidencia municipal de Izamal y luego estando en funciones. Wilfrido también se siente importante. No se equivocó cuando le propuso a su hermano que lo invitara como colaborador. Considera a Ricardo un buen elemento que puede aportar ideas valiosas a la campaña y después para concretar el proyecto de su hermano.

Felipe, con los pies cansados y la cabeza llena de ideas, llega a su oficina, se quita las botas y se desabotona el saco para hojear cómodo El Popular. Le parece interesante el contenido, es justo lo que quería. Está convencido de que en Yucatán tienen que hacerse realidad los logros de la Revolución. Tanta sangre derramada no puede ser en vano. Necesita más colaboradores como Ricardo, comprometidos con la causa que abandera. Le pide a Wilfrido que invite a más amigos, se necesitarán muchas cabezas y más manos para concretar su proyecto de Estado.

La próxima edición de El Popular ni se la imagina.

AQ

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