Puzo y el sándwich de jamón

Los paisajes invisibles | Nuestros columnistas

'The Offer' se anuncia como la historia detrás del rodaje de 'El Padrino'. En realidad es una ficción sobre el sueño americano.

Fotograma de 'The Offer'. (Paramount+)
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

En abril del año pasado se estrenó la miniserie The Offer, que refiere los aprietos e incidentes que el productor Albert S. Ruddy enfrentó para llevar a buen puerto el rodaje de El Padrino. El lanzamiento en la plataforma de streaming de Paramount, coincidió con el 50 aniversario del estreno de la película emblemática de Francis Ford Coppola, las recaudaciones millonarias y los tres Oscar que obtuvo, y se promocionó como la historia que Ruddy nunca reveló, una trama de intrigas, boicots, extorsiones y amenazas dentro y fuera de los sets hollywoodenses.

Como era predecible, The Offer (el título proviene de la célebre frase de Vito Corleone, “le hice una oferta que no podía rehusar”), es más una apología del sueño americano que se cumple a pesar de las vicisitudes, que la crónica de una batalla por materializar los ideales. Creada por Leslie Greif y Michael Tolkien, las andanzas de Ruddy, Bob Evans (director de Paramount Pictures) y la secretaria Bettie McCarth, más la de los personajes que se van involucrando, Mario Puzo, Ford Coppola, Charles Bluhdorn y Barry Lapidus (jerarcas de los estudios) o Joe Colombo (el capo y creador de la Liga Italo–americana por los derechos civiles), se concentran en la moraleja simplista de los esfuerzos compartidos, y luego se convierte en un melodrama sobre amores malogrados y relaciones sospechosas, en una comedia fallida en torno de los malabares o sacrificios que debe hacer un productor, y al final pinta un retrato edulcorado de la ferocidad con que los dueños del dinero tiranizan a los empleados, al tiempo en que imponen su voluntad o su criterio, por burdo o paupérrimo que sea, en los churros que financian: para los apoderados del entretenimiento, mientras más insulsa o bobalicona sea una cinta, mejores posibilidades tiene en la taquilla, y esto es, paradójicamente, lo que hace interesante a The Offer, porque la génesis, quieran o no, radica en Mario Puzo, al que en un principio no le interesaba redactar thrillers de la mafia y sus enjuagues, sino novelas históricas, de crisis existencial, y en las que gravitaran las agrias experiencias de la Segunda Guerra Mundial, la condición del inmigrante y las desgracias de la Depresión. De hecho, para Mario Puzo, su mejor novela fue The fortunate Pilgrim (en español, La Mamma), una saga familiar que, si bien, incluía pasión y crimen, resultó un fracaso comercial que lo hundió más en la pobreza, hasta que decidió ocuparse de aventuras de gángsters y vendetta. El dinero que le reportó El Padrino, sumado al guion y las secuelas, y los contratos para otros filmes como Terremoto, Superman o Cotton Club, reorientaron su escritura, pero no le resultó del todo mal. Puzo fue un prosista hábil y bien entrenado en los dilemas morales al estilo Dostoievski, esos conflictos que carcomen a sus personajes entre el sentido de lealtad, el derecho al desagravio y el afán de supervivencia. Personajes que intentan suprimir a la traición en su conciencia, mientras se envilecen hasta lo más profundo. Seres que aman el autoengaño, que se piensan como entes puros, no obstante la sevicia que los roe: El siciliano, El último Don, Omertá, Los Borgia. En esas novelas, Puzo exhibió los códigos del poder, así sea el negocio de la muerte.

La gran ausencia en The Offer es la de Mario Puzo. El autor se borra en una hazaña en la que los mecenas y el productor encarnan a los héroes, mientras que el director, Francis Ford Coppola, alterna como sujeto secundario, y el escritor es caricatura. Una sola escena basta para resumir la óptica de una miniserie hecha para glorificar a los mercachifles. Enclaustrados en una casa, Coppola y Puzo se ocupan del guion, y el escritor pregunta: “¿Te comiste mi jamón?” “¿Cuál jamón?”, dice Coppola. “El sándwich que estaba en el refrigerador”. Coppola lo mira con asco, y exclama: “TÚ te lo tragaste. Te vi comerlo. Es algo que jamás podré olvidar”.

AQ

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