Rilke y el llamado del arte

Al marge

La soledad, la religión, el arte son otros de los temas abordados por el autor austriaco en sus 'Cartas a un joven poeta', que parecen más necesarias que nunca en estos tiempos sin sosiego.

El poeta austriaco Rainer Maria Rilke.
Alma Gelover
Ciudad de México /

Uno de los libros más hermosos, elocuentes y conmovedores sobre los misterios de la creación literaria es Cartas a un joven poeta, de Rainer Maria Rilke, autor de Elegías de Duino y Sonetos a Orfeo, quien nació en Praga, en el Imperio Austrohúngaro, el 4 de diciembre de 1875 y murió en Valais, Suiza, el 29 de diciembre de 1926.

Escritas entre el 17 de febrero de 1903 y “el segundo día de Navidad” de 1908, son diez cartas dirigidas al cadete Franz Xaver Kappus (1883-1966), quien tenía diecinueve años cuando le envió una epístola con sus versos, pidiéndole su opinión. No conocía a Rilke, pero este le respondió con largueza, iniciando así una correspondencia en la que se advierte la sinceridad y, a medida que pasa el tiempo, la confianza y el afecto. Estas cartas, escribió Kappus en la introducción del libro que las reunió por primera vez en 1929, son “importantes para conocer el mundo en el que vivió y creó Rainer Maria Rilke, e importantes también para muchos que están creciendo y formándose hoy y para los que lo harán mañana. Y allí donde alguien grande y único habla, los pequeños han de guardar silencio”.

Nórdica Libros publicó en 2021 una nueva edición de este clásico, en pasta dura, con ilustraciones de Ignasi Blanch y traducción de Isabel Hernández, también autora del epílogo que completa el volumen y da un panorama de la vida y obra de Rilke, de sus pasiones y amores, entre ellos la legendaria Lou Andreas-Salomé.

Fechada en París, la primera carta es quizá la más conocida, en ella Rilke le comenta a su joven y lejano interlocutor algunos de los poemas que le ha enviado, en los que no encuentra “un estilo propio”. Asimismo, le dice: “Pregunta usted si sus versos son buenos”. Kappus buscaba la aprobación no solo de Rilke, sino de otros poetas y editores, por eso lo previene: “Nadie puede aconsejarle ni ayudarle, nadie. No hay más un único medio. Adéntrese en usted. Escrute el fundamento que para usted supone escribir; compruebe si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón, reconozca si se moría usted si le prohibieran escribir. Pero, sobre todo, pregúntese en la hora más silenciosa de la noche: ‘¿Tengo que escribir?’ Excave en su interior en busca de una respuesta profunda. Y esta fuera afirmativa, si usted pudiera enfrentarse a esa grave cuestión con un enérgico y sencillo ‘tengo’, entonces construya su vida en función de esa necesidad; hasta en la hora más nimia e indiferente su vida tendrá que ser señal y testimonio de ese impulso”.

Cada carta es una lección, una profunda reflexión sobre el proceso creativo y una muestra reiterada de su admiración por Jens Peter Jacobsen, cuyos libros lo acompañaban siempre. Le recomienda leerlos: “Le invadirá un mundo, la dicha, la riqueza, la incomprensible magnitud de todo un mundo. Viva usted un tiempo en esos libros, aprenda de ellos lo que le parezca digno de aprenderse, pero, sobre todo, ámelos”.

La soledad, la religión, el arte son otros de los temas abordados por Rilke en estas cartas que parecen más necesarias que nunca en estos tiempos sin sosiego.

AQ

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