Recuerdo de Raúl Padilla López

In memoriam

Este es el inventario de una amistad que inició en los setenta en la UdeG y se mantuvo hasta el pasado 2 de abril, cuando la muerte del creador de la FIL de Guadalajara causó conmoción en México y en muchos otros lugares del mundo.

Raúl Padilla López, 1954-2023. (Foto: Maj Lindström)
Sara Poot Herrera
Ciudad de México /

Si los riesgos del mar considerara,

ninguno se embarcara

Sor Juana

Raúl Padilla López no siempre fue “El Licenciado”, ni presidente de la FIL, por él creada y extendida al mundo, ni de tantos, “tantísimos” proyectos educativos, culturales y literarios, como el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, por tan solo mencionar dos ejemplos.

Recuerdo a Raúl Padilla en el Centro Vocacional de las Áreas Administrativas y de Humanidades de la Universidad de Guadalajara, allá por el Boulevard Tlaquepaque, allá por los años setenta. Me tocaba dar clases cada jueves y viernes por la mañana. Raúl era uno de los prefectos (¿prefecto, Raúl Padilla?, prefecto, sí, perfectamente bien entendido, y uno más entre otros) y coincidíamos a la misma hora. Pulcro, muy serio y con el mismo saquito ¿tweed? —siempre formal, alineado, educado, delgadito—, repartía las listas de asistencia de los profesores, los suplía cuando algunos de ellos (¿algunos?) faltaban a clases y, a lo mejor lo estoy inventando ahora, tocaba la chicharra al empezar y terminar las clases. No hubo mañana que no lo viera. De uno de mis primeros viajes de verano a Los Ángeles para visitar a mi hermana, le traje como regalo un juego de doce marcadores de colores que me costó 99 centavos. Sonriente, Raúl me dio las gracias. Cuánta inocencia la de entonces.

Poco después ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara (la UdeG). Cada vez que él y yo lo recordábamos o me presentaba con alguien, decía: “Cuando Sara salía de la facultad, yo entraba”. Cada vez. En una ocasión, al presentarme, me le adelanté y dije: “Cuando Raúl salía de la facultad, yo entraba”. Volvió a sonreír. Raúl fue presidente de la Sociedad de Estudiantes de Filosofía y Letras. Antes, yo había sido vicepresidenta de la misma facultad. ¿Por qué no presidenta? Le “cedí” el lugar a un compañero; él, intelectual, y yo, simpática. ¡Ah! Cuando lo hablamos con Jorge Souza Jauffred, Lupita Sánchez Robles y Carlos Fregoso Génnis, nos reímos. Se lo comentamos a Luzelena Gutiérrez de Velasco Romo, también de Filosofía y Letras, y sonríe también. Raúl, sonreiría. Somos UdeG y lo seremos siempre.

Raúl estudió la licenciatura en Historia, una de sus pasiones. Y Carmen Boullosa lo sabe bien. Y Marisol Schulz Manaut también. Como lo saben Dulce María Zúñiga y Laura Niembro. Raúl invitó a mujeres (a hombres también) a formar parte de su equipo, y eso fue desde hace muchos años. Como lo hizo con Margarita Sierra y Mari Carmen Canales. Después, aunque brevemente, con María Luisa Armendáriz y (por muchos años) con Nubia Macías Navarro. Nunca Raúl hubiera imaginado una “cuota de género”, sí la luminosidad de las mujeres, a ambos costados de los proyectos, costados libres, una vez comprometidas con ellos. Con su madre Abigaíl López creció sabiendo del valor de la mujer, de su inteligencia, como la de su hermana Laura, a quien no conozco, pero sé de ella, como tampoco a Adriana. A Gustavo, sí, y mucho antes a Trino.

Pero hoy, tristemente, se trata de hablar de Raúl quien, de picar piedra en la UdeG, fue empedrando caminos de la educación y la cultura. Piedra sobre piedra. A base de tesón, de trabajo, de (como se ha dicho) ser un visionario. Su primero de muchos grandes riesgos por emprender sería haber cambiado literalmente las armas de la FEG —Federación de Estudiantes de Guadalajara— por la cultura. Fue un giro de 180 grados. Si antes a nuestros salones de clases en la facultad llegaban “hombres con armas” que peligrosa y arbitrariamente nos hacían correr por todas partes, después correrían libros, autores, cátedras, una FIL internacionalmente famosa que comenzó como comenzaban antes casi todas las ferias de libros y se convirtió en modelo de ferias (sin cobrar derechos de autoría). Sin lugar a dudas, la FIL es como una mezquita de libros a los que llegamos religiosamente año con año. ¿Alguien puede dudarlo? Decir Guadalajara fuera de México es decir Feria Internacional del Libro. Recuerdo aquella ocasión cuando Israel fue el país invitado de la FIL. En las gradas de una simulada pirámide estaban sentadas algunas personas provenientes de pueblos originarios: con sus trajes, sus colores, una alegría y una familiaridad asombrosas.

Como toda figura importante y compleja, la de Raúl Padilla tiene diversos ángulos y puede ser entendida y juzgada ahora sí que desde el cristal con el que se mire. A lo lejos o desde los rumores; a lo cerca o desde lo generoso que fue. Ciertamente, la calidad universitaria en general ha aumentado enormemente, pero sigue quedando a deber en aspectos, digamos, “franciscanos”, alejados de los reflectores, y de cara a la tarea de cada día, y no es trabajo individual. Cuando los de casa se enfocan en la vida académica cotidiana sí pueden notar áreas que requieren mejoras directas, aunque justo es decir que “El Licenciado” llevaba decenios alejado de ese tipo de responsabilidades operativas, aunque sí se mantenía al tanto de los asuntos y nombramientos estratégicos que bien pudieran mejorarlas, como sí ha mejorado la red universitaria de Jalisco, creada por Raúl Padilla López.

Lo mismo se puede decir —¡y se dice!— acerca de su influencia en el gobierno corporativo y las finanzas de la enorme institución, así como de sus relaciones con los poderes locales y hasta nacionales, aunque en mi alejada situación como ex alumna no tengo los elementos requeridos para dar una opinión detallada. Mi punto de vista es de una amiga, colega universitaria, fiel como nuestros amigos a la UdeG. Raúl no me pidió nunca un favor ni yo le pedí nada a él. La nuestra fue una amistad en el sentido noble de la palabra.

Lo que sí puedo juzgar es cómo llevo muchos años viendo de lejos a Raúl Padilla, impresionada por su capacidad de convocatoria de grandes personajes de la cultura, las letras, la política, y más tarde también de las ciencias. Llevó la idea de la feria del libro de Guadalajara a la feria del libro en español de Los Ángeles: LéaLA, pensando en las comunidades migrantes, como lo hizo con la University of Guadalajara Foundation USA. La línea de Guadalajara a Los Ángeles se hizo aún más corta, como cuando en la niñez se pasa del deletreo a leer de corrido descubriendo mundos, escarbando raíces, las de los árboles genealógicos de nuestras familias, nuestros ancestros y sus ritmos de palabras en español, en náhuatl, mixteco, zapoteco, otras lenguas originarias, y ahora también el spanglish. La FIL y LéaLA, en manos de Marisol Schulz, un gran acierto.

Hombre inteligente y sensible, discreto y observador nato, no recuerdo haber visto nunca que Raúl perdiera la forma, el estilo, la discreción, cualidades que reconocí cuando volví a encontrarlo digamos de cerca: en algunos jurados de la FIL, para los que nunca dio línea, y en algunos comités, también de la FIL, organizados meticulosamente. Tuvimos la fortuna de su generosidad, justa, a cada quien la suya.

Volví a verlo en las varias ediciones de LéaLA, un proyecto que se irá levantando poco a poco; la última vez que nos encontramos fue en agosto de 2022, y allí, entre otros de sus participantes, estaba también David Huerta en un diálogo poético maravilloso con Jacobo Sefamí. Raúl iba con Maj Lindström, fotógrafa sueca, nacionalizada mexicana. Ella, de extraordinaria frescura, amable con todo el mundo, con vida cultural propia —especialmente en su arte de la fotografía—, y sus compromisos políticos, propios también, como su pertenencia al Colectivo Hilos, un grupo de tejedoras que hacen visible el problema de los desaparecidos en México. Maj, alejada de los reflectores, de la fama. Ella y Vanesa Robles participaron en nuestro reciente congreso internacional de UC-Mexicanistas, de los celebrados en Mérida, ahora en el contexto de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán —la FILEY— de la Universidad Autónoma de Yucatán. Las dos llevaron su proyecto de tejedoras a Mérida. ¡Téjete con nosotras! Y con ellas empezamos a tejer, como cada domingo lo hace un grupo de personas en Guadalajara, en la misma calle de la Universidad, como lo hacen mil personas y cada vez miles más.

Maj Lindström y Raúl Padilla. (Especial)

Y ya estamos de nuevo en la capital tapatía. A mediados de enero de este año tuve la oportunidad de conversar con Raúl. Recordamos viejos tiempos de facultad y también del posible Instituto Sor Juana Inés de la Cruz en Los Ángeles. Un proyecto cultural dedicado a nuestra Décima Musa. ¡Fantástico! De lengua y literatura, de cultura fronteriza, de lenguas originarias, como el náhuatl de los villancicos de Sor Juana. Recordamos los tiempos de la facultad, del “Cuando él entraba, yo salía”. Me impresionó su cultura, el ser del historiador que llevaba adentro, lector de primera fila de la FIL, a lo largo de los meses en los que la Feria se prepara por equipos amorosos de su trabajo, coordinados por el gran tlatoani, aunque sus orígenes maternos pudieran ser sefardíes que migraron a Los Altos de Jalisco, como documenta el reciente libro de Salvador Gutiérrez. Aquella noche de enero hablamos de ese posible origen, mientras señalaba la ventana de la alcoba donde su madre pasó sus últimos tiempos.

Fue en el cumpleaños de Maj. Entendí del enamoramiento de Raúl por una mujer sencilla, franca, espontánea. Ella, feliz con “su hombre”, como traviesamente se refería a él. Hace unos días mi amiga María Esther y yo comimos con Maj. Raúl no pudo acompañarnos, pero de lejos fue él quien nos invitó. Todo era felicidad cuando, de pronto, este domingo pasado —2 de abril de 2023— la felicidad se detuvo en seco y las aves salieron volando, esparciendo sus alas en el viento cuando las hojas de los árboles se confundieron con las hojas de los libros.

Raúl Padilla López comenzó humildemente y luego fue pasando lista de asistencia a esos sus proyectos auxiliados por la lealtad de quienes durante años trabajaron con él; dijo adiós a su familia, a sus amigos y sonrió a su último amor, como si fuera el primero, y lo fue. La vida también tiene sacrificios.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.