Recuerdos de mi padre/ II

La mar en medio

En esta segunda parte de la entrevista de José de la Colina con su padre, escrita como un monólogo, Jenaro le habla de su pasión por la lectura y de cómo en su juventud preparó un atentado contra el rey Alfonso XIII.

Jenaro de la Colina, padre del autor. (Especial)
José de la Colina
Ciudad de México /

“Al verme leer tanto mis hermanos Gil y Marcelino se burlaban: Qué barbaridad, cómo lee Jenaro, lee más que los señoritos, y yo me cabreaba, porque entre trabajadores llamarlo a uno señorito era insultante, encima de que los señoritos, los hijos de los ricos, que viven sin trabajar y del dinero de la familia, no leían nada, su ocupación era, por ejemplo, disfrazarse de marineros de lujo, vestirse con una especie de uniforme: gorra de plato con funda blanca, chaqueta azul con botones de ancla, pantalones blancos, calcetines blancos, zapatos blancos, y el cerebro siempre en blanco, y pasarse el tiempo en el café o en el Club Náutico, hablando entre ellos de las regatas de balandros, jactándose alguno de que tenía un balandro de los mejores, de los de más eslora, construido no en El Astillero local, sino en los astilleros ingleses, y algún otro replicándole a lo mejor que él no tenía balandro sino un simple bote velero de los de quilla plana pero que corría sobre la mar como un vendaval, y estos pollos solían caminar por el Paseo Pereda y luego subir a los Jardines de Piquío dándose muchas ínfulas y contemplando con suspiros el Palacio de La Magdalena que sus padres y la aristocracia santanderina habían regalado a la familia real con el fin de que veraneara allí y esparciera por todo Santander el perfume de la realeza. Yo llegué a ver a la tal familia un día: ocupaban una gran parte de la Playa Primera de El Sardinero, aislada y acordonada para darse ellos solos sus baños de mar, y a mí, de no ser por ese detalle, y porque se sabía que habían llegado los reyes, me hubieran parecido una familia de horteras.

“De rabia que le teníamos al rey y a toda la patulea monárquica compañeros y yo, todos muchachos, planeamos hacerles un acto terrorista. Escucha, porque fue menuda hazaña. Cuando el Alfonsito vino a inaugurar la Biblioteca Menéndez Pelayo, que tal vez sea el mayor acto cultural en que hayan participado en siglos las clases altas santanderinas, pues ya digo que no cogían un libro ni por urgente recomendación médica, unos jóvenes de la CNT (la anarquista Confederación Nacional del Trabajo), más Trujillo, que era socialista, ideamos un plan para bañar de mierda al monarca y a su comitiva, entre otros a Antonio Maura, el político monárquico, un cantamañanas, al que casi le teníamos más rabia que al rey, porque en las Cortes se había responsabilizado de la represión de los obreros cuando la Semana Trágica de Barcelona, aquella por la que fusilaron a Ferrer entre otros, y resultaba que este fantochón iba a hablar en la inauguración de la biblioteca como presidente que era de la Real Academia Española. Nuestro plan consistía en elevar sobre el lugar y en el momento del solemne acto unos globos aerostáticos que llevaran colgadas barquillas llenas de mierda, y, tirando de hilos, volcar las barquillas y así dejar caer el contenido sobre aquellos personajes, que estarían pintiparados, de punta en blanco. Preparamos entonces detalle por detalle nuestro intento de propaganda por el acto, haciendo planos del terreno, calculando el peso del contenido de las barquillas y previendo posibles direcciones de los vientos, de modo de determinar el rumbo y la altura de nuestros globos bombarderos, pero finalmente no llegamos a hacer sino un solo globo contrahecho, con muchos remiendos y pegotes, un esperpento que vete a saber si llegaría a subir, aunque al menos por su apariencia era un aerostato con todas las reglas según Trujillo, a quien por trabajar en cosas de mecánica habíamos elegido como nuestro experto en aeronáutica. Gozábamos ya por adelantado del espectáculo y hasta habíamos redactado ya entre nosotros, de boquilla, la gacetilla para la Soli, es decir nuestro periódico Solidaridad Obrera, algo así como: El 23 de agosto en Santander un heroico grupo de jóvenes compañeros, hijos del gran pueblo trabajador, arriesgando la vida frente a los genízaros del capital, del clero, de la monarquía y del ejército, en un acto simbólico pero valiente, y por medio de un ingenioso dispositivo, fruto de su industria e ingenio, realizaron la hazaña de bañar de excremento al rey y su caterva de socios, que huyeron despavoridos sin justificación alguna, pues no hacían más que recibir en sus tristes personas algo de lo mismo de que están hechas..., pero finalmente nada se llevó a cabo, porque ninguno de nosotros fue tan guapo como para ponerse a juntar excremento o producirlo a la hora requerida, de modo que, vaya un debut de feroces terroristas, el globo se lo llevó a casa uno de nosotros en recuerdo de la hombrada soñada y todavía mucho tiempo después Trujillo, aquí en México, en el Café Madrid, contaba la hazaña como si de verdad se hubiera realizado y en dimensiones épicas, no solo porque según él habíamos efectivamente lanzado sobre la caterva monárquica diez o veinte globos con su sabida carga, sino porque, además, después de aquel acto glorioso habíamos tenido que evadir heroicamente a los genízaros de la corona, huyendo a la montaña donde habríamos vivido unas semanas como pielrojas. Esto debió ser por el año 2O, más o menos, cuando yo tenía catorce o quince, o en todo caso sería antes del golpe de Estado del militarón Primo de Rivera y del comienzo de su Dictablanda, que dicta sí fue, pero blanda no tanto, digan algunos lo que digan, pues vaya que abundaron los pistoleros de la Patronal y las represiones del Estado a los trabajadores, aparte de la crisis económica, que fue de temblar.

“Un día que le mostré a Del Solar unas cuartillas muy ingenuas y rabiosas que había escrito contra Primo de Rivera, Vicente me dice: “A que no eres capaz de leerlas en un acto de nuestra organización que hay esta noche en el Ateneo Popular”, y yo me engallé y fui al acto, pedí que me dejaran leer aquellas cuartillas, las leí ahuecando mucho la voz para disimular que era casi un chaval, y tuve un éxito que me sorprendió, y en seguida me propusieron que me afiliara a la organización, así que desde entonces empecé a participar en la vida de la Ceneté, y supongo que también desde entonces fue cuando empezaron a vigilarme la policía y a provocarme y amenazarme los pistoleros de la Patronal, los de los llamados sindicatos libres que habían formado los patrones con verdaderos gángsters para reprimir por su cuenta el crecimiento y la acción de nuestros sindicatos, los verdaderos. Los compañeros me decían: Tú no te preocupes, Inglesito (porque en Santander decían que yo tenía tipo de inglés), que como verán que eres un chaval, no se atreverán a hacerte nada, sería un escándalo, pero otros me aconsejaban: Toma todas las precauciones, Colina, que estos cabrones están notando que te significas cada vez más y, como verán que eres un chaval, más se atreverán a hacerte una cabronada. De modo que un poco más tarde, cuando era yo secretario de la CNT en Santander y arreciaron las amenazas y las emboscadas, hasta llegué a llevar pistola, y puedes creerme que no me sentía a gusto, el solo tenerla por la noche en el cajón de la mesilla me hacía sentirme mal, porque la pistola es una cosa que la llevas en el bolsillo como si la llevaras dormida, pero qué va, siempre está despierta, y es que una pistola es una de las cosas que mejor se acomodan a la mano, es un objeto realmente bonito, y te invita a que lo empuñes y lo uses, y como el gatillo obedece demasiado fácilmente al dedo, de repente disparas como sin darte cuenta.

“Además del anarcosindicalismo tenía mis aficiones, por ejemplo nadar, pues todo chico santanderino que se respete tiene que saber echarse coles, es decir clavados, como se les dice en México, y luchar con el oleaje y el frío en las playas bravas del mar de Cantabria, que no es un agua caliente y mansa como la de Acapulco precisamente, y desde luego también me prendía el futbol, que jugábamos en todas partes, en cualquier espacio, en los llanos o en la calle, y que siempre me ha gustado tanto que, como sabes, es el único deporte que me agrada ver, es casi el único que veo por televisión”.

AQ

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