Reinaldo Arenas y el exilio cubano

En portada

Esta carta dirigida al autor de El mundo alucinante muestra los primeros desencuentros entre dos víctimas del exilio latinoamericano.

El crítico uruguayo Ángel Rama (izq.) y el poeta cubano Reinaldo Arenas (der.) fueron expulsados de sus respectivos países. (Imagen: Luis M. Morales)
Laberinto
Ciudad de México /

Pasión epistolar de Ángel Rama

'Una vida en cartas. Correspondencia 1944-1983' (Estuario editora, 2022) es una muestra de la permanente comunicación que Ángel Rama mantuvo durante casi cuatro décadas con escritores latinoamericanos entre los que se encuentran Octavio Paz, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa, Idea Vilariño, Beatriz Sarlo y Eduardo Galeano.
Nacido en Uruguay en 1926 y muerto en el trágico accidente de aviación del 27 de noviembre de 1983 en las inmediaciones del aeropuerto español de Barajas, en el que también murieron su compañera, la crítica de arte Marta Traba; el escritor peruano Manuel Scorza y el mexicano Jorge Ibargüengoitia, Ángel Rama perteneció a la llamada Generación del 45 y fue director de la sección literaria de la revista 'Marcha' y de la editorial Arca.

Con la edición de Amparo Rama y textos introductorios de Rosario Peyrou y Beatriz Sarlo, 'Una vida en cartas' recuerda, entre tantas otras cosas, la actitud de Reinaldo Arenas ante la expulsión de Rama y Traba de los Estados Unidos en 1982, acusados de “subversivos”. Defendidos por escritores como Arthur Miller, Cortázar y García Márquez, el autor de 'Antes de que anochezca' —escribe Sarlo—, a quien Rama había apoyado en repetidas ocasiones en sus inicios, se sumó a sus detractores en artículos periodísticos rememorando su presunto pasado subversivo y su contubernio con el fascismo de Fidel Castro.


A Reinaldo Arenas

Washington, 30 de noviembre de 1981

Mi querido amigo,

He recibido los ejemplares del Mariel y el ejemplar El Central, que ya había tenido el gusto de ver en Barcelona, este verano, junto con Termina el desfile. Te agradezco el envío y no puedo decirte lo que me preocupó el tono y los términos de tu carta. Creo poder comprender bien la situación de quienes como tú han padecido mucho en los años de Cuba; he conversado largo con Heberto [Padilla], cuando salió y vivió aquí en Washington, y he leído su reciente novela En mi jardín pastan los héroes, que da una visión dramática de su vida allí; he visto a [Edmundo] Desnoes también y he leído sus escritos en el exterior. No es por lo tanto eso lo que me preocupó en tu carta, sino la desesperación (y aún más, la extrema subjetivación) con la que sigues viviendo, aun desde fuera, todo ese tiempo, cosa que ya también había registrado en un par de artículos que publicaste y que merecen mi categórica reprobación, sobre García Márquez y Cortázar. No creo, Reinaldo, que llamar a Cortázar senil o pueril sea una forma adecuada de discutir posiciones y mucho me temo que ese tono y ese léxico reducen la eficacia de tus mismos argumentos. He tenido bastantes discrepancias con Cortázar (las últimas, justamente, a consecuencia del artículo que escribí sobre ti) pero soy consciente de que me haría daño a mí mismo y no persuadiría a nadie de mis ideas, si en vez de debatir con datos objetivos y probados una posición, me limitara a insultarlos.

Te doy un ejemplo de esta subjetivación que concluye por no ver lo que un texto dice. Terminas tu carta diciendo lo siguiente: “Veo, sin embargo, que en tu trabajo sobre Los contestatarios del poder no se me cita (siendo El mundo alucinante, por ejemplo, una obra eminentemente contestataria a todo poder, tanto religioso como político), ya veo que las predicciones de que yo vendría al ostracismo empiezan a cumplirse de una forma planificada y premeditada (no es este el único ejemplo). ¿Entra, pues, mi ‘ostracismo’ dentro del plan quinquenal del Partido?” Quedo sumamente perplejo al leer esta acusación contra mí. Primero: no es cierto que no esté citada tu novela, pues la cito como ejemplo de que tus “conflictos con el régimen” te llevaron a “vastas construcciones simbólicas alejadas en el tiempo”. Vuelve a leer el ensayo, por favor. Segundo: ese ensayo es el prólogo a mi antología de Novísimos narradores hispanoamericanos en marcha, dónde estás incluido representando a Cuba y con el texto, simbólico también, que me mandaste, “Adiós a mamá”, cuyo mensaje anti-régimen es de sobra manifiesto. Tercero: parecería que me acusas de ser integrante del partido comunista y de participar de un plan contra ti, lo que es disparatado y fuera de la más obvia objetividad.

Por si acaso, Reinaldo: no he sido nunca miembro del partido, ni tal cosa absurda ha pasado nunca por mi cabeza. Soy y he sido siempre un socialista y, como tal, creo que el socialismo es un mejor sistema económico y social, que puede y debe garantizar la libertad del individuo aún más plenamente que las presuntas formas del capitalismo. Por lo cual he tenido encontronazos con los comunistas y por lo cual he preferido distanciarme de Cuba desde enero de 1969 cuando les vi asumir el modelo soviético que entiendo dañino. Por lo tanto es grotesco que me recuerdes que “no estamos ninguno de los dos exiliados en Moscú”, pues jamás se me hubiera ocurrido semejante elección, vistas mis posiciones públicas sobre el régimen soviético. Pero que esté en Estados Unidos, donde existe un régimen de derecho y libertades públicas que sé apreciar, no me obliga a convalidar el capitalismo, la política exterior ni la expoliación de las multinacionales sobre nuestra América, cosa que tampoco nadie me ha exigido. Si hubiera tenido elección libre seguramente estaría aún en Venezuela, pero como dice un personaje onettiano “la vida es más complicada”. ¿Estamos claros, Reinaldo?

Pero además siempre he actuado con la misma independencia, aun en el periodo en que visité Cuba y colaboré con la revista Casa. De eso procedió mi gran amistad con Virgilio [Piñera] y con Lezama [Lima], mi atención por quienes tenían problemas (como tú y Norberto [Fuentes]) y mi ecuanimidad para quienes después pasaron a apoyar el régimen pero entonces eran exiliados internos (como Cintio [Vitier] o Eliseo [Diego]). Dentro del mismo comité de Casa entablé pelea con posiciones que consideraba perjudiciales y siempre hablé con claridad desde mi posición, entiende bien, la mía, la única por la que respondo y que no es la de los numerosos bandos enfrentados. Por eso en la reunión que procuró Fidel con los intelectuales en 1967, fui yo quien reclamó por la intolerable situación de los homosexuales en las famosas UMAP, cosa que ninguno de los allí presentes, ni siquiera Alfredo Guevara, se atrevió a respaldar, no digo a plantear. Y también yo quien escribió la serie de artículos en Marcha cuando el grotesco proceso a [Heberto] Padilla, sabiendo de su impopularidad en el momento. Fui yo quien, dado que ni a ti ni a Norberto les querían publicar libros en Cuba, los edité en mi pequeña editorial (ahora aventada por los militares) y quien reclamó a [Ambrosio] Fornet, entonces en la Editora Nacional, porque se negaban a publicar tú espléndida obra El mundo alucinante. Sobre ella he escrito posteriormente y puedes buscar en El Universal de Caracas mis artículos.

He actuado siempre con la misma independencia, Reinaldo: no sirvo a nadie, sino a mis ideas, las que trato de fundar con conocimiento cabal, con rigor, y, sobre todo, con objetividad. Ya no tengo edad para creer que sirve de algo el bullicio pasional y romántico. Por lo mismo, cuando tu amigo [Octavio] Armand me atacó en Escandalar por mis artículos sobre el exilio, le contesté con la mayor calma para explicarle que el exilio es un asunto de posiciones políticas, no de estar meramente fuera del país, y que si él no estaba de acuerdo con Batista (quien era tan exiliado y tan cubano como él) mal podía reprochar a un exilio sureño que no compartiera la posición “política” (no humana) de una buena cantidad de exiliados cubanos, aunque seguramente compartiré la de quienes sean socialistas en la forma en que yo lo soy. En ese mismo número de Escandalar estaba un artículo tuyo que Armand daba en su apoyo. No tengo que decirte que no lo comparto. En él atacaba con injurias y en bloque a los “intelectuales de izquierda”, sin hacer excepción. Por lo tanto también a mí, [alguien] que se preocupó de publicar tus obras, que escribió a favor de ellas, que cuando te echaron escribió para defenderte, provocando el escándalo de los “castristas”, quien te recomienda cálidamente a la Guggenheim y te publica representando a Cuba en un panorama de la joven literatura continental. Parecería que soy objetivo, atento a los valores artísticos y a los derechos humanos, sin anteojeras pasionales. Lo que me permite reclamar la libertad de [Armando] Valladares y también la de un eminente matemático y dirigente del partido comunista uruguayo, José L. Massera, acerca de cuya situación atroz en las cárceles uruguayas, no he oído una palabra tuya, ni de Armand, ni una línea de la revista Mariel. ¿Quién está equivocado, Reinaldo?

Y ahora a mi artículo. Te rogaría que volvieras a leerlo. Está escrito en Washington, cuando acababa de producirse tu expulsión. Todos los datos que manejo responden, como digo con toda precisión en el artículo dando las que los estudiosos llamamos “fuentes bibliográficas”, a los artículos periodísticos que se publicaron en los diarios americanos: unos del corresponsal de Washington Post en La Habana, que es quien afirma que [Armando] Hart dijo que disponías de pasaporte para salir, y otros a tus declaraciones en Estados Unidos al llegar, publicados en el diario de Miami. Por lo tanto, no soy yo, como me dices en tu carta, quien cita “las declaraciones de un ministro de cultura para demostrar que allí la cultura marcha bien” agregando que es “como citar a Hitler para demostrar que en Alemania no se mataban a judíos”, es la periodista norteamericana, que utiliza el normal sistema periodístico de este país, que consiste en registrar las distintas posiciones sobre un punto para ofrecer un campo objetivo de elección al lector. Se puede discrepar con el Washington Post y con los demás diarios de USA, ¡pero no creo que nadie te reconozca que sus periodistas son servidores de Hitler!

Confieso que me divierten algo las reacciones a mi artículo sobre ti. Levantaron una tormenta entre los intelectuales castristas, en México y en Venezuela, y no ha faltado el necio de turno que ha dejado de saludarme y se ha dedicado a decir que soy un agente del Departamento de Estado, la CIA y tutti quanti. Que promueva una parecida reacción entre los exiliados cubanos y que el propio aludido me coloque en la categoría de nazi o agente de los G2, no deja de ser paradojal, y no deja de comprobar lo difícil que, en este periodo pasional, es mantener una línea coherente, independiente y sensata. Lo que no me parece correcto, Reinaldo, es que, teniendo tal opinión de mí, propongas que se publique mi artículo en el número que el Center prepara en tu homenaje. He escrito, como antes dije, sobre tu literatura y con gusto puedo proporcionarte algún material de mi archivo de Caracas sobre ti.

Por todo esto, tan largo y aburrido, estaba dirigido a llamarte la atención sobre una actitud que me parece te perjudica. Creo que desde que llegaste te escribí recomendándote que no te metieras en el ambiente pasional y te consagraras a tu obra. Heberto, que tiene tantos agravios como tú contra el régimen, ha preferido eso. Antonio Benítez y Desnoes están haciendo su obra; el primero me escribe aprobatoriamente sobre mi respuesta a Armand. Los ambientes que deciden en USA no tienen nada que ver con el estilo retórico y frenético de Granma, el cual por sus mismos rasgos carece de toda incidencia real en este medio. Una de las cosas que más ha perjudicado a Cuba es el ambiente emocional en que todo transcurre, el cual por momentos roza la paranoia, cosa que los mismos latinoamericanos amigos de Cuba que visitan la isla no dejan de reconocer, consternados. Creo que ese mismo clima se ha posesionado de una parte del exilio y creo que tampoco le hace bien.

Disculpa esta larga carta y acepta que la escribí tanto como para establecer mi línea de conducta como para ayudarte a ti. Pienso que tienes mucho talento y puedes hacer espléndidas obras, pero esa, que es tu real carta de triunfo, exige una administración inteligente y una concentración bien aprovechada. Por ti, por la literatura cubana, por la del continente, me gustaría que lo hicieras. Te mando un fuerte abrazo, iré a fin de año a Nueva York y me gustaría mucho verte,

Ángel

PD. Como creo que me reconocerás algún derecho sobre mis artículos, como ya antes el director de Review me había solicitado autorización para publicar mi artículo en el focus que proyectan dedicarte y como no quiero dar lugar a ninguna confusión sobre mis posiciones intelectuales y políticas que han sido siempre públicas y no han dependido nunca de ningún compromiso partidista, doy paso de una copia de esta carta a Luis Harss. Como proyecto, una vez que aparezcan las memorias de [Heberto] Padilla, escribir sobre la disidencia cubana de este último periodo, y quiero hacerlo en la forma más documentada, te agradecería que me ayudaras acercándome todos los materiales que, como el número dedicado a Mariel que me enviaste, pudiera yo no conocer y resultarían útiles para mi más cuidado conocimiento de la producción de este último tiempo. Acabo de concluir una serie de tres artículos sobre la disidencia del bloque soviético en la reciente década pasada y me gustaría completarla con un ensayo referido a los cubanos, aunque descarto, con el adecuado escepticismo, que generará las mismas reacciones emocionales que mi artículo sobre ti.

Un abrazo.

[Copia de carta sin firma]


* Título de la Redacción.

Carta publicada con la autorización de Amparo Rama.

AQ

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