La ausencia de llanto por la muerte de su padre y un ataque de risa en su novenario, son algunas de las razones que llevaron a que un licenciado en Comercio Internacional, empleado en un corporativo aeroespacial, se decidiera a escribir de manera comprometida, abrevando desde ese momento lecturas de clásicos y contemporáneos. Es con esta consigna que después de dos años, Ricardo Gabriel García Cruz ganó el Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo 2024, convocado por la Secretaría de la Cultura de Artes de Yucatán y el Ayuntamiento de Mérida. El cuento “Oh La La” fue seleccionado por su calidad narrativa, el cuidadoso diseño y desarrollo de los personajes, la gracia con la que retrata la sociedad mexicana y la originalidad en el texto, de acuerdo al laudo. De manos de la escritora Beatriz Espejo, en un acto protocolario, García Cruz recibió el reconocimiento y el cheque simbólico por 55 mil pesos.
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“No estudié letras y, sin duda, he leído mucho menos de lo que debería leer un aspirante a escritor. Tampoco estoy inmerso en el panorama literario y no tengo contactos en el mundo editorial”, refiere Ricardo, aunque en dos años ha leído las obras completas de Amparo Dávila, Inés Arredondo, José Revueltas, así como varios libros de Roberto Bolaño y de José Agustín, además de estar inscrito en el taller del escritor Eduardo Antonio Parra, quien después de revisar su cuento le dijo que lo metiera al concurso y para su sorpresa lo ganó al mismo tiempo que con el cuento “El piso de cristal”, obtuvo una mención honorífica en el Concurso Internacional de Cuento Libre 2024, convocado por el Festival Rulfiano de las Artes de Jalisco.
García Cruz revela cómo fue su camino antes de decantarse por el cuento, siendo que sus lecturas previas habían sido principalmente novelas como la primera que recuerda en la preparatoria, El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Marquez, misma que compró en un tendido de libros usados en un tianguis. Recuerda detalles como el nombre del propietario original, “Carlos”, quien dedicó a su pareja el libro y subrayó frases al interior, piensa que ella se deshizo del libro y así es como llegó a sus manos. “Mi padre murió cuando yo tenía 36 años, a los 40 me vino la crisis de la edad, después de años de reflexión y algunas lecturas decidí que iba a escribir una novela con todo lo que no le pude decir en vida, porque cuando nuestra relación había mejorado, murió. Él fue alcohólico y vivir con un adicto afecta todo el entorno familiar. Una Navidad, durante la cena y con unos tequilas encima les dije a todos que el próximo año escribiría una novela, aunque en mi interior me parecía muy difícil. Entonces mejor empecé con unos cuentos, ya que son menos páginas, con la intención de agarrar práctica para ir soltando la mano. Así de ignorante era. Ahora sé que la brevedad es solo una de las muchas características que hacen del cuento un animal indescifrable. Digamos que elegí el cuento pensando en el camino fácil, pero me quedé en él porque me enamoré de todo lo difícil que es lograr diez cuartillas que valgan la pena”.
El novel escritor nunca sabe dónde encontrará material para un cuento, él lo puede hallar en anécdotas familiares como la del cuento “Oh La La”. Siendo adolescente en su casa había una parabólica y como sus papás trabajaban, invitaba a sus amigos a ver películas porno. “Lo primero que tenía claro cuando lo comencé a escribir, era la atmósfera. En esa época Julio César Chávez era el ídolo de todo México y mi papá invitaba a muchas personas a ver sus peleas. Entonces busqué la manera de unir esas dos anécdotas y así es como nació el cuento con el que gané. Los personajes, esos si fueron en su mayoría producto de la ficción. Y la otra cosa que yo intenté lograr con ese cuento fue que quería que tuviera un ritmo muy rápido, al menos en el clímax, un ritmo que imitase la velocidad de los narradores deportivos. Entonces muchas veces omito verbos o sustantivos, para que las frases sean lo más cortas posibles y se dé la impresión de que estamos brincando de toma en toma, como hacen las transmisiones de box en la televisión”.
En cuanto a su proceso creativo Ricardo dice que escribe varios párrafos con la historia como le llega a la cabeza y luego va ordenándolos a ver si tiene la posibilidad de convertirse en un cuento, cuidando no revelar el desenlace. Le ha pasado que incluso teniendo en la mente cuál debería ser el final, a medio camino encuentra algo distinto, algún detalle que le gusta más que la idea original, entonces lo cambia todo para poder meter ese nuevo elemento. Siempre teniendo presente a los personajes, la atmósfera y el efecto que desea lograr en el lector.
Después de ganar el Beatriz Espejo, Ricardo asegura que ahora más que nunca sabe que seguirá escribiendo aunque nadie lo lea, porque lo necesita para sanar la relación con su padre y aunque no dispone de mucho tiempo, ya que tiene un trabajo para pagar la hipoteca y las colegiaturas de sus hijos, no le importa si queda como un anónimo más en el mundo literario, porque es frente a la hoja en blanco que ha descubierto quién es: “porque ni en el desmadre, ni el la peda, encontré al animal en que me convierto a las tres de la madrugada frente al papel. Quiero seguir tirando todo lo que tengo, porque quiero creer que existen los golpes de suerte, y a veces, si nos esforzamos lo suficiente, podemos noquear en el doceavo”.
AQ