‘Robot salvaje’: entre lo malo y lo feo

Cine

¿Logra esta película animada escapar de los estereotipos y la cursilería?

‘Robot salvaje’, de Chris Sanders, narra la historia de un robot que desarrolla la capacidad de sentir. (Dreamworks)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

El cine de maquila tiene un problema: es predecible. Más cuando se apuran los tiempos para cumplir con los caprichos de temporada. Se lanzan campañas publicitarias engañosas para agarrar el dinero y correr.

Robot salvaje se vende como algo similar a Coco, esa adorable película que se fabricó con esmero y cariño. En emulación, Robot salvaje sigue los mismos clichés y busca enternecer igualmente, aunque con un tema distinto: por cierta razón un robot cae en una isla. Aquí el androide, programado para ayudar en toda clase de tareas, pudo servir para reflexionar en la diferencia entre instinto y naturaleza pues, como se sabe, el cine para niños no está peleado con la inteligencia, pero no. Robot salvaje receta todos los chistes fabricados desde que el cine es cine. Y sucede, claro, lo que uno espera desde el principio: por alguna razón que escapa tanto a los escritores como al director y a los espectadores, el robot comienza a sentir. Se enamora de ser mamá. El objeto de su afecto resulta ser, faltaba más, un gansito.

Ahora bien, al otro lado del espectro hay un zorro pretendidamente simpático que habita en esta isla y que, de acuerdo con sus instintos, come todo lo que encuentra, lo cual incluye, por supuesto, gansitos indefensos, por más que los protejan androides que incomprensiblemente hayan adquirido sentimientos.

La metáfora está servida, tenemos ya a una familia disfuncional en suburbio estadunidense. Y con la misma facilidad con que el robot aprende a amar, el zorro se vuelve papá y entre los dos se dan a la tarea de enseñar al pequeño emplumado a ser lo que es, lo cual se reduce a nadar, comer y volar, llegado el invierno, lejos de esta isla salvaje en que sucede este drama mediocre.

Pero hay algo que debemos notar. Si uno se fija en los grandes estudios de California, suelen poner como los malos más malos de sus películas a una empresa o corporación. Justo lo que ellos son. Misterio. Dejemos que alguien más estudie por qué en un conglomerado de corporaciones se estereotipa a las empresas capitalistas como las más malas de toda la historia y digamos solamente que los creadores del robot están por volver por él con lo cual van a destruir a todos los amiguetes que la mamá robot, su esposo zorro y su hijo ganso han hecho. Claro, los animales ahora, animados por el espíritu del robot (que es tonto pero eficiente), han dejado de cazar y odiarse. Ahora se unen y se echan la mano. El mundo feliz y salvaje por fin lucha contra esta empresa que parece haber salido de Alien, Terminator o de Blade Runner.

Pero nuestros héroes, claro, no van a permitir que con su ciencia “malvada” los capitalistas creadores de su heroína destruyan la isla paradisiaca. Robot, ganso y zorrito unen a lo más auténtico de la naturaleza contra lo único que parece verdaderamente odiarse en los estudios de California: el capitalismo. Y lo dice la película, no yo.

En el colmo de la cursilería, el poder del amor familiar y de los instintos naturales es lo único que permite que todos estos seres se unan por fin y que lo que antes fue oposición entre iguales sea ahora sana cooperación. Ahora, ¿por qué hablar de una película tan horrenda como esta? Durante un tiempo el cine de estudio puso sus esfuerzos en hacernos volver a las salas y consiguió, en efecto, un par de películas muy interesantes. Pero el seso volvió a secarse. Cualquiera que diga que por esta película vale la pena volver al cine está enajenado. Como este robot que no sabe si es zorro, ganso o mamá.

Robot salvaje

Chris Sanders | Estados Unidos | 2024

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.