Sabia ignorancia

Toscanadas | Nuestros columnistas

Tal vez san Jerónimo andaba de mal humor cuando aseguró que el número de idiotas es infinito.

Caravaggio, 'San Jerónimo escribiendo', 1605. (Wikimedia Commons)
David Toscana
Ciudad de México /

El versículo Eclesiastés 1:15 suele traducirse con alguna variante de esta cita de la Reina Valera 1960: “Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse”. Es más punzante la traducción que leemos en la Vulgata: “Perversi difficile corriguntur, et stultorum infinitus est numerus”. Me alegra no tener que traducirlo, pues no escribo para la sección de espectáculos.

Tal vez san Jerónimo andaba de mal humor cuando aseguró que el número de idiotas es infinito, sin darse cuenta de que en esa infinitud le estaba llamando estultos a los apóstoles, al papa y a sí mismo. También a usted, estimado lector.

Más moderado fue Barnum cuando dijo que cada minuto nace un imbécil. Eso significa mil 440 imbéciles nuevos cada día; lo que hoy da para apenas un 0.4 por ciento del total.

Sea como fuere, la Vulgata fue el texto oficial e inspirado por el Espíritu Santo durante más de mil años. De ésta llegaron las primeras traducciones a lenguas vernáculas, así es que la cantidad de necios continuó siendo infinita. En la Biblia de Wycliffe se lee algo que puede entender quien lea inglés: “Weiward men ben amendid of hard; and the noumbre of foolis is greet with outen ende”.

La Biblia del Oso, la primera en español, ya no habla de perversos e idiotas, sino de torcidos e incompletos. Y pese a que Casiodoro de Reina fue mejor traductor que Jerónimo, al bueno lo persiguió la inquisición y al malo lo hicieron santo.

De la mano de san Jerónimo, un religioso de esta orden recomendaba que “así como no se deja de predicar porque haya necios oyentes, no es razón dejar de escribir porque haya necios lectores”. Haciendo a un lado la absurda y contradictoria infinitud, me agrada este cura porque dicta que “escriben los sabios, pero juzgan los estultos”, y a esto último acaba llamando “el juicio sin juicio de los necios”.

Un antiguo religioso que se suma a la idea de la escritura y no a la del juicio es fray Jerónimo de San José. “Para escribir es menester ser absolutamente sabio.” Ojalá él lo haya sido. “El que hubiere pues de escribir, estudie, trabaje y sude; y no tome en la pluma en la mano antes de hacer perfecta idea y comprensión de lo que intenta”.

Entre sabios cabales e infinitos ignorantes dividen el mundo estos religiosos acostumbrados al absoluto. Peor aún, se creen sabios si se consideran ignorantes y tratan de hacer eco a los galimatías de San Pablo sobre el tema, soltando frases comunes de las que no se escapó ni San Juan de la Cruz. “Toda la sabiduría del mundo y habilidad humana, comparada con la sabiduría de Dios infinita, es pura y suma ignorancia”.

Entonces resulta que san Jerónimo tuvo razón, no en traducir lo que tradujo, sino en escribir lo que escribió.

AQ

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