Salvador Novo es una de la figuras más contradictorias del siglo XX mexicano. De su radicalidad juvenil pasó a ser un defensor del régimen en la etapa final de su vida. El pasado 30 de julio se cumplieron 115 años de su nacimiento. La obra Novo, un clóset de cristal cortado, de Alejandro Román, con dirección de Guillermo Navarro y actuación de Gerardo González, es un monólogo que muestra todas sus facetas.
La obra se presenta en el teatro La Capilla los miércoles a las 20:00 horas. El actor ahonda en la obra.
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—Si la obra es una biografía, ¿qué tan ortodoxa o heterodoxa es?
El texto es de Alejandro Román y es una investigación que él hizo. No es precisamente una biografía, sino sólo se trata contar algunos aspectos de su vida. Está, por ejemplo, esa especie de locura que tuvo por García Lorca después de haberlo conocido en Buenos Aires.
—Sabemos de su etapa radical de juventud y su etapa final como periodista reconocido que se acercó al régimen en el 68. ¿A qué episodios se le ponen más énfasis?
Tocamos casi todo: la parte de su infancia, la parte de su juventud, cómo vive la Revolución, cómo llega a la Ciudad de México, cómo empieza a relacionarse con Villaurrutia y tanta gente, cómo funda lo de Contemporáneos... Y también sus cuestiones personales: lo terriblemente provocador que era ante el poder en un momento en que ser homosexual era un delito. Él fue una especie de punta de lanza de todo esto.
—Para ti como actor ¿cuál fue el reto principal?
El director me hizo salir de mi zona de confort; ha sido un proceso muy difícil, porque es como volver a empezar. Decidimos que no existiera caracterización. Yo estoy prestando mis propias herramientas para contar la historia tomando un poco de la personalidad de él. Pero no quise ni depilarme las cejas, ni usar peluquín, ni nada de eso, porque me parecía que se podía ir a la farsa o a la caricatura y de ninguna manera quería eso.
ÁSS