La farsa es un género moral. Detrás del velo de absurdo brilla eso que el autor piensa que el mundo debe ser. Así sucede en Sexo desafortunado o porno loco, de Radu Jude, película exclusiva de MUBI que ganó el año pasado el Oso de Oro en Berlín.
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El autor busca convencernos de que el mundo debiese ser más gentil y menos mojigato. Para empezar, haciendo honor al título, los primeros minutos de la obra borran por completo la frontera entre arte y pornografía. Jude va hasta donde no se han atrevido ni siquiera Marco Bellocchio o Lars von Trier. Y es que, en El diablo en el cuerpo, de 1986, y en El Anticristo, del 2009, hay escenas explícitas que, sin embargo, resultan hermosas y contundentes.
En Sexo desafortunado o porno loco no hay música sublime, como en El Anticristo, ni la fotografía espléndida de El diablo en el cuerpo, Jude nos espeta gemidos y genitales en espera de que nos asustemos o sigamos el camino del arte. Porque la primera reflexión que produce la película gira en torno a eso que llaman “buen gusto”.
Como se sabe, en la Historia del Arte los conceptos de belleza y buen gusto resultan muy problemáticos de modo que el autor rumano invita a suspender el juicio en torno a semejantes nociones para, después del porno, lanzarnos por las calles de Bucarest dando inicio a eso que llaman “denuncia” y que ofrece a esta farsa su carácter auténticamente moral. Porque, ya en la segunda parte de Sexo desafortunado… nos enteramos de que, lo que acabamos de ver, es efectivamente un porno casero que Emilia, maestra de literatura rumana en una escuela secundaria, grabó con su esposo dentro de los límites del lecho conyugal. Y el problema no es tanto la película como que su esposo, para ganar seguidores en un conocido canal, lo haya subido a internet. Ahora el filme casero ha sido visto por todo Bucarest. Incluyendo sus alumnos.
En esta segunda parte, Jude echa mano de su experiencia como director de documentales y sigue a Emilia por una urbe típicamente decadente y europea. Es una ciudad con letreros en inglés en los que, si uno se fija bien, se invita a consumir con anuncios espectaculares tan vulgares (y casi tan explícitos) como el porno casero que Emilia grabó. La gente, además, se grita y es incapaz de ser gentil. En los cafés se charla con desparpajo de cierto periodo histórico que, en Rumania, resulta más violento que cualquier imagen: la alianza que en la Segunda Guerra Mundial mantuvo el gobierno con Hitler y su propuesta de exterminio racial. Eso, en verdad, es indecencia.
La tercera parte es la más interesante. El realizador presenta al público una suerte de collage de viñetas con lo que ha sido la historia y la cultura rumanas de los últimos años. La película recuerda ahora El Abecedario de Gilles Deleuze, que produjeron en 1996 el filósofo y Claire Parnet. El cine, reflexiona Jude en una de estas viñetas, es el escudo pulido de Atenea. A través de su superficie vemos el horror de Medusa, esto es, la sociedad occidental.
Llegados al final, el director introduce por completo la farsa: el comité de la escuela en que trabaja Emilia se transforma en una suerte de inquisición kafkiana y ella tiene que dar explicaciones a los sospechosos comunes: Iglesia, Estado y promotores de la teoría del complot. Todos ellos se visten de hipocresía. Y como buena farsa es hilarante y moral. ¿El mundo debe ser como lo plantea Jude? No lo sé, pero reír cae bien después de todo lo que este director nos ha obligado a ver, sentir y pensar.
Sexo desafortunado o porno loco
Radu Jude | Rumania | 2021
AQ