Alrededor de cada palabra existe un silencio.
Un silencio indestructible. Cada palabra está
rodeada de una gravedad que se apropia de
nosotros cuando sentimos el silencio que nos
circunda. Si pronunciamos la palabra padre, en
torno percibimos una gravedad trémula. Que no
es la misma si pronunciamos la palabra madre.
Algo cambia en rededor. Ese silencio teje ascuas.
Arma figuras y modulaciones. Como la llama del
pebetero. Cuya exaltación no comprendemos,
pero respetamos. Así, curiosamente, cuando
no entendemos el significado de las palabras
nos quedamos con su música. Y su silencio. Los
silencios que entrecortan aquella palabra y que la
vuelven inteligible.
ÁSS