Como tantas otras cosas en estos meses, el Festival de Cine de Cannes está en suspenso. Tendría que haber tenido lugar entre los días 12 y 23 de mayo de 2020, pero se ha pospuesto cuando menos hasta fines de julio. Y eso si las cosas mejoran en éste, nuestro maltrecho planeta azul. Spike Lee será el presidente del jurado en esa ocasión; el primer presidente afroamericano en Cannes. Esos dos hechos invitan a hacer la revisión a profundidad de un autor que trasciende la estética del lugar común. Nos invitan a adentrarnos en el hirsuto universo de un artista que ha seguido la consigna militante de “dar voz a los que no tienen voz”, esto es, a las minorías.
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La relación de Spike Lee con el Festival de Cannes es larga. Comenzó cuando, a los 29 años, el originario de Atlanta ganó el Premio de la Juventud. Aclarémoslo de una vez: este premio y otros que ha recibido en Cannes no deben confundirse de ningún modo con la Palma de Oro. Hay que decirlo, pues los publicistas de las distribuidoras y exhibidoras en México han sembrado conscientemente la confusión promoviendo películas con este anuncio doloso: “ganadora en Cannes”. Se trata de una leyenda tramposa pues Cannes es un festival que dura varios días y tiene muchos premios.
Promocionar una película por “ganar en Cannes” es tan ambiguo como decir que tal o cual escritor “es laureado”. De hecho, Lee nunca ha ganado la Palma de Oro. Estuvo cerca en 2018, cuando su obra BlacKkKlansman fue nominada, pero en aquella ocasión el premio se lo llevó el japonés Hirokazu Koreeda con Un asunto de familia, y sí, ambas películas se encuentran con toda facilidad en la internet pública.
El hecho de que, a pesar de no haber recibido nunca el máximo galardón del Festival de Cannes, Spike Lee esté por ser presidente del jurado de premiación habla de lo prestigiado del premio, tanto que una nominación basta para que un director forme parte de la historia del arte.
Para leer a Lee no basta con saber que es un iconoclasta y un visionario que introduce a sus espectadores en contextos ideológicos y sociopolíticos muy complejos. No basta con disfrutar el modo virtuoso en que traduce dicha complejidad en historias divertidas y llenas de suspenso. Para entender a Lee es necesario pedir prestada una herramienta de la sociología y la historia del arte, la Teoría Crítica. Sólo con ella es posible trascender el lugar común del “me gusta” o “no me gusta” y valorar trabajos como los de Lee. Sólo con la Teoría Crítica es posible examinar lo que una obra de arte dice de la sociedad que la produce, la mira (a veces la admira) y critica. Entender, por ejemplo, el papel de las minorías, tan importante en la obra de Spike Lee.
La Teoría Crítica no se limita a ser catadora de estilos, no sirve de guía de turistas ni se contenta con ofrecer ideas como haría un mesero con el comensal irreflexivo que se enfrenta por primera vez a un menú. La Crítica Textual busca relacionar una obra fílmica con el arte y la literatura, con el teatro y, claro, con otras películas. Mike Reynolds lo deja claro en How to Analyze the Films of Spike Lee: sólo la Teoría Crítica permite evaluar un arte desde la aproximación filosófica y sociológica; sólo con ella se puede aproximar el espectador a las formas más altas de producción cultural. Y eso es justamente la película Haz lo correcto, primera obra de arte con la que Spike Lee se introdujo en Cannes, un festival que se mantiene en suspenso. Pero nosotros no.
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