Sylvia Plath y las emociones

Amazonia

Gran parte de su vida fue tratada por muchos como si estuviera loca a pesar de que siempre demostró tener una mente privilegiada, estigma que le fue impuesto porque comunicaba sus emociones.

Sylvia Plath, 1932-1963. (Archivo)
Kyra Galván
Ciudad de México /

“Mi gran tragedia es haber nacido mujer”, escribió Sylvia Plath en su diario.

Es bien sabido que la poeta Sylvia Plath (1932-1963) se suicidó el 11 de febrero de 1963 metiendo la cabeza en el horno de su departamento para inhalar el gas, después de haber sellado la cocina para que el olor no pasara a la habitación adonde dejó a sus dos hijos pequeños esperando que los rescatara una nana.

Sylvia había luchado toda su vida contra la depresión, la enfermedad mental y los intentos de suicidio. Fue víctima de tratamientos salvajes como los electroshocks. Gran parte de su vida fue tratada por muchos como si estuviera loca a pesar de que siempre demostró ser una alumna aplicada y una mente privilegiada, porque ese estigma lo tenemos las mujeres, y, sobre todo, si damos rienda suelta y comunicamos las emociones. Comenzó a escribir desde muy joven y a destacarse en el mundo de las letras. En 1955 obtuvo una beca Fullbright para estudiar en la Universidad de Cambridge en Inglaterra, donde conoció al poeta Ted Hughes con quien se casó al año siguiente.

Vivieron intermitentemente entre Estados Unidos e Inglaterra en una relación tóxica y tormentosa, hasta su muerte seis años después. Gracias a la correspondencia que Plath mantuvo con su psiquiatra, Ruth Barnhouse, sabemos que Hughes no sólo la devaluaba como escritora, sino que la golpeaba con frecuencia. Incluso le provocó un aborto.

Hughes abandonó a Sylvia dos meses antes de su suicidio para irse a vivir con otra mujer. La poeta estaba enferma, deprimida, tenía problemas económicos y no tenía quien le ayudara a cuidar a dos niños pequeños. Cuando murió, Hughes fue el depositario legal de su obra. Para empezar, destruyó el último de sus diarios y no sabemos qué más. Argumentó que era por el bien de sus hijos, pero se cree que se protegió él mismo para no exponer su carácter violento y machista. Su trayectoria como poeta fue rutilante y en 1984 fue nombrado poeta laureado de Gran Bretaña.

Sylvia Plath tenía treinta años cuando se suicidó. Había publicado un poemario, El Coloso, y una novela, La campana de cristal, bajo seudónimo. Su libro póstumo, Ariel, está considerado un parteaguas en la poesía confesional, porque hablaba por primera vez y de manera descarnada de los pliegues íntimos de su ser, con una honestidad emocional poco común. Abrió el camino para que muchas otras mujeres pudieran expresar sus sentimientos sin tapujos. Tocó temas antes intratables, como el suicidio, el desequilibrio metal y el maltrato a la mujer.

En su época fue rechazada porque escribió de emociones que debían esconderse por no considerarse “apropiado” ventilarlas. Su propia madre intentó editar partes de su novela. Un hombre y un sistema patriarcal que la hicieron siempre sentirse menos valiosa y la arrinconaron en una situación límite donde no encontró salida. Una de las voces más originales de la literatura norteamericana, le fue otorgado el Pulitzer póstumo de poesía en 1982 por su obra Poemas completos.

AQ

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