Sin duda es sorprendente el modo en que Christopher Nolan consigue atrapar al espectador. Lo ha hecho con cine bélico como Dunkerque del 2017 y con la franquicia de Batman. Lo ha hecho con el rompecabezas Memento y con la ópera fílmica Inception.
Desde los primeros minutos de Tenet, el cuerpo del cinéfilo se exalta: un grupo de soldados penetra un teatro repleto para obtener un artefacto. Pronto nos enteramos que el operativo es una misión en que El Protagonista (que así se llama) está siendo probado para saber si puede participar en una de esas misiones que consisten en salvar al mundo. Tenet es el nombre de esta misión. El Protagonista se enrola en ella para prevenir “algo peor” a una guerra mundial.
Nolan sigue aquí el esquema del cine de espionaje. Así, introduce a Protagonista (interpretado por John David Washington) en unas oficinas gubernamentales donde una científica explica que hay objetos cuya entropía ha sido invertida. ¿Difícil? No es necesario acudir al pariente matemático: basta saber que estos objetos, en vez de explotar, implotan. Y no se mueven en el tiempo hacia el futuro sino más bien hacia el pasado.
Llegados al primer acto de la película, descubrimos que el esquema narrativo de Tenet ha sido calcado del gran cine de espionaje, muy particularmente de las apasionantes franquicias de James Bond. Como el 007, nuestro héroe es guapo (hijo de Denzel Washington) elegante y seductor. Su primera misión consiste en saber quién ha estado inundando el mercado del terrorismo con balas invertidas que, se nos anuncia, harán estragos en un cuerpo humano al penetrarlo siguiendo al revés la flecha del tiempo.
Es importante saber desde el principio que la finalidad de Tenet no estriba, como podría pensarse, en resolver un problema cuántico. Como todas las obras de Nolan, Tenet es arte que se sostiene en una imagen sofisticada que se sazona con peleas a puño limpio, carreras de automóvil imposibles y solo en última instancia en una trama que pondrá a girar a los amantes de la ciencia ficción.
¿El futuro está en el pasado? ¿Esto implica que no hay libre albedrío? Si la entropía pudiera invertirse, ¿significa que todo existe desde siempre y siempre existirá? Que el mundo es una ilusión es una idea que pega mucho en la cosmogonía hinduista de Nolan, un autor extravagante, prolífico y tan interesante que no es exagerado decir que en el terreno de lo comercial es lo más artístico y entre los artistas del cine es lo más comercial.
Todos los fanáticos del cine de espionaje tenemos razones para ver esta película que lo lleva al siguiente nivel. En él, El Personaje se enfrenta a la arrogancia británica con el cinismo estadounidense en un mano a mano en que brilla particularmente Michael Caine. Por más que parte de la publicidad de Tenet consiste en hacerla parecer de difícil interpretación, la verdad es que no es necesario un doctorado en física cuántica para revelar el misterio de esta película. Porque el misterio no está en la trama sino en la belleza de la imagen. Es esa belleza que con Nolan llegó a su nivel más alto en Inception: el ritmo de los efectos especiales y la forma en que se suceden una a otra las secuencias, el modo en que la acción nos alucina.
Nolan, no cabe duda, sigue siendo un maestro del cine más taquillero. Lo sabemos desde que dirigió Batman y aquella entrañable película que también hacía arte con ecuaciones cuánticas: Interestelar.
AQ | ÁSS