‘Tiempo compartido’ o el arte de producir

Cine

Un paraíso vacacional se convierte en pesadilla en esta cinta cuyo reparto incluye a Luis Gerardo Méndez, Cassandra Ciangherotti, Andrés Almeida y RJ Mitte.

Cassandra Ciangherotti y Luis Gerardo Méndez en 'Tiempo compartido'. (Cortesía: Piano)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Independientemente de otros valores, Tiempo compartido (disponible en Netflix) puede verse como ejemplo del arte de producir. ¿Qué fue lo que vio el jurado del Festival Sundance en 2018 cuando otorgó a esta película su Premio Especial? Ante todo, un guion muy bien producido. Sebastián Hofmann y Julio Chavezmontes no sólo compartieron créditos en el rubro de guion, también en el de producción, que es el área en que hoy son reconocidos internacionalmente. Para entender lo que hace un productor es necesario, primero, proscribir la idea de que “pone dinero”. Puede que lo haga, pero la mayoría más bien lo consigue y, eso sí, lo distribuye. Lo administra, pues.

Tiempo compartido cuenta la historia de un hombre que va con su mujer y su hijo a un paraíso turístico para “sanar heridas”. Por un aparente error, a este hombre le meten en la misma habitación a otra familia con la que ahora tiene que convivir. Tiempo compartido es una crítica feroz contra la publicidad engañosa, los anuncios que buscan ser “aspiracionales” y esos gurús de la mercadotecnia que creen haber encontrado la fórmula perfecta para vender un engaño: el tiempo compartido del título.

Ahora bien, para que una tragicomedia como esta pueda llegar al nivel del arte, todos los esfuerzos creativos tienen que estar orientados en el mismo sentido. Y es aquí donde aparece el arte de producir, esto es, de conjugar las aportaciones de cada involucrado en un todo entrañable. El fotógrafo Matias Penachino, por ejemplo, tiene que recrear en Tiempo compartido dos planos de realidad contrastantes. En uno de ellos se nos presenta, como a los huéspedes del hotel, la ilusión de unas vacaciones perfectas. La luz debe brillar salpicada de amarillos y rosas, de rojos radiantes y un verde espectacular. Al otro lado del espectro, en las entrañas de ese mismo hotel, el fotógrafo debe recrear un sitio lúgubre. Ahí donde se lavan las toallas y las sábanas sucias, la luz debe recordar el tinte frío de una oficina de gobierno o de un hospital. Por estos pasillos vagan, enajenados, los empleados que conducen carritos con ropa que parece interminable. Igual que los pasillos que forman un laberinto. Para comenzar, el productor debe ofrecer al fotógrafo una locación en la que puedan recrearse ambos espacios. Suena fácil, pero, dependiendo del grado de complejidad en el contraste, sería posible, incluso, utilizar locaciones muy distantes y unirlas en el cuarto de edición. Ello requeriría, claro, de una serie de gastos en los recursos que el productor debe pensar.

En Tiempo compartido cada uno de los protagonistas va acompañado de un color que marca su tono emocional, pero hay más: para conseguir el ambiente de extrañeza los guionistas han decidido que, de pronto, se aparezca en el pasillo un flamenco o un niño muy blanco que parece más bien un fantasma. Todo lo que aparece en pantalla se ha decidido, de una u otra forma, en la oficina de los productores. Y la creatividad de ellos estriba en conseguir el delicado equilibrio entre la imaginación que, mientras más vasta es mejor, y una serie de recursos que necesariamente están limitados. Se trata de una habilidad muy especial que consiste en maximizar lo que hay y obviar lo que no hay. En ello son expertos Tiempo compartido y Julio Chavezmontes, como puede verse en Tiempo compartido. Hofmann y Chavezmontes no sólo escriben y dirigen; en un sentido amplio, son dos cineastas que, en tanto productores, fueron reconocidos en el pasado Festival de Cannes.

Tiempo compartido

Dirección: Sebastián Hofmann | México | 2018

AQ

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