• El abismo de la fe

  • Cine

A través de tres historias, ‘Tipos de gentileza’, la más reciente película de Yorgos Lanthimos, es una versión contemporánea del bíblico Abraham, dispuesto sacrificar a su hijo para complacer a su dios.

Julieta Lomelí Balver
Ciudad de México /

Recuerdo al donjuán danés, el filósofo Søren Kierkegaard, mitificado no sólo por su belleza física, sino también por su intensidad al momento de pensar, y por el apasionamiento y la polaridad al sugerir y él mismo conducir sus decisiones: o lo uno o lo otro, o amar a Regina Olsen o abandonarla y amar a Dios, o la vida estética o la vida religiosa, o la vida ética o la poesía. Para Kierkegaard no hay puntos medios en la renuncia, los matices se esfuman en la decisión. Somos o no somos, creemos o no creemos: o es blanco o es negro. Pero esto no significa una obediencia en un sentido moral. No significa, al menos no en todos los casos, que uno se sienta obligado a obedecer ese mandato divino porque siente que ello es lo correctamente moral, sino que implica que uno es de una vez por todas lo que quiere ser por absoluta convicción. Por creer en un ideal, por estar convencido que se quiere ser así y no de otra manera. Finalmente, y muchas veces, lo es por algún tipo de fe que no deja de ser también una elección personal.

Kierkegaard escribe sobre el caso de Abraham, que aceptó sacrificar a su hijo Isaac por orden divina, sin dudar de la petición de su Dios, o siquiera dar pie a otro pensamiento mayor o menor. Sin enarbolar alguna reflexión de si lo que haría es correcto o incorrecto, conveniente o inconveniente, deseado o no deseado, incluso por su hijo; decidió dar el “salto a la trascendencia”. Dar el “salto de fe”, y de una vez por todas, lanzarse al abismo sin esperar salvación, condenando a la muerte a su propia descendencia con absoluta seguridad en su decisión. Asesinar a Isaac, asesinar al hijo de su sangre porque tiene entera confianza en su Dios, esto es lo que Søren Kierkegaard ejemplifica como una fe auténtica, una que deja de lado la ética humana, que olvida el sexto mandamiento: “No matarás”, lo omite porque ningún mandamiento terrenal puede atropellar el Universal: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”.

Tipos de gentileza (Kind of Kindness, Yorgos Lanthimos, 2024), a través de tres historias, es la versión contemporánea, hecha film, de ese Abraham que se sacrifica por un bien mayor. Que no piensa más que en el individuo que le marca un objetivo de vida, en el cual ha puesto toda su fe, y por tanto todos sus esfuerzos con tal de complacerlo o conseguir su aprobación.


I

En la primera historia, Robert (Jesse Plemons), dirige todos sus esfuerzos en satisfacer a su perverso jefe y mentor de vida, Raymond (Willem Dafoe), este que controla todos los rubros de su existencia y no solo lo laboral, sino también su vida personal, su economía, hasta la forma en que lleva su sexualidad y su alimentación. Robert, al querer rebelarse, pierde todo, así que no le queda más que volver a ese mismo silencio que también Abraham decidió tomar ante su dios. Así, Robert termina recobrando la fe en su mentor, y asesinando al hombre que Raymond —esa casi deidad para él— le había pedido sacrificar, con tal de recuperar no solamente a su mujer, Sarah (Hong Chau) sino también esa vida “idílica” que le había sido retirada en caso de no obedecer. ¿Es la fe también un acto de desesperación y sumisión?

II

La segunda historia es todavía más mórbida, retrata la situación desesperada de un hombre, Daniel (Jesse Plemons), emparentado con la psicosis característica de su profesión policial, se encuentra convencido que su mujer, quien había sido reportada como perdida en el mar y encontrada, no es la misma que ha vuelto a casa. Ella, Liz (Emma Stone), se vuelve el Abraham de esta historia, y, a pesar de la obvia locura de su marido, consagra el poco tiempo que le queda de vida a complacerlo, teniendo absoluta fe en que él la volverá a amar de nuevo.

La trama se vuelve cada vez más fúnebre, ella dará hasta lo último de sus entrañas —lo escribo de manera literal— con tal de complacerlo y convencerlo de que ella es, quien de hecho desde siempre ha sido y seguirá siendo: que ella es la misma mujer que era antes de que se perdiera en el mar, que ella es la misma mujer que se perdió en el mar, que ella es esa misma mujer que ha vuelto también después a casa. Esa monstruosa adoración que Liz profesa hacia Daniel, la hace despersonalizarse por completo, sacrificando su absoluta integridad con tal de conseguir, a cualquier costo, la aprobación de él.

III

La tercera historia del film de Lanthimos, es la materialización más directa de la fe que mueve, no solo montañas, sino también locuras y pasiones consensuadas. Narra la vida de Emily (Emma Stone) y Andrew (Jesse Plemons), como seguidores ciegos de una secta obsesionada con la pureza y con el poder de resucitar a los muertos. Emily es una mujer vulnerable, que huye de un esposo violador, ansiosa de volver a pertenecer a algo, decide unirse a la secta donde no tardará en repetir esa violencia que la ha perseguido por años.

Finalmente es expulsada del “grupo religioso” tras un incidente con su marido abusador que la vuelve “impura” y “contaminada” a ojos de los demás. Ella, en un acto de fe, se enfoca en encontrar a una joven con la que ha soñado, que significaría esa virgen o esa inocente que tiene el poder de devolverle la vida a los difuntos. Emily está tan obsesionada con la idea de que la ha encontrado que comete actos criminales con tal de volver a su antiguo grupo de culto y así recuperar la confianza de Omi (Willem Dafoe) y Aka (Hong Chau), líderes de la secta.

Vuelvo al Abraham de Kierkegaard, quien reconoce en él a un “caballero de la fe”, uno que por fe es capaz de sucumbir a lo humanamente inmoral. “Por la fe Abraham dejó la tierra de sus mayores y fue extranjero en tierra prometida. Abandonó una cosa, su razón terrestre, y tomó otra, la fe; si no, pensando en lo absurdo de su viaje no habría partido. Por la fe fue extranjero en tierra prometida, donde nada le recordaba aquello que amó”. Pero también fue por esa misma fe que Abraham no cayó en el arrepentimiento ni la lamentación. Esa misma fe lo aleja del sentimentalismo y la cobardía terrenal, porque esa fe lo vuelve poderoso, un gigante, un titán, un héroe, un trágico, uno que a veces, también lo convierte en un esclavo, en una víctima inconsciente, de algo monstruoso e incomprensible.

Julieta Lomelí Balver

@julietabalver

AQ

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