Gioconda Belli publicó hace unos días en El País una columna en la que señaló que ha sido censurada por el gobierno de Daniel Ortega para participar en un evento literario en Madrid organizado por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Casualidad o causalidad, a los dos días aparece la noticia de que se giró una orden de arresto en Nicaragua contra su hermano, Humberto Belli.
Con argumento punzante y amable, escribe Gioconda: “No es mi intención juzgar los compromisos diplomáticos de la OEI. Pienso que esto va más allá de ellos y de mí misma. Se trata de hasta dónde la diplomacia puede permitir que un dictador como Ortega use su membresía en un organismo multilateral para impedir la participación de una escritora de su país en una mesa en España donde se hablaría de creación artística”.
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El evento es un grano de arena. El peñasco es que ni ella ni Sergio Ramírez tienen derecho a vivir en sus casas, en su patria, por la que mucho lucharon y arriesgaron.
Daniel Ortega y su señora, mejor que nadie en el mundo, encarnan aquellas poéticas palabras de José Emilio Pacheco: “Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años”.
Y pasando a la poesía, tiene Gioconda un poema titulado “Huelga”. Lo escribió hace algunas décadas, pensando en Anastasio Somoza, pero se puede leer como si lo hubiese escrito hoy. En los versos convoca a una huelga de obreros, flores, mujeres y muchos más; que se detengan relojes, fábricas, puertos y otras cosas. Y remata:
Una huelga de ojos, de manos y de besos.
Una huelga donde respirar no sea permitido,
una huelga donde nazca el silencio
para oír los pasos
del tirano que se marcha.
Gioconda Belli y Sergio Ramírez se unen a una larga lista de escritores perseguidos, desterrados, encarcelados, ejecutados, acuchillados y cancelados por gobiernos, por viejas y nuevas inquisiciones. Alzo la copa por los dos, y por muchos más que se hallan en el destierro, geográfico o virtual.
Y hablando de acuchillados, querida Academia Sueca, ¿el Nobel de Rushdie para cuándo? No le saquen. Las letras son para gente con agallas.
Alguna vez dije que mi única religión era la libertad de expresión; muy pronto me di cuenta del sinsentido, pues la esencia de una religión es coartar la libertad de palabra y pensamiento. Mejor ateo, Sancho amigo. Mejor libre.
AQ