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  • Tiro a contraluz | Por Mercedes Luna Fuentes

  • Desde el desierto

Tiro a contraluz | Por Mercedes Luna Fuentes

Las mujeres nos han ayudado a salir de nuestras pesadillas. Escriben desde sus cicatrices, formulan leyes y, con su trabajo intelectual, con su vivir, ondean la capacidad de crear.

Mercedes Luna Fuentes
Ciudad de México /

Los sueños son rayos que muestran, en su brevedad luminosa, una forma. Son caminos que se delinean en el ojo al contemplar la luz en un vaso con agua. Los múltiples rostros del verbo tirar yacen en los sueños: desde atraer algo, desde arrojar, desde yacer, desde sacar, desde abatir, desde verter, extender y desdoblar. Los sueños arrancan algo adormecido en el vaivén de la sangre; se agolpa en el corazón, nos despierta y, a veces, lo devela. O surgen de la imagen viva y jubilosa que es el contemplar la respiración acompasada de una hija que descansa; segura, cierta. Esta visión, en sí misma, es un sueño; un sueño que, en lo real, derrumba lo terrible.

Otro sueño hecho sustancia es ver cómo las mujeres nos han ayudado a salir de nuestras pesadillas. Escriben desde sus cicatrices, formulan leyes y, con su trabajo intelectual, con su vivir, ondean la capacidad de crear: son. Como lo dice la poeta, antropóloga y traductora maya tseltal, Adriana López, en el fragmento del poema “Tejedora de huipil”: (…) Labro tierra para colocar semillas rojas/ en hileras de garzas que guardan la vida,/ caen truenos y germinan sueños,/nacen flores, aves, serpientes y soles/ que adornan la cruz que cargarán mis hombros,/donde yo, mujer fértil, emerjo en el centro.

Representación de Aquiles, héroe de la Guerra de Troya. (Especial)
Representación de Aquiles, héroe de la Guerra de Troya. (Especial)

El verbo tirar comprende una serie de actos que aparecen y desaparecen en el camino femenino, un sendero pleno de velas encendidas. Adriana López, en otro poema, titulado “Niña”, escribe: (…) Es tibia la primera casa que se habita/ hasta que abre sus dolorosas puertas/ por nacer como un temblor de hojas./ Cantos de párpados despierta los ojos,/brotan plegarias en labios de la abuela/ para bajar dioses que desatan el alma/ [de una niña en flor (…) Los sueños advierten con su presagio esa aguja que surgirá bajo las pisadas.

Una exclamación de dolor no alcanza para acompañar al tormento de ciertas mujeres; no es suficiente. Para eso está el rayo, el trueno y la lluvia torrencial que desborda puentes, modifica superficies. Hoy, algunas personas acudimos a los rezos de la humanidad sensible, aquella que no es indiferente a los feminicidios, a las desapariciones y secuestros. Comprendemos a quien se duele del agua amarga tragada a borbotones en la madrugada, esa agua que fluye tras las cansadas gafas oscuras y apaga el color de la piel. Esa humanidad anhela que el verbo tirar se incline hacia la tensión del acto creativo, solo eso; que la acepción que daña, sus perpetradores, cómplices y asesinos de la libertad, no avancen. Así lo deseaba el poeta Stephen Vincent Benet en el poema “El cuerpo de John Brown”: Enterrad el látigo, los hierros de marcar, enterrad la cosa injusta/ que algunos, los juiciosos, amansaron,/ pero sin poder matar de hambre al tigre de sus ojos/ no hacer que comiera donde se alimentan las bestias de la compasión./Enterrad los violines y el baile,/ las magnolias enfermizas de falso romanticismo/ y toda la hidalguía que se volvió semilla antes de madurar.// Y junto con esto enterrad el purpúreo sueño/de la América que no hemos visto (…) El poeta deseaba, como muchas personas, que el rayo derribe las intenciones que se oponen a la libertad y a los sueños.

¿Recordamos haber visto entrar y salir en los sueños a las formas de nuestros deseos? ¿Cuántos de ellos han permanecido? ¿Cuántos nos han impulsado a tirar directo al corazón hambriento de vanidad? ¿Cuántos nos han hecho derrumbar el pedestal de prejuicios heredados? ¿Cuántos sueños han sido fotografiados por las finas manos de otro sueño?

El pensamiento y la escritura halan de una parte inmaterial; tiran del deseo, del cansancio. Son heridas que han sanado. Provocan acercar el rostro al perfume que es la pausa, donde la aparente neutralidad es la marca que ha hecho un rayo. He visto el sueño y la creación en la mirada de la mujer Ndé. He visto el cansancio y la fuerza. He visto la belleza en su voz y en su mirada; he escuchado el regalo de un rezo íntimo. Ellas tiran de un hilo, tiran de una fibra del futuro para que su esencia permanezca, como el polen del junco trasciende el pasado, el presente y el futuro del trueno. Son, como tantas mujeres, iluminadas por la luz que antecede al estruendo.

AQ

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