El hombre del subsuelo

Toscanadas

El de Dostoievski es uno de los personajes más desagradables de la literatura, y, por lo mismo, uno de los más atrayentes: he ahí una de las magias del arte de la novela.

Dostoievski tuvo seguidores y detractores, pero siempre fue incómodo. (Especial)
David Toscana
Madrid /

Sócrates decía que la vida no examinada no valía la pena vivirse. Pero Sócrates estaba contento consigo mismo. En cambio el personaje dostoievskiano de Memorias del subsuelo dice: “Les juro, señores, que una conciencia demasiado lúcida es una enfermedad”. Y más adelante: “¿Qué hombre, en plena posesión de su conciencia, podría respetarse?”

En verdad ese hombre del subsuelo es uno de los personajes más desagradables de la literatura, y, por lo mismo, uno de los más atrayentes. He ahí una de las magias del arte de la novela: podemos disfrutar cada instante de nuestra relación con ese hombre hecho de palabras, pero nunca desearíamos siquiera tomarnos una cerveza con él. Aunque Cansinos-Assens explica que la amargura del personaje surge en parte porque en esos días Dostoievski padecía de hemorroides, lo cierto es que hallamos más profundidad psicológica y existencial que la provocada por un mal tan poco apetecible.

¿Y quién sabe? Quizá aquella délfica máxima de “Conócete a ti mismo” sea sencilla para ciertas personas; por ejemplo, esas personas ordinarias, planas como personaje de novela policiaca, tan sin chiste que se sienten reflejadas en cualquier masivo texto zodiacal, como esta burrada: “Es usted reservado y cortés, pero aunque parezca estar algo retirado del centro de actividad, en realidad está observando todo con su ojo crítico”. Quizá también fuera sencilla para el mismo Sócrates, con su certeza de hombre virtuoso.

Pero examinar su vida o tratar de conocerse a sí mismo fue sin duda trabajo perdido para Dostoievski. Lo bueno es que nos dejó su intento en forma de novelas. Un alma grande como la suya, que se desborda, que rasga toda enmienda, que dice y se desdice y se contradice, no es para nuestros tiempos. Quizá tampoco lo fue para los suyos. Por eso su hombre del subsuelo se lamenta: 

“Todo hombre, como es debido en nuestro tiempo, es y tiene que ser pusilánime y servilón. Ese es su estado normal. Ha nacido y está organizado para eso”.

¿Es el hombre del subsuelo un portavoz de Dostoievski? Hasta cierto punto. Pero aquí lo importante es que, si bien el personaje pronuncia muchos desatinos, igual nos hace pensar, cuestionar, dudar, tratar de resolver. Nos ilumina.

Dostoievski tuvo seguidores y detractores, pero siempre fue incómodo, provocador. Y ese debe ser un atributo permanente del intelectual: su condición de incómodo. Tanto así, que se percibe de inmediato el demérito si yo hablara de un “intelectual cómodo”.

Por eso el novelista ruso transfiguró el noblesse oblige y escribió: talent oblige. ¿Y a qué obliga el talento? Él mismo respondió: “Pues, a veces, a las peores cosas”.

​ÁSS

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