Ahora que leía Padres e hijos de Turguéniev, hallé en el capítulo XVI estas líneas: “Una linda galguita, con un collar azul, entró en el salón, repicando con las patitas en el suelo… La galguita, cuyo nombre era Fifí, llegábase por turno, moviendo el rabo, a cada uno de los dos huéspedes y les ponía en la mano su frío hociquillo, husmeando”.
Cuando leo a Turguéniev en la traducción de Cansinos-Asséns, percibo que éste último quiere debilitar la prosa al transcribir un exceso de diminutivos. Se sabe que Cansinos-Asséns fue devoto de Dostoievski, y en cambio consideraba a Turgéniev un autor segundón; y en eso le doy la razón. Pero aquí quiero hablar del singular hecho de que Turguéniev, un afrancesado, llama Fifí a la perra de la acaudalada Odintsova.
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También tengo por aquí una novela de Erich Maria Remarque titulada Arco de triunfo, cuyos eventos ocurren en París y donde hay una gata llamada Fifí. Supongo que habrá muchos ejemplos más para un nombre tan ordinariamente canino o gatuno.
Pero estos dos animales pierden importancia léxica cuando repaso el libro Mademoiselle Fifí y otros cuentos, de Guy de Maupassant. En el cuento que da título al libro, la tal Mademoiselle Fifí no es una mujer, sino un hombre, un subteniente: el marqués Wilhelm von Eyrik. Nos dice Maupassant:
“Desde su llegada a Francia, sus camaradas no le llamaban sino Mademoiselle Fifí. Este apodo le venía por sus modos coquetos y angosta cintura, que le hacía parecer como si usara corsé; por su pálido rostro, en el que apenas se vislumbraba un naciente bigote, y por el hábito de manifestar su soberano desprecio por seres y cosas con la expresión francesa fi, fi donc, la cual pronunciaba con un ligero silbido”.
Y sí, se puede escuchar una grabación de Antonin Artaud leyendo o declamando su poema “Les malades et les médecins”, en la cual aparece la expresión de marras, y lo cierto es que no tiene un sonido muy viril.
Mas en el caso de Mademoiselle Fifí, ése no era sino su aspecto exterior, pues Maupassant nos dice que “era orgulloso y brutal con los hombres, duro contra los vencidos, y violento como un arma de fuego”. Era impertinente y se divertía destruyendo obras de arte.
Por su parte, los diccionarios franceses aclaran que fi es una interjección que ya cayó en desuso. Se usaba para expresar disgusto o desaprobación.
Queda claro que la expresión “fi” o “fi fi” o “fi fi donc” revelaba más sobre la persona que la empleaba que sobre aquello que se deseaba denostar. Siguiendo a Maupassant podríamos asegurar que nada hay tan fifí como usar la palabra “fifí”. Pero no sigamos su ejemplo, llamándole Mademoiselle Fifí a quienquiera que tenga la costumbre de usarla.
ÁSS