Traición | Por Avelina Lésper

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En su serie de grabados Los Caprichos, Francisco de Goya plasma el análisis más agudo de la impúdica naturaleza humana.

Francisco de Goya: Capricho No. 25: 'Si quebró el cántaro' y Capricho No. 24: 'No hubo remedio'.
Ciudad de México /

Privilegio del veneno y la puñalada, épica de la oscura envidia, la traición inicia en un gesto sutil y se corona en la desgracia de aquel que la padece y en la degradación de quien la comete. La traición es una lealtad mancillada, eso la hace más artera, porque en el espacio libre de la confianza, emerge cual enfermedad inesperada.

Francisco de Goya, en su serie de grabados Los Caprichos, plasma el análisis más agudo de la impúdica naturaleza humana. Llamarlos Caprichos los define: arbitrariedad irracional, la obcecación de desear algo, tenerlo, para dar satisfacción insana a los sentidos. Avaricia, lujuria, violencia, ultraje, y la traición es el ala negra que los cobija. En estas estampas la traición es la más ruin y constante bajeza, porque persigue el interés por sacrificar a alguien más. La bruja que extirpa un diente del cadáver, la proxeneta que entrega a la joven, la anciana cruel que golpea al niño, los violadores que secuestran a una mujer.

Traditio, traditionis, la palabra comparte sus raíces latinas con tradición, y significa entregar, transmitir, así el soldado entrega su ejército al enemigo. La traición de Los Caprichos es la entrega absoluta que hacemos de nuestro ser a lo más degradante, en estas terribles historias no aparece una lealtad herida, no, está presente esa mala sangre del que “se entrega” a la violencia, la maledicencia, a la superstición, en estos grabados todos son traidores y las víctimas padecen la consecuencia de esa “entrega”.

Así los hemos conocido, gente que lastima y hiere en su obsesión irracional de ser lo que sus vísceras le ordenan, y una vez desahogados, en su borrachera de emociones, exigen la comprensión y complacencia. Goya los conocía y los trazaba con perfecta disección en sus estampas, los que ultrajan tumbas, las celestinas murmurando, el médico ignorante, están aquí cerca de nosotros y podemos reconocerlos. Teofrasto habría descrito cada una de las estampas para llevar sus Caracteres hasta las más abyectas efigies. En La Cobardía, por ejemplo, dice que el cobarde finge ser gran soldado, se oculta para no pelear, mancha su ropa con sangre, y les dice a sus compañeros que ha peleado como el más valeroso, y como testimonio, señala un cadáver afirmando que él lo ha matado. Este personaje traicionó su misión, mintió, usurpó un mérito y además pide gloria. El cobarde, el traidor y el plagiador, trío inmundo, cómo se parecen. Goya y Teofrasto beben de la misma copa.

Los traidores que nos rodean, que ensucian a la amistad, decepcionan y traen consigo la arrogancia de hacer y no recibir consecuencias, ¡ah! ustedes, beberán su saliva hasta amargar su sangre. Goya en la ventana infinita de sus dibujos, los congregó en un averno dantesco, existirán en la inextinguible llaga purulenta de tinta negra.

AQ

  • Avelina Lésper

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