Tres hermanas | Por David Toscana

Toscanadas | Nuestros columnistas

Las maneras de explorar esta configuración familiar en la literatura parecen inagotables, desde Shakespeare hasta un premio Pulitzer del siglo XX.

"Las tres hijas de Lear mueren: una envenenada, otra ahorcada, la otra se suicida". (Laberinto)
David Toscana
Ciudad de México /

Estuve leyendo esta semana Su familia, de Ernest Poole, la primera novela que ganó el premio Pulitzer allá en 1918. Trata sobre un hombre viudo en Nueva York que se queda con tres hijas ya crecidas. Sus mayores preocupaciones tienen que ver con la vida sentimental de cada una. Si se van a casar, si tienen buen marido, si se embarazan. Quizás la novela tuvo relieve hace más de cien años para lectores mayormente neoyorkinos que compartían esas angustias familiares, pero hoy se lee con menor interés.

Me puse a pensar cómo contaría yo una historia con tal premisa: el viudo y las tres hijas. No me tosté el cerebro en eso; mientras meditaba el asunto recordé que hace unos diez años leí otra novela ganadora del premio Pulitzer en 1992 que partía del mismo germen: el viudo y las tres hijas.

Es una novela de Jane Smiley titulada en inglés A Thousand Acres, pero en español, Heredarás la tierra. Yo le hubiera puesto Mil acres o 404 hectáreas. Si bien aun el título en español es más sugerente que el italiano, La casa delle tre sorelle, y más elegante que el francés: L’Exploitation.

Esta novela no se ubica en Nueva York, sino en una granja perdida en Iowa. Las tres hermanas se quedan huérfanas cuando aún son niñas. El padre ve cómo va creciendo la mayor. Un buen día no se aguanta y… Luego del paso del tiempo y muchas visitas nocturnas, la segunda hija crece y… Las dos hermanas saben que la menor también habrá de crecer, así es que se las arreglan para protegerla.

En una conversación entre las dos mayores, una dice: “Tenía miedo de que intentara algo con Caroline, pues ella tenía sólo ocho o diez años. Pero también me sentía halagada. Pensé que él me había elegido a mí, a mí, como su favorita, no a ti, no a ella. No me violó, Ginny. Me sedujo”.

Cualquier hija prefiere al noble padre neoyorkino; pero cualquier lector prefiere la granja de Iowa.

Aunque algunos críticos han dicho que la novela de Smiley es una versión moderna de Rey Lear, yo no me atrevería a compararlas. Sí, en ambas vemos de nuevo al viudo, las tres hermanas y una herencia a repartir, pero los argumentos shakespearianos son bastante más ambiciosos, enrevesados y sangrientos. Las tres hijas de Lear mueren: una envenenada, otra ahorcada, la otra se suicida.

También Chéjov escribió sobre tres hermanas que tuvieron un padre viudo; aunque el tal padre ya está muerto cuando comienza la obra y Olga dice: “Hoy hace un año justo que murió nuestro padre”. Su drama es de un tipo muy distinto al del trío de Smiley o al de Shakespeare, pero más pesado y omnipresente: el de los sueños perdidos, el de la vida sin sentido.

“Diríase que íbamos a saber para qué vivimos… para qué sufrimos… ¡Si uno pudiera saber! ¡Si uno pudiera saber!”

AQ

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