Hasta hace muy poco tiempo, era impensable que un jerarca de la Iglesia católica mexicana dijera algo como esto: “Las víctimas no están contentas por esta historia, que es de silencio delictivo muy grave, más de medio siglo, en el que aparecen los límites de todos los que quedaron involucrados: las autoridades en el Vaticano, los gobernantes que tuvieron noticias de esto y los mismos miembros de la Legión que no informaron o que no les permitieron informar. Indica que hubo una cobertura criminal muy grande a lo largo de tanto tiempo”.
La anterior es una declaración —del 23 de diciembre— del arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, actual presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, quien así se refirió al “tardío e incompleto” informe de los Legionarios de Cristo acerca de la pedofilia histórica en sus filas.
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El próximo 20 de enero, los Legionarios presentarán dicho informe en la reunión de su Capítulo General, pero ya se dieron a conocer cifras que levantaron ámpula: 175 menores abusados, 60 de los cuales se atribuyen al fundador de la franquicia, Marcial Maciel.
De 33 sacerdotes legionarios involucrados en ese delito (suponiendo que no haya más basura bajo la alfombra), solo uno ha sido enjuiciado por las leyes civiles. Tanto en la Legión como en otras organizaciones religiosas existe la creencia de que los sacerdotes son una casta superior y que, por tanto, no tienen que ser llevados a los tribunales. Hasta ahora les ha bastado una amonestación o el cambio de parroquia para “resolver” el problema.
El “castigo” que le impuso Benedicto XVI a Marcial Maciel fue mandarlo a rezar a su mansión de Jacksonville, Florida, donde el michoacano seguramente pasó sus últimos días tomando güisqui, metiéndose heroína y viendo en la playa a efebos practicando surf. Decía Rius que “lavar la ropa sucia en casa es hacerse pendejo”.
Los dos papas (y el cardenal de Lyon)
El tema de la pederastia en el clero ha sido tratado en este siglo por diversos cineastas. Baste recordar la excelente Spotlight (2015), de Tom McCarthy, acerca del arzobispo Bernard Law, quien en la vida real actuó como tapadera en múltiples casos de la arquidiócesis de Boston. Y la mexicana Obediencia perfecta (2014), de Luis Urquiza, que muestra los mecanismos sicológicos que utilizó Marcial Maciel para dominar a sus víctimas.
Dizque “basada en hechos reales”, la película de ficción Los dos papas (Fernando Meirelles, 2019) muestra a un Benedicto XVI abrumado por los problemas financieros, éticos y morales a los que se enfrenta un sucesor de San Pedro, y arrepentido por no haber sido más estricto con los casos de pedofilia al interior de la Iglesia mientras él fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante el papado de Juan Pablo II. En una secuencia de la cinta, el papa Benedicto XVI (Anthony Hopkins) se confiesa con el obispo Jorge Bergoglio (Jonathan Price) y menciona el nombre de Marcial Maciel, aunque luego los detalles ya no se escuchan porque el audio disminuye paulatinamente hasta llegar al silencio.
Esta película de Netflix sugiere que Benedicto XVI representa la tradición dentro de una Iglesia caduca y Bergoglio la renovación. El alemán es el malo, y el argentino el bueno, aunque este último también confiesa el pecado de no haber sido más entrón frente la dictadura de Jorge Rafael Videla.
En la vida real, el papa Francisco abolió —apenas el 17 de diciembre— el secreto pontificio en los casos de abuso de menores. Aunque el Vaticano aún se reserva el derecho a la confidencialidad de los implicados, se abre la puerta para la colaboración con las autoridades civiles (más vale tarde que nunca). Tres días después de ese acontecimiento, sin querer queriendo, a los Legionarios de Cristo se les chispotearon las cifras del informe mencionado; un mea culpa que no convence a casi nadie.
Mucho menos fantasiosa que Los dos papas, Por la gracia de Dios (Grâce à Dieu, de François Ozon) se basa en el caso real del cura Bernard Preynat, una especie de Marcial Maciel francés que abusó de más de medio centenar de niños en la diócesis de Lyon, con el respectivo encubrimiento del cardenal Philippe Barbarin. Esta cinta se filmó en 2018, pero llegó a México en noviembre de 2019 como parte de la 67 Muestra Internacional de Cine.
Por la gracia de Dios retrata no sólo el encubrimiento de la alta jerarquía católica sino también la doble moral de feligreses que no quieren que las víctimas hagan olas, actitud típica de quienes prefieren el silencio cómplice en vez del “escándalo”.
Lo verdaderamente escandaloso es el abuso en contra de menores en cualquier ámbito de la sociedad, en especial el que ejercen quienes usan una sotana como camuflaje. Aquí habría que recordar estas palabras del Mesías: “Al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en el fondo del mar” (Mateo, 18,6).
Los Legionarios, en jaque
Lo mejor que puedes hacer con tu vida, de la mexicana-alemana Zita Erffa, se presentó en 2018 en los festivales de Karlo Vivary, Berlín, Guadalajara y Morelia. En noviembre de 2019 se programó discretamente en unos cuantos cines alternativos de la Ciudad de México.
En ese documental, Zita Erffa plasma cómo es la vida de su hermano Lázló en un seminario de los Legionarios de Cristo, en Connecticut. Su intención no es escarbar en el caso Maciel sino tratar de explicarse a sí misma por qué Lázló decidió abandonar a la familia y recluirse en un sitio donde los superiores tienen el derecho de abrir sus cartas y leer sus correos electrónicos. “Lo único que sé de su vida es que reza, come, reza, estudia, reza, trabaja, reza y duerme”, dice ella con voz en off.
Llama la atención el hecho de que los Legionarios le hayan permitido a Erffa grabar dentro de sus instalaciones. Ese pequeño signo de apertura parece parte de un plan general de control de daños, cuya cereza del pastel es el informe de la congregación que al arzobispo Cabrera López le pareció “tardío e incompleto”.
En este juego de ajedrez jerárquico, les toca tirar a los Legionarios.
RP | ÁSS